sábado, 28 de octubre de 2017

Pero... dónde estás?...

Resultado de imagen de donde estas? 

Parece increíble que después de haber vivido y compartido tanto con una persona, ésta decida romper la relación y desaparezca para siempre.
En su momento, a mí no dejaba de sorprenderme que mi ex, después de 2 meses de idas y venidas, decidiera romper todo contacto conmigo y desapareciera sin dejar rastro, como si se lo hubiera tragado la tierra!.
Ni una llamada, ni un mensaje, ni un email … preguntándome qué tal estaba. Sólo recibí un mensaje aquellas Navidades para felicitarme las fiestas, cuando ya habían pasado unos 6 meses desde la ruptura y llevábamos varios meses sin comunicación alguna, a partir de entonces recibí algún contacto muy esporádico, quizás cada 4 ó  5 meses, pero siempre eran contactos muy escuetos vía mensaje de móvil y volvía a perderle el rastro otra vez, hasta que un día desapareció definitivamente. Yo me preguntaba en todo momento si todo eso era normal, como era posible que se hubiera olvidado de mí después de tantos años juntos.

Por un lado, deseaba que volviese a aparecer, porque eso significaba que no se había olvidado de mí, pero por otro, sabía que no era lo mejor para mi recuperación. Yo veía poco probable que mi ex quisiera volver conmigo, por lo menos a corto plazo, y el contactar no haría otra cosa más que despertar viejas fantasías que no se cumplirían en un futuro próximo y que tendría efectos terribles en mí, pues aún me encontraba en pleno proceso de duelo.

Evidentemente todo tiene un porqué, y descubrí el motivo pasado bastante tiempo. Nuestros ex no se han olvidado de nosotros, sobre todo en el caso de que la relación fuese larga, hubiera proyectos de futuro… en definitiva, una relación que ha calado hondo a nivel emocional y que ha dejado huella no se olvida de la noche a la mañana, o mejor dicho no se olvida nunca. Pero, entonces por que han desaparecido?.

1.       La primera pregunta que me hago es: “para qué reaparecer?”. Si ellos han finiquitado la relación, para ellos ya no tiene ningún sentido el volver a aparecer. Ellos ya capitularon, y desean superar las últimas fases del duelo cuanto antes, si siguen en contacto con nosotros ese proceso se le hará más difícil.

2.       Nos llevan ventaja. No olvidemos que ellos nos llevan tiempo de ventaja en relación al duelo. Mientras que a ellos la decisión de romper les viene dada, a nosotros nos ha sido impuesta. Queramos o no esto es lo que hay, en cambio como la decisión de romper la han decidido ellos les es más fácil pasar página que a nosotros. Además, mientras ellos decidían si romper con nosotros o no, seguían la relación a nuestro lado, haciendo el duelo y la toma decisión de romper mucho más llevadera para ellos. En cambio nosotros hemos tenido que elaborar el duelo en soledad, sin su compañía.

3.       Somos su pasado. Quieren rehacer su vida y nosotros ya no formamos parte de ella en la actualidad. No es que se hayan olvidado de nosotros, simplemente que quieren capitular una parte de su vida. Retomar el contacto significa no cerrar esa puerta. En muchas ocasiones, quieren rehacer su vida sentimental con otra persona, otra veces simplemente quieren estar solos un tiempo para cicatrizar las heridas de una ruptura (si, ellos también la sufren), si siguen contactando no conseguirán rehacer su vida.

4.       “Por que ni siquiera me llama para saber cómo estoy?”: simplemente porque no quiere saberlo. Y no quiere saberlo porque si llama, sabe que se arriesga a abrir la caja de pandora, a remover la mierda que había dejado bien acomodada hace meses. No son tontos. Ante un conflicto, mejor dejar las cosas como están y desaparecer.

5.       Al hilo del punto anterior: Si no llaman ni aparecen, se evitan una posible bronca por nuestra parte, y si no es una bronca, también se pueden evitar una buena llantera por nuestra parte, reproches, súplicas… Evitan ese mal momento. Seguramente durante el momento de la ruptura lo tuvieron que vivir, para qué volver a repetir la situación?... Pensad que siempre que aparecen lo hacen a través de un mensaje de móvil, un email... casi siempre vías de contacto indirectas, casi nunca usan el teléfono por ejemplo, que sería un contacto directo.

6.       Para no hacer daño. Saben que no tienen nada que ofrecernos, entonces, para qué llamar?, para hacer daño a la otra persona?, para ilusionarla cuando no tienen nada para darnos?. Aunque a nosotros nos puede parecer frialdad, muchas veces detrás hay más sentimiento y sufrimiento de lo que nos creemos. Saben que una llamada, un volver aparecer puede generar mucho dolor en una persona dejada.

7.       Están con otra persona. Esta es la que más duele. Porque significa que han pasado página y ya han rehecho su vida, y nosotros ya formamos parte de un pasado muy lejano. Estos casos es mejor no saberlo, sobre todo si ha pasado poco tiempo desde la ruptura. 
Yo así fue como descubrí que mi ex había rehecho su vida con otra persona: porque desapareció para siempre.


En cualquier caso, yo sé que duele no recibir noticias de nuestros ex, porque lo que nosotros percibimos en ese gesto es abandono, olvido, indiferencia… por su parte. Pero creedme, y os hablo desde la experiencia, es mejor que no vuelvan a contactar, sobre todo si la relación ya no tiene ninguna oportunidad, está herida de muerte.
Como os conté al principio del post, mi ex mantuvo el contacto conmigo durante poco más de un año después de romper conmigo. Aparecía con un mensaje de móvil, que por supuesto yo no dudaba en contestar una y otra vez, para recibir un silencio por su parte. Y no volvía a recibir ningún mensaje suyo hasta pasados unos cuantos meses…
Pues bien, en cada silencio suyo yo tenía que levantarme emocionalmente otra vez, porque de ese mensaje yo siempre esperaba algo más que nunca llegaba. Me llenaba de ilusión, fantaseaba con un posible regreso… para después caer al vacío y vuelta a empezar.
Era absolutamente agotador.
Por eso, pasado un tiempo, decidí no volver a responder. Y así lo hice estas Navidades pasadas cuando apareció.

Hacedme caso, pensad solo en vosotros, en vuestra recuperación, en vuestro bienestar, nadie más que vosotros lo hará.

jueves, 19 de octubre de 2017

Una ayudita por favor...

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Una ruptura de pareja puede suponer, y mucho, una merma en nuestra autoestima. No solo te han abandonado, si no que la otra persona a la que has amado y por la que has dado tanto por ella, no te ha elegido para seguir el camino a su lado.

Las fases del duelo se suceden, pero no consigues sentirte mejor. A mí me pasó. Ya habían transcurrido 6 largos meses desde la ruptura, y en lugar de mejorar, cada día estaba peor. 

No conseguía comprender porque mi ex me había dejado y siempre con la incertidumbre de si iba a volver o no, si la ruptura era definitiva o era simplemente un impás en nuestra relación. Ya comenté en anteriores posts que yo no tuve la posibilidad de una charla sincera con mi ex, de sentarnos tranquilamente y hablar sobre la ruptura. En lugar de ello, todo fue por teléfono y por mensajes de texto. Pese a que yo le había pedido sinceridad por su parte y le rogué en varias ocasiones el poder hablar cara a cara, lo único que conseguí fue quedar con él en una estación de autobuses durante no más de 40 minutos, de los cuales habló de banalidades durante 20 minutos, y tratándome mal los otros 20, después que yo le sacase el tema de la ruptura viendo que él se iba por las ramas. No eran maneras… 

Con todo este coctel, yo tenía que elaborar un duelo, y enterrar 6 años y medio de relación a distancia, en el que había mucho esfuerzo por mi parte, mucho amor, muchos planes e ilusión. No era una tarea fácil. Y si a eso le sumamos el divorcio de mis padres, que mis amigos me dejaron de lado, moobing en el trabajo que culminó con un despido fulminante… el atragantamiento estaba asegurado…
Mi duelo, después de 6 meses de ruptura, se había estancado.

Creo que cualquier esfuerzo que hagamos para poder mejorar será positivo. Por supuesto me refiero a cualquier actividad que nos aporte y nos haga salir del pozo.
Una charla con un psicólogo no es una excepción. Yo decidí tomar ese camino. Necesitaba ayuda con urgencia.

Elegí a una chica que tenía la consulta cerca de casa. En las primeras sesiones yo tenía la sensación que estaba perdiendo el tiempo. Yo hablaba, hablaba y hablaba, y también lloraba, lloraba y lloraba. Mientras que del otro lado, lo único que yo veía era una persona observándome y apuntando en un cuaderno.
En realidad, el profesional está escuchando y tomando notas. No conoce nuestra historia, no sabe quiénes somos, qué es lo que nos duele, y qué es lo que no nos deja avanzar en la vida.
Yo fui muy clara desde un principio: acudía a su consulta porque no era capaz de superar la ruptura, y estaba sufriendo mucho.

Pasadas unas semanas, no recuerdo cuantas, la otra persona que hasta entonces parecía muda, habló. Yo me quedé sorprendida, sobre todo porque me hacía ver un punto de vista diferente, muy distinto al mío. Y me ayudaba a comprender cosas que hasta entonces eran imposibles para mí.
Me hizo ver la situación desde un prisma diferente, y sobre todo, analizar lo que había sucedido, el por qué y a aceptar que, si bien no podemos cambiar lo que ha pasado, si podemos aprender aceptar las cosas como son, aunque eso lleve un poco de tiempo.

En cada sesión sufría, sufría porque me dolía lo que escuchaba, pero por otro lado sabía que era bastante cierto, y que tenía que asumirlo para poder seguir avanzando.
En muchas ocasiones no quieres escuchar lo que te están diciendo, pero debes hacerlo, porque solo de esa manera serás capaz de resolver el conflicto.

Siempre se sucedía la misma secuencia: me presentaba a las sesiones muy revuelta, con un pensamiento, un sentimiento, con algo que había sucedido... que me estaba matando por dentro. Se lo vomitaba a la psicóloga que me escuchaba atentamente. Ella me ayudaba a analizar la situación, hacerme ver otro ángulo diferente, y yo, en muchas ocasiones, me negaba a ver la realidad, simplemente no quería verla. 
Después de la sesión salía con mucha angustia, pero con una idea, con un análisis, con un punto de vista distinto que me ayudaba a ver todo de otra manera.
Me acompañaban días de llanteras, de noches sin dormir, de encontrarme y sentirme perdida, sin salida... para pasar a una situación de resignación (no se puede cambiar nada) y aceptación.
Por supuesto entre medias pueden producirse estadio de ira, de rabia y negación.

Y así, poquito a poco fui avanzando. Tengo claro que muchas cosas que logré, jamás lo hubiera conseguido de no haber ido al psicólogo.
Si estáis en la misma situación que yo, os animo a que os lo plantéis.

Entiendo que el tema económico puede ser un gran problema, pero seguro que hay sesiones en grupo que no son caros y que también os pueden ayudar.

En mi caso, no solo me ayudó con mi ruptura, si no también con la separación de mis padres, la situación vivida en el trabajo...

jueves, 5 de octubre de 2017

Gracias...?

Resultado de imagen de gracias?“Bueno, por lo menos te ha dejado que rehagas tu vida…”. Esta frase la escuché a modo de agradecimiento hacia mi ex no una, sino varias veces por parte de gente cercana a mí cuando yo les hablaba sobre mi ruptura.  Como una nueva oportunidad para mí, como un halo de esperanza para comenzar de nuevo, o como una puerta abierta a una nueva vida después de la ruptura.
Parecía que yo tenía que estar agradecida por esta nueva oportunidad que me había regalado la vida, o mejor dicho mi ex, cuando yo en realidad no quería nada de esto.
Es evidente que la gente no lo decía con mala intención si no que querían ayudarme, darme un empujoncito para avanzar en mi recuperación, sin embargo en mí, aquella frase producía el efecto contrario.

Yo nunca elegí estar aquí, tener que ser dejada y tener que afrontar una ruptura. Fue mi ex quien, rompiendo la relación conmigo, me empujó a elegir otro camino distinto en mi vida que yo no quería tomar. Yo quería estar a su lado, formar una familia y tener un futuro en común. Está claro que él no, o por lo menos no lo quería conmigo (y lo respeto).
Yo a él no le debo nada, más que los bonitos momentos compartidos, lo que me enseñó y me aportó como persona durante el tiempo que estuvimos juntos, pero desde el primer momento que él decide romper la relación ya no le debo nada. Lo que me ofreció no fue una nueva oportunidad en mi vida, si no la única opción que yo tenía que no fue otra que seguir mi camino sin él.

En realidad él no me deja para que yo rehaga mi vida, si no para que él rehaga la suya. Que yo rehaga mi vida a mi ex no le importa y está claro que no es el objetivo principal de dejarme, sino un daño colateral de tomar dicha decisión. A mí no me quedó otra, no tuve otra opción más que superar la ruptura con mucho dolor y seguir mi camino, me gustase o no, por eso cuando me soltaban aquella frase me sentaba francamente mal, simplemente porque yo no tenía alternativa, no tuve ninguna otra opción que no fuese continuar con mi vida sin él.
A mí mi ex jamás me preguntó que me parecía si nos separábamos, si lo veía bien o me parecía la decisión correcta. Él simplemente descolgó el teléfono y rompió la relación, sin que mi opinión contase para algo, pese a ser el 50% de la relación… Aquí lo que yo pensase, sintiese o creyese no contó para nada.
Por eso aquella frase me dolía tanto… porque parecía que tenía que agradecerle el haberme dejado, parecía que yo le debía algo después de todo….

Que no os engañen, se han marchado para continuar su camino sin nosotros, ya no les importa lo que hagamos. Después de la ruptura no les debemos nada.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Italia. Parte II

"Cómo quiere la pasta?", me preguntaba cada noche el camarero del hotel, mientras sujetaba un paño con el antebrazo. Todas las noches se repetía el mismo ritual.
Si tenía suerte, compartía mi cena con otros huéspedes del hotel, aunque estábamos en mesas diferentes el escuchar otras conversaciones (aunque no fuesen en mi idioma) no me hacían sentir tan sola.

En cierta ocasión, estábamos un matrimonio y sus hijos y yo. El resto del salón estaba vacío. Yo cenaba tranquilamente, hasta que se marcharon. De repente, un silencio ocupó toda la sala, estaba yo, mi plato de pasta y... nadie más. Un agobio enorme me albergó el corazón, y no pude seguir cenando.
Me levanté, con un nudo en la garganta con el firme propósito de marcharme de allí cuanto antes, justo en ese momento salió el camarero alegre y sonriente, preguntándome si quería postre. Yo, a punto de romper a llorar, y sumamente agobiada le dije que no. Y desaparecí de allí.

Para evitar esta situación que se repetía con frecuencia, decídí bajarme a la noche siguiente con una guía de Italia. Así, mientras cenaba organizaba el día siguiente, sin tener que estar pendiente de si había gente o no.
A partir de entonces las cenas fueron un poco mejor.

A medida que iban pasando los días, yo me iba percatando que, quizás, la decisión de romper de mi ex había sido definitiva. Como comenté en alguna ocasión, mi ex no planteó la ruptura como algo definitivo, más bien parecía que dejaba la puerta abierta por si acaso. Así estuvo los 2 primeros meses que mantuvimos contacto después de haberme dejado.
Yo le preguntaba en aquellas conversaciones si de verdad era algo que no tenía marcha atrás, a veces me decía que si, a veces que no, y otras que no lo sabía...
Pero en el viaje es la primera vez, después de 3 meses de ruptura, que empiezo a plantearme de si de verdad esto ya no tiene vuelta atrás. El solo hecho de pensarlo me generaba auténticas crisis de ansiedad, asique para evitar estas situaciones, y teniendo en cuenta que estaba sola, lejos de casa y que era mi primer viaje en solitairo, apartaba esa idea de mi mente.
Pero el episodio que más me chocó fue cuando, una noche mientras dormía, soñé que iba en coche descapotable, riendo, recorriendo aquellas tierras italianas, y a mi lado, acompañándome estaba mi ex. Él también estaba disfrutando como yo de aquel viaje y se reía y el sol le iluminaba la cara... Que desagradable sorpresa me llevé cuando, al despertar, descubrí que solo era un sueño, y que me encontraba durmiendo en una cama inmensa yo sola, en un hotel perdido de Roma...

Yo mantenía mi mente ocupada y mi tiempo, recorriendo aquellas calles, aquellos monumentos y ciudades, lo que me permitía aliviar un poco la pesadez que llevaba, pero a medida que van pasando los días, siento la necesidad de volver a casa.
Echaba de menos a mi familia, mi casa, mi cama, y sobre todo, el no sentirme tan sola todo el tiempo...

El día de mi regreso, ya en el aeropuerto de Roma, mientras estoy facturando la maleta, veo a una pareja, él italiano, ella española, que se despedían. Ella lloraba, y él sonreía. Ella volvía a España, supongo, después de haber pasado unos días con su pareja. Cuántas veces habré vivido yo aquella escena con mi ex?, 50?, 80?, 100?, 200 veces?... Imposible calcularlo, y es que 6 años y medio de relación a distancia dan para mucho.
Me quedé observando a aquella pareja mientras se despedían. Para ella se notaba que era duro. Pregunto si seguirán juntos...

sábado, 23 de septiembre de 2017

Italia. Parte I


Imagen relacionadaItalia debe ser unos los países más bonitos para recorrer, en cada rincón se respira historia, arte, cultura… Y yo llevaba demasiado tiempo queriéndolo conocer. Pero como todo en la vida, uno planea y las situaciones y las circunstancias deciden, y a uno no le queda más remedio que adaptarse. Eso me pasó a mí… Siempre que imaginaba el viaje a Italia, mi ex estaba a mi lado disfrutando de aquel país que tanto ofrecía, los dos juntos recorríamos sus calles, visitábamos sus museos y monumentos y charlábamos con la gente de forma animada, intentando empaparnos lo máximo posible de su cultura y costumbres. Nada de eso sucedió.

Pisé suelo italiano apenas 2 meses después de la ruptura, con la única compañía de una maleta sin saber muy bien que hacía allí. En principio mi objetivo era pasármelo bien, disfrutar de aquel país de la misma manera que me lo había imaginado cientos y cientos de veces en mi mente, pero la circunstancias habían cambiado drásticamente, y yo me encontraba en pleno proceso de duelo, intentado digerir una ruptura que me había venido grande, que no era capaz de asumir ni de entender, y con el firme convencimiento que la situación era totalmente reversible.
No, no lo tenía ni mucho menos asumido, de hecho, aún me encontraba en estado de shock total. Y con este panorama, mi padre me llevó al aeropuerto, no sin sus dudas de que quizás, ese viaje no fuese una buena idea para una chica sola, por supuesto, nunca me dijo nada ni se opuso, pero yo podía intuir sus pensamientos a través de su mirada y de su nerviosismo.
Yo, por mi parte, hasta ese momento me sentía segura de mi decisión. Unas cuantas semanas atrás había tomado la firme decisión de no quedarme en casa en mis vacaciones, sinceramente, no podía haber algo más deprimente que pasarme las 2 semanas de vacaciones tirada en la cama, llorando desconsolada y esperando una llamada...

Con Internet como máximo aliado, organicé mi viaje en función de las ciudades que quería conocer:  Roma, Napoles, Florencia y Venecia. El enlace entre las ciudades lo haría en un coche alquilado, asique partiendo de esta información, busqué hoteles y todo lo que se podía ver en cada una de estas ciudades. Me hice un planning de lo que iba a ver cada día, y con esa lista me presenté aquella mañana de Agosto en el aeropuerto dispuesta a coger un avión que convertiría mi listado en una realidad palpable.

No fue hasta que cogí el metro de Roma, cuando me di cuenta que estaba totalmente sola. Subí al tren con 4 españoles, que si bien no intercambiamos palabra alguna, el escucharles me hacía sentir que íbamos juntos a alguna parte. Bajamos en la misma parada, pero ellos se desviaron unas calles más adelante, y a mí aún me tocaba un largo recorrido por hacer con una pesada maleta y una calle cuesta arriba. Fue precisamente en ese instante, cuando los 2 grupos nos separamos, cuando me di cuenta que si, que estaba sola, yo, mi maleta y mi dolorosa ruptura sin asumir… Me tocaba seguir mi camino.
No creo que sea capaz de encontrar las palabras exactas que puedan describir lo desolador que estaba siendo la situación para mí. De golpe apareció un nudo en el estómago, una sensación de pesadez, de vacío absoluto, de tristeza, de agobio, de desesperación, y sobre todo, de soledad… Yo miraba aquella cuesta arriba y veía imposible el poderla subir, tuve que parar varias veces para tomar aire y poder continuar. Hacía un calor tan insoportable que el aire era imposible de respirar, se me secaba la boca y me faltaba el aire, tenía una sed espantosa. Cada esfuerzo para subir la cuesta se me hacía cada vez más duro e imposible, pero no tenía alternativa.

Por fin llegué al hotel, apenas lo vi al final de la calle sentí un enorme alivio. Una vez que pasé el check-in y me llevaron a la habitación, cerré la puerta y empecé a revisar el cuarto. No era especialmente grande, pero estaba bien. Me senté en aquella cama de matrimonio intentando descansar del viaje, y de repente una enorme angustia me invadió. No sé si fue el verme sola, el cansancio del viaje o que simplemente no llevaba un buen día, pero lo cierto es que tuve que levantarme con urgencia y encerrarme en el cuarto de baño. Allí rompí a llorar desconsoladamente, las lágrimas, la ansiedad, la tristeza y la desesperación no me dejaban respirar, mientras me preguntaba qué hacía allí, dónde estaba mi pareja y si él algún día iba a volver.
Creo que fue justo en ese momento cuando salí del estado de shock en el que llevaba viviendo los últimos 2 meses, me di cuenta que estaba sola, y lo estaba porque mi pareja me había dejado, y que seguramente se había marchado para no volver jamás.
Cuando conseguí tranquilizarme, salí del cuarto de baño con los ojos rojos e hinchados, y rebusqué entre mi bolso hasta que encontré una bolsa de plástico que contenía un bocadillo que mi padre me había preparado aquella mañana. Entre lágrimas me lo comí, pensando en el viaje en coche de mi padre aquella mañana, lo recordé y lo eché de menos, a pesar que nunca tuvimos una buena relación, pero aquel bocadillo me recordó que había alguien, si había alguien a unos cuantos kilómetros de distancia que me quería, que había tenido el cariñoso gesto de prepararme un bocadillo para que tuviera algo que comer durante el viaje. Creo que fue el gesto más humano que había tenido aquel triste día.
Mientras me comía el bocadillo y las lágrimas recorrían mis mejillas, comencé a escribir como me sentía en aquel momento. Los ojos humedecidos apenas me dejaban ver lo que estaba escribiendo, y continuamente tenía que limpiarme las lágrimas.

Me di cuenta que no podía estar así. Que tenía que disfrutar de aquel maravilloso viaje, que Italia me esperaba y Roma, estaba bajo mis pies deseando a que la recorriera.
Eran las 4 de la tarde, asique cogí mi cámara, mi mochila, y teniendo los ojos aún humedecidos acudí a la llamada de Roma. Al salir del hotel tomé aire, y me relajé, cogí el metro y me planté en el centro de la ciudad. Ya tenía otra actitud, otra mirada, estaba ilusionada por algo.
Nada más salí de la boca del metro El Coliseo me estaba esperando. Se me cortó la respiración de la emoción. Y entonces, justo en ese momento, por fin, sonreí.