miércoles, 27 de septiembre de 2017

Italia. Parte II

"Cómo quiere la pasta?", me preguntaba cada noche el camarero del hotel, mientras sujetaba un paño con el antebrazo. Todas las noches se repetía el mismo ritual.
Si tenía suerte, compartía mi cena con otros huéspedes del hotel, aunque estábamos en mesas diferentes el escuchar otras conversaciones (aunque no fuesen en mi idioma) no me hacían sentir tan sola.

En cierta ocasión, estábamos un matrimonio y sus hijos y yo. El resto del salón estaba vacío. Yo cenaba tranquilamente, hasta que se marcharon. De repente, un silencio ocupó toda la sala, estaba yo, mi plato de pasta y... nadie más. Un agobio enorme me albergó el corazón, y no pude seguir cenando.
Me levanté, con un nudo en la garganta con el firme propósito de marcharme de allí cuanto antes, justo en ese momento salió el camarero alegre y sonriente, preguntándome si quería postre. Yo, a punto de romper a llorar, y sumamente agobiada le dije que no. Y desaparecí de allí.

Para evitar esta situación que se repetía con frecuencia, decídí bajarme a la noche siguiente con una guía de Italia. Así, mientras cenaba organizaba el día siguiente, sin tener que estar pendiente de si había gente o no.
A partir de entonces las cenas fueron un poco mejor.

A medida que iban pasando los días, yo me iba percatando que, quizás, la decisión de romper de mi ex había sido definitiva. Como comenté en alguna ocasión, mi ex no planteó la ruptura como algo definitivo, más bien parecía que dejaba la puerta abierta por si acaso. Así estuvo los 2 primeros meses que mantuvimos contacto después de haberme dejado.
Yo le preguntaba en aquellas conversaciones si de verdad era algo que no tenía marcha atrás, a veces me decía que si, a veces que no, y otras que no lo sabía...
Pero en el viaje es la primera vez, después de 3 meses de ruptura, que empiezo a plantearme de si de verdad esto ya no tiene vuelta atrás. El solo hecho de pensarlo me generaba auténticas crisis de ansiedad, asique para evitar estas situaciones, y teniendo en cuenta que estaba sola, lejos de casa y que era mi primer viaje en solitairo, apartaba esa idea de mi mente.
Pero el episodio que más me chocó fue cuando, una noche mientras dormía, soñé que iba en coche descapotable, riendo, recorriendo aquellas tierras italianas, y a mi lado, acompañándome estaba mi ex. Él también estaba disfrutando como yo de aquel viaje y se reía y el sol le iluminaba la cara... Que desagradable sorpresa me llevé cuando, al despertar, descubrí que solo era un sueño, y que me encontraba durmiendo en una cama inmensa yo sola, en un hotel perdido de Roma...

Yo mantenía mi mente ocupada y mi tiempo, recorriendo aquellas calles, aquellos monumentos y ciudades, lo que me permitía aliviar un poco la pesadez que llevaba, pero a medida que van pasando los días, siento la necesidad de volver a casa.
Echaba de menos a mi familia, mi casa, mi cama, y sobre todo, el no sentirme tan sola todo el tiempo...

El día de mi regreso, ya en el aeropuerto de Roma, mientras estoy facturando la maleta, veo a una pareja, él italiano, ella española, que se despedían. Ella lloraba, y él sonreía. Ella volvía a España, supongo, después de haber pasado unos días con su pareja. Cuántas veces habré vivido yo aquella escena con mi ex?, 50?, 80?, 100?, 200 veces?... Imposible calcularlo, y es que 6 años y medio de relación a distancia dan para mucho.
Me quedé observando a aquella pareja mientras se despedían. Para ella se notaba que era duro. Pregunto si seguirán juntos...

sábado, 23 de septiembre de 2017

Italia. Parte I


Imagen relacionadaItalia debe ser unos los países más bonitos para recorrer, en cada rincón se respira historia, arte, cultura… Y yo llevaba demasiado tiempo queriéndolo conocer. Pero como todo en la vida, uno planea y las situaciones y las circunstancias deciden, y a uno no le queda más remedio que adaptarse. Eso me pasó a mí… Siempre que imaginaba el viaje a Italia, mi ex estaba a mi lado disfrutando de aquel país que tanto ofrecía, los dos juntos recorríamos sus calles, visitábamos sus museos y monumentos y charlábamos con la gente de forma animada, intentando empaparnos lo máximo posible de su cultura y costumbres. Nada de eso sucedió.

Pisé suelo italiano apenas 2 meses después de la ruptura, con la única compañía de una maleta sin saber muy bien que hacía allí. En principio mi objetivo era pasármelo bien, disfrutar de aquel país de la misma manera que me lo había imaginado cientos y cientos de veces en mi mente, pero la circunstancias habían cambiado drásticamente, y yo me encontraba en pleno proceso de duelo, intentado digerir una ruptura que me había venido grande, que no era capaz de asumir ni de entender, y con el firme convencimiento que la situación era totalmente reversible.
No, no lo tenía ni mucho menos asumido, de hecho, aún me encontraba en estado de shock total. Y con este panorama, mi padre me llevó al aeropuerto, no sin sus dudas de que quizás, ese viaje no fuese una buena idea para una chica sola, por supuesto, nunca me dijo nada ni se opuso, pero yo podía intuir sus pensamientos a través de su mirada y de su nerviosismo.
Yo, por mi parte, hasta ese momento me sentía segura de mi decisión. Unas cuantas semanas atrás había tomado la firme decisión de no quedarme en casa en mis vacaciones, sinceramente, no podía haber algo más deprimente que pasarme las 2 semanas de vacaciones tirada en la cama, llorando desconsolada y esperando una llamada...

Con Internet como máximo aliado, organicé mi viaje en función de las ciudades que quería conocer:  Roma, Napoles, Florencia y Venecia. El enlace entre las ciudades lo haría en un coche alquilado, asique partiendo de esta información, busqué hoteles y todo lo que se podía ver en cada una de estas ciudades. Me hice un planning de lo que iba a ver cada día, y con esa lista me presenté aquella mañana de Agosto en el aeropuerto dispuesta a coger un avión que convertiría mi listado en una realidad palpable.

No fue hasta que cogí el metro de Roma, cuando me di cuenta que estaba totalmente sola. Subí al tren con 4 españoles, que si bien no intercambiamos palabra alguna, el escucharles me hacía sentir que íbamos juntos a alguna parte. Bajamos en la misma parada, pero ellos se desviaron unas calles más adelante, y a mí aún me tocaba un largo recorrido por hacer con una pesada maleta y una calle cuesta arriba. Fue precisamente en ese instante, cuando los 2 grupos nos separamos, cuando me di cuenta que si, que estaba sola, yo, mi maleta y mi dolorosa ruptura sin asumir… Me tocaba seguir mi camino.
No creo que sea capaz de encontrar las palabras exactas que puedan describir lo desolador que estaba siendo la situación para mí. De golpe apareció un nudo en el estómago, una sensación de pesadez, de vacío absoluto, de tristeza, de agobio, de desesperación, y sobre todo, de soledad… Yo miraba aquella cuesta arriba y veía imposible el poderla subir, tuve que parar varias veces para tomar aire y poder continuar. Hacía un calor tan insoportable que el aire era imposible de respirar, se me secaba la boca y me faltaba el aire, tenía una sed espantosa. Cada esfuerzo para subir la cuesta se me hacía cada vez más duro e imposible, pero no tenía alternativa.

Por fin llegué al hotel, apenas lo vi al final de la calle sentí un enorme alivio. Una vez que pasé el check-in y me llevaron a la habitación, cerré la puerta y empecé a revisar el cuarto. No era especialmente grande, pero estaba bien. Me senté en aquella cama de matrimonio intentando descansar del viaje, y de repente una enorme angustia me invadió. No sé si fue el verme sola, el cansancio del viaje o que simplemente no llevaba un buen día, pero lo cierto es que tuve que levantarme con urgencia y encerrarme en el cuarto de baño. Allí rompí a llorar desconsoladamente, las lágrimas, la ansiedad, la tristeza y la desesperación no me dejaban respirar, mientras me preguntaba qué hacía allí, dónde estaba mi pareja y si él algún día iba a volver.
Creo que fue justo en ese momento cuando salí del estado de shock en el que llevaba viviendo los últimos 2 meses, me di cuenta que estaba sola, y lo estaba porque mi pareja me había dejado, y que seguramente se había marchado para no volver jamás.
Cuando conseguí tranquilizarme, salí del cuarto de baño con los ojos rojos e hinchados, y rebusqué entre mi bolso hasta que encontré una bolsa de plástico que contenía un bocadillo que mi padre me había preparado aquella mañana. Entre lágrimas me lo comí, pensando en el viaje en coche de mi padre aquella mañana, lo recordé y lo eché de menos, a pesar que nunca tuvimos una buena relación, pero aquel bocadillo me recordó que había alguien, si había alguien a unos cuantos kilómetros de distancia que me quería, que había tenido el cariñoso gesto de prepararme un bocadillo para que tuviera algo que comer durante el viaje. Creo que fue el gesto más humano que había tenido aquel triste día.
Mientras me comía el bocadillo y las lágrimas recorrían mis mejillas, comencé a escribir como me sentía en aquel momento. Los ojos humedecidos apenas me dejaban ver lo que estaba escribiendo, y continuamente tenía que limpiarme las lágrimas.

Me di cuenta que no podía estar así. Que tenía que disfrutar de aquel maravilloso viaje, que Italia me esperaba y Roma, estaba bajo mis pies deseando a que la recorriera.
Eran las 4 de la tarde, asique cogí mi cámara, mi mochila, y teniendo los ojos aún humedecidos acudí a la llamada de Roma. Al salir del hotel tomé aire, y me relajé, cogí el metro y me planté en el centro de la ciudad. Ya tenía otra actitud, otra mirada, estaba ilusionada por algo.
Nada más salí de la boca del metro El Coliseo me estaba esperando. Se me cortó la respiración de la emoción. Y entonces, justo en ese momento, por fin, sonreí.


domingo, 3 de septiembre de 2017

El viaje

Hace unos cuantos posts atrás, hablé de un viaje que hice habiendo sido ya dejada por mi ex. Era un viaje que había planeado primero con él, un viaje cuyo destino era Italia.
Unos meses antes habíamos hablado de hacer ese viaje, aunque como ya él estaba pensando en dejarme, no mostró en principio demasiada ilusión. Yo noté esa falta de interés por su parte, pero como estaba siendo la tónica últimamente y teniendo en cuenta que él estaba teniendo problemas en su trabajo, no le dí
demasiada importancia en un principio.

La cosa es que él rompió la relación, y a los 2 meses yo tenía que empezar las vacaciones. No estaba en mi mejor momento, pero quedarme en mi casa sin salir, creí que podía ser muchísismo peor, además, por aquel entonces, yo albergaba la falsa esperanza que él iba a volver... Asique aún me encontraba en estado de shock total, sin creerme lo que me estaba pasando.

Decidí hacer aquel viaje en solitario, 15 días en Italia moviéndome por mi cuenta, recorriendo de sur a norte todo el país, con la única compañía de mi maleta y un coche alquilado durante unos días, el resto me movería por mi cuenta usando tren y autobús...
Ahora que ha pasado el tiempo, reconozco que, teniendo en cuenta la situación emocional que yo estaba viviendo en esos momentos, hacer ese viaje no fue la mejor de las decisiones. Yo aún lo seguía esperando, aún lo seguía queriendo y echándolo de menos.
Me gustaría hablar más al detalle de lo que me ocurrió en aquel viaje, sola, en un país extranjero, porque si bien no era el mejor momento para hacerlo, si es cierto que me abrió la posibilidad de poder viajar sola, de conocer nuevos países y de descubrir una nueva afición: los viajes.
Una afición que hasta la fecha no he abandonado, y gracias a él he conocido muchos países y nuevas culturas.

Viajar en solitario puede ser duro si no estás preparado para ello, pero también puede ser una experiencia inolvidable. Es cierto que yo no tenía con quien viajar, y me vi obligada a ello, no tenía otra opción: o viajaba sola o me quedaba en casa. Yo tenía una pareja o a unos amigos que me esperasen a mi regreso. Pero reconozco que aprendí mucho. Y quería compartirlo con vosotros, mis recuerdos, mis vivencias... Estoy segura que os ayudarán mucho si os estais plantenado hacer un viaje solos por primera vez.

sábado, 22 de julio de 2017

Mis errores... (Parte II)

Hace poco tiempo os comenté que había roto una corta relación con un chico con el que había estado saliendo unos 2 meses aproximadamente.

Ahora que veo la situación con más perspectiva, veo que no me he equivocado en mi decisión: esa relación no iba a funcionanr nunca. Yo no me estaba enamorando de esta persona, era un buen chico, pero no me atraía en absoluto.

El problema es que esta persona no termina de aceptar la situación. Cuando decidí romper con él, fui lo más clara que pude en mis motivos, no quise engañarle porque me negaba a que pasase por lo mismo que yo con mi ex. Los engaños, las medias verdades al final se descubren y hacen mucho daño.
Pues bien, al principio, no se lo tomó nada bien, como era de esperar, pero ha pasado el tiempo y el tema no mejora...

Al principio se mostró desesperado (quién no recuerda ese sentimiento?) al ver que me perdía, pero cuando comprobó que mi decisión no tenía marcha atrás comenzó a mostrarse violento.
Comenzaron los insultos y las descalificaciones. Me ha llamado "falsa", "actriz", "mentirosa"... Por supuesto, yo no he entrado en su juego, y no lo he hecho porque entiendo su situación.
Yo nunca insulté a mi ex. NUNCA. Pero entiendo por el proceso que está pasando esta persona. Y estoy segura que dentro no mucho tiempo se arrepentirá de todo esto.
No es él quien habla, si no su dolor y su incredulidad ante la ruptura. Aunque debemos tener claro que hay que evitar estas situaciones a toda costa. Aunque nos hayan dejado y nos duela el alma, no se debe faltar el respeto a nadie, y menos con quien hemos compartido tantas sensaciones y vivencias, no podemos cruzar esa línea roja bajo ninguna circunstancia, dirá poco de nosotros y nos dejará en mal lugar. Aunque nos cueste, no podemos entrar en este campo.
Si queremos recuperar a nuestro ex, insultándole y faltándole el respeto es la peor de las maneras.

Es mi ruptura vivida la que me ayuda a comprenderle, y a no juzgarle.

Ha pasado ya un tiempo desde que he roto con él, y si bien ha estado una temporada tranquilo, ha vuelto a las andadas mandándome mensajes al móvil.
También he recibido algunos emails suyos como si los mandase por accidente, poniendo en copia a más gente y haciendo de cuenta que me lo ha mandado sin querer...
Yo pasé por eso, seguramente tú también, y este chico no es la excepción.

El duelo es un proceso en el que vamos asumiendo la situación, no exenta de dolor y sufrimiento, pero si llena de aprendizaje para un futuro.
Debemos amoldarnos a la nueva vida que tenemos, y eso requiere un tiempo de adaptación y asimilación.

miércoles, 31 de mayo de 2017

Mis errores... (Parte I)

Un corazón roto en un momento de debilidad puede hacernos cometer grandes errores de los que después nos arrepentiremos.
Quién no ha escrito una carta de amor a su ex declarando sus sentimientos?, quién no ha intentado cruzarse (forzando la situación) con la persona que le ha dejado para actuar como si la situación fuese accidental?, quién no ha pronunciado las frases “te quiero”, cuando la otra persona ya había roto la relación?.

No eres el único, ni serás el último. Yo lo hice. Y seguro que más de uno de los que entran aquí también lo ha hecho. Ante todo, he de decirte que es absolutamente normal

Ante una ruptura sentimental es difícil mantener la cordura. No quieres que la relación se rompa, e intentas por todos los medios, aunque sea con un mínimo resquicio de esperanza, recuperar a la otra persona a cualquier precio, y esto te empuja a hacer cosas que, con total seguridad, después te arrepentirás.
Nuestro miedo a perder a la persona a la que amamos, el tener que asumir que a partir de entonces debemos seguir caminos distintos en la vida, no es fácil. La resignación es lo último que queremos, y luchamos para no conformarnos. Es precisamente en esta lucha de no conformarnos cuando aparecen esta “situaciones” en las que, pasado un tiempo, no queremos ni recordar.

Os contaré algunos de los errores que cometí una vez mis ex me dejó para que os sirva de ejemplo.
Yo, a las pocas semanas que mi ex rompió conmigo, escribí un listado de las cosas que me gustaban de él, y también detallé aquellas cosas que no habían funcionado en nuestra relación desde mi punto de vista.
En lugar de guardarme esa hoja para mí, cometí el error de llamarle por teléfono y leersela.
Mi ex, alucinando, me escuchaba callado sin decir nada, mientras yo, con la voz temblorosa y llorosa, le leía "mi listado de la compra".
Mi ex no dijo prácticamente nada. Tampoco tenía mucho que decir.
La situación era totalmente ridícula, porque si bien mi ex me dejó sin decirme jamás que había dejado de quererme, era evidente que había roto conmigo por eso, pero yo no quería verlo en aquel momento.Y yo, en aquel monólogo telefónico, estaba intentando por todos los medios recuperar algo que ya estaba muerto... Obvio que necesité tiempo para darme cuenta de ello, pero el ridículo ya lo había hecho.

Qué estúpida me siento hoy viéndome a mí misma contenta por haber llamado a mi ex y haber hablado un rato después que él me había dejado!. Se puede ser más tonta??. Por suerte, él eso, no lo sabe...

Lo mejor vino pasados unos meses. Por aquel entonces yo escribía un diario, un diario que solo leía yo y en el que contaba mis más sinceros sentimientos hacia él: como había vivido la relación, como llevaba la ruptura... en fin, los sentimientos más íntimos que no se los cuentas a nadie.
No contenta con mi hazaña del teléfono, volví a repetir la acción, enviándole por email aquel diario. Es lo peor que pude haber hecho...
A los pocos días lo llamé, para preguntarle si lo había leído, y él, visiblemente molesto, me dijo que si, aunque no quiso entrar demasiado en el tema. Me dió largas y era evidente que no quería hablar conmigo. Enviarle aquel diario fue un grandísimo error!.

En otra ocasión, concretamente el último día que lo vi, y haciendo una semana que me había dejado, entre llantos le hice la pregunta más tonta que le he podido hacer: "qué voy hacer yo ahora sin ti?". La respuesta era obvia: seguir mi camino. Pero yo en aquel momento necesitaba soltar aquellas palabras, y creo que lo hice sin pensar.
Lamentable recibí como respuesta por su parte, y de muy malas maneras: "Y a mí qué me cuentas??, ese es tu problema!!".

Como veis, yo también hice el ridículo en muchas ocasiones. Pero sabéis qué?, no me arrepiento. No me arrepiento porque en aquel momento era lo que yo sentía, y porque no puedo perder la perspectiva que aquellos tiempos fueron muy difíciles para mi.
No debemos culpabilizarnos por cosas ridiculas que hayamos hecho: nosotros queríamos mucho a una persona, y lo que hicimos fue fruto de ese amor que sentíamos por ellos. Y en eso, no hay nada de malo. Es comprensible, es lícito y es humano.