miércoles, 29 de agosto de 2018

El malabarista

Unos dos meses antes de producirse mi ruptura, encontré un nuevo trabajo. Yo llevaba algunos meses en el paro, lo que me generaba cierta inseguridad no solo económica sino también de futuro.
El haberme quedado sin empleo empeoraba, y bastante, la situación que yo tenía con mi ex, porque suponía que todos los planes futuros que teníamos se paraban o se posponían. Cierto es que yo no era totalmente consciente que mi ex llevaba tiempo sin querer formar parte de ellos, pero yo aún no lo sabía...

La cuestión es que por aquel entonces tuve mucha suerte. Encontré un trabajo bien pagado en una de las mejoras empresas de mi sector, y pensé que mi dicha, por fin, había cambiado.
Lo que yo no sabía, me di cuenta tiempo después, es que el sueldo iba a estar acorde con el nivel brutal de exigencia...
Cuando entras a formar parte de una de las mejores empresas, quieres dar lo mejor de ti, quieres demostrar lo que vales, pero yo no conté con el hecho de que mi ex me iba a dejar tan solo unos 2 meses después de haber entrado a trabajar...Y mi situación empeoró notablemente.

No solo estaba emocionalmente inestable, sensible y dolida por todo lo que estaba viviendo, también me sentía absolutamente desbordada por la exigencia del nuevo puesto de trabajo.
Además, mis padres estaban a punto de separarse, y aunque tomaron la decisión final casi un año después, el ambiente que había en mi casa era irrespirable.
Si a eso le sumamos el abandono por parte de mis amigos en muy poco tiempo, esto daba como resultado una auténtica olla a presión a punto de explotar.

Yo viví situaciones kafkianas día si y día tambien. Recuerdo estar en reuniones de trabajo y tener que levantarme en un mar de lágrimas, intentando cubrirme los ojos para que el resto de compañeros no me vieran.
Tiempo después me di cuenta que estaba inmersa en una depresión profunda, pero en lugar de parar, decidí seguir. No sé si fue un error, solo sé que fue la decisión que tomé porque no era realmente consciente de la situación que estaba viviendo en aquellos momentos.

Estaba en el trabajo, pero estaba distraída. Me confundía, cometía muchos errores, y me llevé montones de broncas por parte de mi jefe directo, superiores y hasta de compañeros.
Mi situación de ruptura mermó hasta tal punto mi autoestima, que yo, frente al resto de compañeros de trabajo me sentía insignificante.
Cuando te sientes pequeño, no es raro que los de tu entorno lo noten e, inconscientemente, aprovechen la ocasión para hundirte aún más. Llegué a tener un compañero que no quería trabajar conmigo (no recuerdo el motivo), y así se lo hizo saber a mi jefe. Yo no estuve en aquella reunión, pero estoy segura que no me dejó en un buen lugar ante mis superiores...
Las broncas, reuniones de trabajo con amenazas de despido se sucedieron una y otra vez. Yo quería darlo todo, pero no podí, y la situación que estaba viviendo en la empresa no me ayudaba a levantar cabeza.

Cuando llevaba en la empresa un año, mis padres se separan, y comienzo a sufrir acoso laboral: primero con amenazas continuas de despido, me obligaban a firmar documentos en los que yo me comprometía a vender más (cuando eso no dependía de mí); cuando denuncié a la empresa por acoso, optaron por hacerme lo contrario: me ignoraban. No formaba parte de las reuniones ni de los planes de ventas.

Finalmente me despidieron.

Yo me sentía como un malabarista: en el trabajo tenía que lidiar con una situación difícil, en casa tenía que llegar y escuchar los llantos de mi madre porque su matrimonio se había hundido, mis amigos me dejaron y yo tenía que equilibrar todo este horror en mitad de una tormenta como fue para mí mi ruptura.
Yo no podía más, no podía seguir afrontando más dolor, más exigencias, no llegaba. No era capaz de solucionar nada ni de hacer algo bien. Todo me salía mal.
Había perdido la oportunidad de trabajar en una gran multinacional, de hacer crecer mi carrera, de mejorar mi aptitudes y de llegar lejos a nivel profesional, pero no pude con todo. Y buena parte de culpa la tiene la ruptura, que no mi ex, si no la ruptura en sí. Llegó en el peor momento posible, cuando yo tenía que dar lo mejor de mí misma.


Los momentos eran ajenos a la ruptura, pero relacionados con ella fue numerosos y dolorosos. Estoy segura que todo hubiera ido mejor de no haber tenido yo que afrontar la situación que tuve que afrontar en el momento que tuve que hacerlo.
No sé si a día de hoy seguiría trabajando en la misma compañía, pero estoy segura que no hubiera tenido que hacer de malabarista con el trabajo, mi familia, mi vida personal y amigos, intentándolo todo sin poder hacer nada, mientras veía como se caían las pelotas a mi alrededor, mientras me sentía torpe, incapaz y poca cosa.

Con mi ruptura yo perdí mucho más que a mi ex, perdí unos proyectos de futuro, un buen empleo y la capacidad de sentirme útil.
Sin embargo, cuando pasó el tiempo, me percaté que el haber perdido aquel trabajo es lo mejor que me pudo haber pasado: simplemente no era para mí.
Y gracias a ello, cambié mi concepto y mi idea de lo que es tener un empleo, de mi relación con mi puesto de trabajo y las expectativas de trabajar.

martes, 14 de agosto de 2018

Las secuelas...

Inevitablemente, un duelo que se ha dilatado en el tiempo, si o si, deja un rastro, una secuela en nuestra experiencia personal.
Yo no he sido muy consciente hasta que punto esas secuelas han dejado huella en mí, hasta que me he en visto en determinadas situaciones que me han recordado todo lo vivido estos años.

Recientemente, he conocido a una persona, una persona a quien le he gustado y con quien me siento a gusto. Por su parte, él viene de una separación traumática, difícil, como yo… Pero a él parece no haberle afectado demasiado. O eso es lo que me transmite…
La cuestión es que, por miedo, inseguridades, por recordar lo vivido todos estos años antes, durante y después de la ruptura, no me fío de él. Sabiendo que es una buena persona, pues es lo que percibo en cada momento, sigo sin sentirme segura a su lado.
Continuamente pienso que esta relación, que no ha hecho nada más que empezar, será un fracaso.
Miles de fantasmas se me acercan y me dicen al oído que, con total seguridad, esta persona me traicionará, o bien con otra persona o bien porque tenga una doble vida o porque hay algo que me oculta y no me lo quiere decir.
Lo cierto es que si lo pienso fríamente, esta persona no me ha transmitido nada de eso, pero los fantasmas siguen ahí.

Esta persona, se ha dado cuenta de mis inseguridades, pues así me lo ha expresado. Sabe que tengo miedo, sabe que no me fío al 100% de él. Conoce mi historia, y aunque no le parece algo tan terrible como para que me haya dejado estos miedos, de momento, lo respeta y me deja mi espacio.

No pensé en ningún momento que me encontraría tan asustada, tan insegura… ante una nueva relación. Y tampoco puedo negar que el sentirme de esta manera me llena de rabia, mucha rabia, porque me veo a mí misma muy débil, muy frágil y desprotegida, una situación que la vivo como algo increíble, teniendo en cuenta que mi ex me dejó hace ya varios años, tendría que tenerlo más que superado. Tendría que ser capaz a estas alturas, de permitir que alguien nuevo entre en mi vida, dejar que esa persona me conozca y dejar que esta relación siga su curso, para bien o para mal.
Pero en lugar de eso, mis miedos continuamente están boicoteando esta nueva historia y me despiertan pesadillas del pasado.

Controlar estas inseguridades por mi parte es difícil, pero no imposible. Por el momento, he sabido reconocer cuando entro en estado de pánico y me esfuerzo por ponerles remedio, aunque no siempre lo consigo.
Me he dado cuenta que entro en pánico cuando esta persona me propone situaciones que indican que la relación se va formalizando, como por ejemplo, cuando me dice que me quiere presentar a su familia, o cuando quiere que conozca a sus amigos.
Estas situaciones me recuerdan a cuando yo empecé con mi ex, hace ya muchos años, y me saltan todas las alarmas. Sin embargo, en lugar de evitarlas, las afronto, no exenta de miedo y de inseguridad, pero es que no quiero seguir alimentando el “monstruo” que no me deja avanzar en mi vida.

Como esta persona se ha dado cuenta de esto, le he pedido que sea paciente conmigo, que necesito tiempo, que vengo de un período de mucho dolor, de mucha soledad, y necesito adaptarme nuevamente a la vida después de haber salido del túnel de un duelo por ruptura sentimental. Parece que por el momento, él, lo entiende…

viernes, 13 de julio de 2018

El tiempo que no te mereces...

Una noche de principios de verano recibí una llamada de mi ex.
El contenido de la conversación no fue muy diferente a otras muchas veces: los problemas de trabajo, lo que habíamos hecho aquel día… Y poco más. Nada, absolutamente nada, me hizo sospechar lo que vendría después: una ruptura fulminante de la relación, después de estar juntos más de 6 años.

De esto ha pasado tiempo. Unos cuantos años ya.
Al principio, al verme dejada, la situación me superaba. Pensé que jamás podría superarlo, que jamás saldría del pozo. Me costó un trabajo de titanes, un esfuerzo a nivel emocional inmenso para poder seguir adelante con mi vida.
Ahora que ha pasado el tiempo, recuerdo esta etapa de mi vida como la más amarga, dura e injusta. 
Este tiempo de duelo, que no ha sido ni mucho menos corto para mí, no solo ha significado una búsqueda de mí misma, de nuevas ilusiones y un nuevo camino que seguir, también ha significado la dedicación de un tiempo a una persona que no se lo merece.
Y me explico.

Todo este período de años en el que he luchado para mantenerme a flote y salir adelante, y sobre todo, en pensar en mí misma y en mi bienestar, también ha sido un tiempo de dedicarle a mi ex, en forma de rabia, de pensamientos, de llantos, de frustración... en el fondo, él ha ocupado buena parte de este paréntesis que ha sido mi vida estos últimos años. 
Un tiempo, que a la vista del trato recibido por su parte, no se lo merece. 

Cuando te das cuenta del enorme regalo que le has hecho a esa persona que un buen día te abandonó, con pocas explicaciones, ocultándote la verdad, dejándote por teléfono... te sientes idiota. O yo por lo menos me siento así. 

Él, que no niego que habrá sufrido mucho al principio de la ruptura, al año y medio ya estaba con otra persona, rehaciendo su vida, haciendo planes de tu futuro con ella, en definitiva, pensando solo en él... mientras, yo, lloraba y lloraba esperando que algún día quisiera volver a mi lado, un llanto dirigido a él, a él que ya no me quería, que me había abandonado.
Año tras año, sufriendo por él, por su ausencia, dedicándole horas, horas y horas en pensamientos, en nostalgia, en rabias y tristezas. A él, que ahora que ha pasado el tiempo, me doy cuenta que no se merecía ni una sola lágrima mía.

Cierto es que mi periodo de duelo me lo exigía, y yo hice lo que mejor pude para poder superar el bache. Pero hoy, me doy cuenta de ese tiempo entregado a él, un tiempo que hoy veo tenía que haber sido para mí, para no tener la sensación de paréntesis.

Lo siento ex, pero de aquí en adelante, mi tiempo es MÍO.

sábado, 30 de junio de 2018

Sigo pensando en ti...

Una vez mi ex me había dejado y ya no manteníamos ningún tipo de contacto, los pensamientos sobre él invadían mi mente mañana, tarde y noche. Parecía que lo tenía incluso más presente ahora que cuando aún estábamos juntos…
Y hasta tal punto esto fue así, que limitaba mi toma de decisiones para poder rehacer mi vida y superar la ruptura, porque continuamente ponía por delante las necesidades de él, sus impresiones o sus gustos…, frente a los míos.
Durante muchísimo tiempo manejaba con cuidado todas las publicaciones que yo hacía en Facebook, las fotos que publicaba… por si él pudiese verlo. Aunque yo no tenía perfil de Facebook cuando estaba con él, pues abrí la cuenta después que él me dejó, si tenía temor a que él me buscase por la red y viese lo que yo había colgado en la red social.
Lo mismo me ocurrió con Whatsapp. Siempre cuidadosa de la foto que tenía de perfil para evitar dar más información de la debida a él.
Jamás lo bloqueé de ninguna red social (excepto en Whatsapp hace cosa de dos meses), con el temor de lo que él pudiera pensar de mí, por si él pudiese sentirse ofendido. 

Siempre cuidadosa, siempre temerosa, de que él pudiera tener una mala impresión de mí, o se sintiera molesto por cualquier movimiento mío.
Incluso cuando manteníamos cierto contacto al principio de la ruptura, y estando yo rota de dolor, manejaba mis palabras hacia él con sumo cuidado, no vaya ser que él se fuera a molestar, sentirse incómodo o enfadado conmigo.
Pasado un tiempo, llegué al extremo de no querer salir con ningún otro chico, por tener la sensación de que si lo hacía, le estaría siendo infiel a mi ex, por lo que mi vida amorosa estaba absolutamente estancada.

Todo lo que hacía que podía llegar a sus oídos, sus ojos… lo manejaba son muchísimo cuidado, porque prevalecía lo que él pudiera sentir, frente a mis necesidades, gustos o sentimientos. Una vez más, se ponía de manifiesto mi falta de autoestima.
Para mí, él era una persona extraordinariamente valiosa, y yo, había tenido la inmensa suerte de poder haber estado con él. Es decir, si él era más, yo era menos. Si él era una persona maravillosa, yo era un ser que no merecía la pena. Mi inconsciente colocaba a mi ex y a mí misma en dos posiciones totalmente distintas, cuando, en realidad, ninguno de los dos era más que el otro.
Como yo no tenía derecho a rehacer mi vida, pues, era más importante él que yo, incluso cuando ya no estábamos juntos, centraba muchos esfuerzos en que él siempre tuviera una buena imagen de mí, que él nunca se molestase o enfadase, ponderando así su valor, poniéndolo en un altar y alimentando su idealización dentro de mi mente.

Tened en cuenta que cada minuto que le dedicamos a nuestros ex, es un minuto que nos lo estamos robando a nosotros mismos. Y no solo en nosotros, sino también en nuestra recuperación.
La otra persona nos ha dejado por propia voluntad, nosotros no les hemos echado de nuestras vidas. Si bien es cierto que pueden sentir curiosidad sobre nosotros en algún momento dado y consultar alguna red social, es igualmente cierto que los dejados ya no formamos parte de sus vidas, y tanto derecho tenemos de rehacer la nuestra como ellos la suya.

Que pueden sentirse molestos por algún comentario?, alguna foto?, porque les hemos bloqueado de Facebook o de Whatsapp?, no lo niego. Pero te has parado a pensar en los comentarios dolorosos, los engaños y las malas maneras que tu ex ha tenido contigo?, no es válido eso?, no nos ha dolido a nosotros también?, o solo importa lo que sienten y piensan ellos?.
No debemos vernos como víctimas, como pobres personas sin valor, que han sido dejadas porque no merecen la pena. Nosotros también tenemos nuestras cualidades, nuestros puntos fuertes que la otra parte no ha sido capaz de ver y valorar.
No podemos seguir alimentando este tipo de relación del “tú eres más que yo”, porque además de no ser cierto, pues es una construcción que ha creado nuestra mente para seguir alimentando nuestra falta de autoestima, tampoco nos deja seguir con nuestro camino.

Si a mi ex le molesta que yo lo haya bloqueado de alguna red social, más me ha molestado a mí que me engañase y me dejase por teléfono, por ejemplo.
Hay que partir de la base que ellos no son perfectos, también han cometido errores, y estamos en nuestro derecho, puesto que nos han dejado, de no solo rehacer nuestras vidas, sino también de echarlos de ella borrando su número, bloqueándolo de alguna red social…, porque al fin y al cabo han sido ellos los que han decidido irse por propia voluntad. Tenedlo claro.

jueves, 28 de junio de 2018

El falso duelo...

Cierto es que cuando rompen con nosotros, nos sumergimos en un proceso de duelo, que dependiendo de las circunstancias, tales como las perspectivas que se tenían de esa relación, las maneras de romper, si hubo o no una tercera persona... puede durar unos meses o años el poder superar.

En el caso en el que nuestro duelo dure bastante tiempo, bien porque no sepamos resolver el conflicto o bien porque las circunstancias en las que se produjo la ruptura son difíciles de digerir, podemos confundir situaciones cotidianas sin importancia con un duelo por separación.
En muchas ocasiones es complicado distinguirlo, pero tenemos tan interiorizada nuestra tristeza por la ruptura, nuestro sentimiento de dejadez y abandono, nuestra tristeza y soledad que, pasado un tiempo, no somos capaces de distinguir un mal día de un duelo real. Aunque parece retorcido, es muy habitual que suceda.

Para que podáis entenderme, supongamos que un día nos levantamos de bajón, sin motivo aparente. A quién no le ha pasado?: pocas ganas de hacer nada, poca motivación, tristes o apáticos.  Una situación que puede estar relacionada con algún motivo en concreto o no. Simplemente estamos de bajón sin saber muy bien por qué.
Pues quienes llevamos mucho tiempo de duelo tendemos ante esta situación automáticamente relacionarla con nuestra dejadez. Relacionamos ese estado de ánimo a nuestro duelo, porque tendemos a pensar que todo lo negativo y malo que nos pasa en nuestra vida es consecuencia de la ruptura.
Pareciera como si nuestra desdicha en la vida comenzara el mismo día en que nuestro ex decide romper con nosotros…

El problema de esta situación radica en dos puntos fundamentalmente.
El primero es reconocer que nos está pasando esto. Y es que llevamos tanto tiempo de ruptura, de tristeza, de frustración porque parece que no avanzamos, que hemos entrado en una dinámica de eterna tristeza y dejadez. No sabemos distinguir el dolor típico de un duelo de una situación cotidiana triste que no tiene importancia alguna.
Y en segundo lugar, esta situación de tristeza eterna por un falso duelo, no deja de retroalimentarse una y otra vez. Como creemos que estamos de bajón porque nos han dejado, automáticamente pensamos que no somos personas válidas, que no merecemos la pena, que de alguna manera nos merecemos ser dejados porque no valemos nada… y un largo etcétera que no hacen otra cosa más que alimentar este falso sentimiento de duelo por separación.

Al final esto termina siendo la pescadilla que se muerde la cola, y entre que es difícil darse cuenta de esto y también es complicado romper el círculo, pues tenemos el atragantamiento asegurado y un duelo perpetuo que no terminar de cerrarse.
Y sobre todo, la desesperante sensación de que nuestro duelo se está alargando demasiado en el tiempo, acrecentando la idea de que tenemos un grave problema con nuestra ruptura y nuestro ex, porque no somos capaces de superarla. Cuando en realidad, no hay nada más alejado de la realidad, es simplemente una visión distorsionada de lo que estamos viviendo, una visión errónea y un mal análisis de lo que estamos sintiendo.

Ojo con esto!.