A la tristeza del “te han dejado”, en diversas
ocasiones hay que sumar las malas maneras de la persona que te rompe el
corazón, y si a eso le añadimos una elevada idealización hacia el ex, os garantizo que tendremos el atragantamiento asegurado.
Ya
comenté en mi anterior post que sacaría los trapos sucios, aquellos
aspectos dolorosos y terriblemente dañinos de mi ruptura, y también, por
qué no decirlo?, de lo que fue mi agónica relación en sus últimos
meses.
Es doloroso, os lo puedo
asegurar, el tener que tocar aquellos palos que prefieres no recordar,
pero a la vez, es necesario.
Él no lo hizo todo bien, ya lo comenté
antes, aunque él quiso venderme lo contrario, y sin embargo, el sacar
los trapos sucios, es una herramientas poderosa de desmitificación hacia
mi ex.
Durante la relación:
No
volveré a contar los detalles, ya que lo he hecho en el anterior post. Pero mi ex
llevaba tonteando con otra persona desde hacía algunos meses antes de
romper conmigo.
Según él, un antiguo amor de adolescencia que apareció sin él buscarla.
Siempre
basándome en su versión (lo nuestro era una relación a distancia y para
mí es imposible el poder comprobarlo), solo hablaban por teléfono. Él
comenzó a enamorarse de ella, y decidieron quedar a mis espaldas en la
primera ciudad de mi ex, aprovechando que ese fin de semana yo me iba de
viaje.
Él le confiesa a ella lo que siente, y ella lo rechaza. Esa misma semana mi ex rompe conmigo por teléfono.
En
mi caso, no hubo ninguna infidelidad (o eso parece), pero si hubo una
deslealtad evidente. Él me mintió, y un tonteo inocente lo llevó
demasiado lejos.
Al principio, él
se sintió culpable por lo que había hecho. Pero, por increíble que os
parezca, le dio la vuelta a la tortilla y llegó a justificarme su actitud,
no exento de malas maneras, aludiendo que nuestra relación estaba mal
desde hacía tiempo, y que bueno, al final y al cabo, entre ellos nunca
había pasado nada más que un tonteo… Siempre me he preguntado qué
hubiera pasado si hubiera sido al revés, si la que hubiera tonteado con
otra persona hubiera sido yo y no él…
Él sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien, sabía que me estaba engañando, ocultándome cosas, asique me confiesa lo que había estado haciendo para quitarse el peso de la culpabilidad, y justifica la ruptura diciéndome que no está bien que él esté conmigo pensando en otra persona.
Es evidente que me deja porque ya no me quiere, porque de haber querido seguir conmigo, jamás me hubiera confesado el tonteo que tenía con esta chica.
Los meses previos a la ruptura soporté malas contestaciones por su parte. A preguntas simples, recibía un mal gesto, una mala respuesta.
Siempre
justifiqué su actitud, achacándolo a que tenía problemas en el trabajo
desde hacía tiempo. Ahora que lo veo desde la distancia, no solo me he
dado que cuenta que eso no era del todo cierto, pues además de los problemas laborales él estaba dejando de quererme, sino que además yo no me merecía ese trato.
Recuerdo
una tarde en la que yo, cansada de los viajes, de la relación a
distancia y viendo que por más que luchaba no conseguíamos juntarnos en
una única ciudad, me eché en la cama a llorar desconsolada, sinceramente
estaba muy cansada de estar así, llevábamos 6 años y medio… Él, en lugar
de consolarme, de apoyarme, de ni siquiera darme un abrazo, lo que
recibí fue con una voz distante y fría: “venga!, levántate y deja de
llorar que tenemos que irnos a casa de mi madre a comer!”.
Cuando tiempo después le recrimé su actitud (ya me había dejado), me dijo que no se acordada de aquello, y ni siquiera me pidió disculpas.
Eso
sin contar la tarde en la que me soltó con frialdad y hasta con cierto
fastidio (no recuerdo de que estábamos hablando en ese momento): “A ti
lo que te gusta es que te la metan!”. Y si, me lo dijo en el sentido que
estáis leyendo.
Creo que nadie en mi vida me había hecho sentir tan humillada…
Pero si durante los meses previos a la ruptura tuve que soportar este tipo de bajezas por su parte, la ruptura fue mucho peor.
Después de dejarme:
Mi
ex solo tenía que esperar una semana para poder plantearme la ruptura
cara a cara, es decir, romper como un señor, ya que yo iba a viajar a su
ciudad al fin de semana siguiente.
Pero
pudiendo utilizar una manera elegante de romper, decidió que lo mejor
sería dejarme por teléfono, método cutre, solo superado por un mensaje
de WhatsApp… Cuando te dejan por teléfono, te hacen sentir que no vales,
que eres poca cosa, que ni siquiera eres merecedor de una charla
sincera.
Y
si, viendo las maneras que él tuvo conmigo es innegable que yo, para
él, no valía mucho, porque de lo contrario hubiera obrado de otra
manera.
Puede
que no haya tenido las agallas de hacerlo cara a cara, que no haya
tenido la valentía suficiente para poder hacerlo, quiero pensar que ha
sido por eso…
Tras romper conmigo, estuve
una semana insistiéndole de vernos para poder hablar personalmente, me dió muchas largas, pero al final accedió a quedar
en la estación de autobuses. Por supuesto, se asegura que la charla
no se alargue demasiado: queda conmigo a las 7 de la tarde, y saca el
billete de vuelta a las 8… Era un finiquitar rápido en toda regla.
La
conversación en realidad fue un monólogo por su parte, malgastó 20
minutos de los 60 que teníamos hablando de su cuñada, de su hermano, del
trabajo… Miro el reloj. Solo me quedaban 40 minutos. Viendo que él no
tenía ni la más mínima intención de hablar de lo nuestro, le saco el
tema de la ruptura y se le cambia la cara. A partir de ahí se pone a la
defensiva conmigo. Y empiezan las malas maneras, las malas
contestaciones y alza un poco la voz.
Le
hice la pregunta más tonta, pero a la vez la más sentida y profunda por
mi parte: “Que voy a hacer ahora yo sin ti?...” Os lo juro que se lo
pregunté sin pensar. A lo que él no dudó en responderme alzándome la voz
y haciéndome un gesto de rechazo: “Y a mí que me cuentas??, ese es tu problema!!”.
Las personas que estaban sentadas alrededor nuestro en aquel bar de la estación, se dieron la vuelta a mirarnos.
Creo
que no eran ni las formas ni lo que debía decir en aquel momento. Yo lo
estaba pasando francamente mal, y estaba siendo terriblemente cruel
conmigo.
Por supuesto, 20 minutos antes de la salida del autobus, cortó la conversación y me dijo que se marchaba.
Los
días siguientes solo hablábamos por teléfono. Y si, tuve que escuchar
de su boca un rosario de quejas, quejas que nunca había escuchado en más
de 6 años de relación. Fue un “me quito mi parte de responsabilidad” en
toda regla, para no tener que asumir la parte que me corresponde.
Siempre es más fácil echarle las culpas de todo a los demás.
Me
hizo sentir el ser más despreciable, más malvado y miserable, todo,
después de lo que yo había hecho por él y la relación durante muchos
años.
Se quejó que yo
nunca lo llamaba por teléfono, que no era cariñosa ni afectuosa con él,
que nunca le había dicho que lo quería, y de un listado bastante extenso
que ahora no recuerdo, ya que ha pasado bastante tiempo, pero os puedo
asegurar que se despachó a gusto, para finalmente sentenciar con un
“pero bueno, ahora ya da igual, ya no puedes hacer nada…”. Y claro que
ya no puedo hacer nada, si me lo dices después de haberme dejado…
Durante
los 2 meses que mantuvimos contacto telefónico después de la ruptura,
yo necesitaba aclarar muchas cosas, muchos puntos que no tenía nada
claros. Tenía montones de preguntas sin respuestas, que él ya se encargó
de no responderme jamás.
Por
supuesto a cada pregunta mía, venía una mala respuesta, con malas
maneras y malas contestaciones. Me alzaba la voz, aprovechaba para
reprocharme cosas de las que nunca se había quejado, me respondía con
evasivas, cambiando de tema, me liaba diciéndome que no sabía si la
situación era definitiva o no, si iba a volver o no. Le pregunté
millones de veces si me seguía queriendo, a veces me decía que si,
otras, que no lo sabía. Dos meses en los que me volvió loca. Hasta que
desapareció.
Pasados
unos meses, quise retomar el contacto para ver la posibilidad de poder
hablar tranquilamente con él y poder aclarar mis dudas. Le hice algunas
preguntas, que él no tenía ningunas ganas de contestar.
Le hice la pregunta clave de todo este lío: “has dejado de quererme?”, y su respuesta fue: “que él había tenido la sensación que la que había dejado de quererle había sido yo”.
Yo no podía creer lo que estaba escuchando. Lo cierto es que no me
quiso dar más explicaciones sobre esta afirmación que a mí me había
dejado de piedra, cambió de tema y se fue por las ramas.
A
partir de entonces la conversación se torna distante, y le pregunto si
está ocupado, si le he pillado en un mal momento, a lo que me responde
que está “ocupado jugando con la consola”. No haré ningún comentario
sobre esto último, porque creo que sobra y es bastante lamentable.
Después de aquel desprecio, no volví a contactar con él.
Mi ex no lo hizo todo bien, como me quiso hacer creer. Ni fue él tan perfecto, ni yo tan mala.
Os he hecho, a modo de resumen, una pincelada de lo que sucedió, aunque pasaron más cosas, pero bueno, esto es lo que más recuerdo y lo que más me dolió en su día.
Creo que si estais en la fase de idealización hacia vuestro ex, es importante que podais hacer una lista de sus errores, de sus fallos, para devolverlo al mundo terrenal de los seres humanos comunes, y bajarlo del pedestal donde lo habeis subido.
Cuando ves las cosas desde otra perspectiva, no solo te quitas un peso de encima, si no que además, estás más cerca de la realidad, y ganas la capacidad de sacar conclusiones reales y valiosas para no repetir en una relación futura. Y sobre todo, aprendes a valorar lo que hiciste, lo que eres y lo que tienes, que seguramente no será poco...