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domingo, 23 de octubre de 2016

Cuando el contacto 0 es imposible... (Parte II)



Con el correr de los meses, los sentimientos de mi amiga se fueron tranquilizando, si bien ella seguía sintiendo tristeza, vacío, soledad… y no era extraño que tuviera que visitar el cuarto de baño de la oficina y encerrarse allí ahogada en un mar de lágrimas, pero podía controlarlos mejor que al principio. 

Su ex, por su parte, utilizaba la comunicación que tenía con ella por motivos laborales para tontear. Ella, sin dudarlo, se apuntaba al carro y le seguía el juego, recibiendo como respuesta un doloroso silencio. Así estuvieron unos cuantos meses. Mi amiga me comentaba que durante este tiempo ella sufría mucho en silencio, porque veía como él le tiraba el anzuelo con sus tonteos a través de los emails y una vez que ella picaba él desaparecía.
Incluso, mi amiga me decía que su ex se pavoneaba cerca de ella, tonteando con cierto descaro delante del resto de los compañeros de la oficina, lo que desataba los cuchicheos y comentarios del resto. Esto a ella la hacía sentir francamente mal. 

No era nada extraño que la empresa organizara convenciones cada 3 ó 4 meses, a las que tenían que acudir los empleados. En una de ellas, mi amiga asistió un poco por obligación otro poco porque quería ver a su ex fuera del ámbito laboral. Tenía la esperanza que en algún momento de la noche pudieran quedarse a solas y poder hablar, ya que ella sentía esa necesidad después de más de 6 meses de ruptura.

Tanto ella como él acudieron al evento, pero contra todo pronóstico su ex lo hizo acompañado de una chica, que a todas luces mostraba que era su nueva pareja: abrazos, miradas, cogidos de la mano…
Mi amiga ante esta escena se quedó totalmente paralizada sin saber qué hacer. En aquel momento lo que sintió fue un horrible agobio, que le faltaba el aire y se ahogaba, pero nuevamente al estar rodeada de sus compañeros de trabajo, no le quedó otra que encerrarse en el cuarto de baño de la sala de convenciones y romper a llorar en un mar de lágrimas.  
Además, enseguida se dio cuenta que su ex, además de estar con la otra chica, también estaba pendiente de mi amiga, era como si quisiera asegurarse que ella lo había visto con su nueva pareja, y no dejaba de mirarla mientras abrazaba a la otra chica que lo acompañaba.
Incluso mi amiga llegó a tener la sensación que su ex estaba disfrutando con la situación… 

Encerrada y escondida en el cuarto de baño de la sala de convenciones, y viendo que todo la superaba, agobiada y desesperada llamó a su madre buscando consuelo. Cuando le contó lo que estaba sucediendo su madre le dijo lo más lógico que se puede decir en estos momento: “Qué haces ahí?, vete ahora mismo de ese lugar, aléjate y vente para casa”.
Mi amiga hizo caso a su madre, y queriendo evitar que su ex la viera como se marchaba de la convención en el momento del convite, se perdió poco a poco entre la multitud, saliendo con disimulo por la puerta de atrás, como avergonzada, como si hubiera hecho algo malo. Y se fue de allí tan rápido como pudo. 

En los días siguientes de aquello, su ex seguía tonteando, y mi amiga, dolida, cansada y agotada por tanto sufrimiento, decidió tomar la decisión más inteligente que puso haber tomado: ignorarle. A partir de entonces su contacto con él se limitaría a temas laborales y nada más.
A los tonteos de su ex, ella hacía caso omiso. Él, al ver que ella le ignoraba empezó a ser más insistente, y a ser más descarado, tanto los emails como delante del resto de compañeros. Mi amiga, siguiendo su guion a rajatabla, continuaba ignorándole.
Pasadas unas cuantas semanas y viendo que ella no le seguía el juego, él cambió de estrategia, y pasó a tratarla mal. Le contestaba los emails con monosílabos, y por teléfono era frío y distante. Mi amiga, en lugar de claudicar, continuó con su guión, el cual no modificó ni una coma. 

Tiempo después ella se enteraría que su ex y aquella chica se habían ido a vivir juntos, y si bien el palo que se llevó no fue tan tremendo como el verle con ella, la “puñalada” si la sintió y estuvo tocada un tiempo.

Me comentaba mi amiga que su ex siguió bastante frío, distante y borde con ella, aunque había momentos que volvía a los tonteos nuevamente. Así estuvieron unos cuantos meses. 

Una tarde, cuando ya le faltaba poco para terminar y volver a casa, su jefe la llama a su despacho. Cuando mi amiga acude, su jefe le pide que cierre la puerta y que se siente porque quiere hablar con ella. Allí mismo, le comunica su despido. El motivo no tuvo nada que ver con su ex.
Mi amiga tuvo que recoger sus cosas, firmar el finiquito y marcharse a casa.

En plena crisis económica (esto sucedió en el año 2012), con una madre de casi 60 años, separada y sin trabajo, el sueldo de mi amiga era el único que entraba en casa, por lo que su despido empeoraba enormemente su situación económica. 

Unos días después de su despido, y cuando mi amiga pudo recuperar las fuerzas anímicas, le envió un email a sus antiguos compañeros de trabajo para despedirse, incluido su ex.
La mayoría le respondió dándole ánimos y apoyándola. Su ex ni apareció.

Esto último dolió enormemente a mi amiga, ya que él era conocedor de la situación que ella tenía en casa. Sabía perfectamente que si ella se quedaba sin trabajo arrastraba a su madre con ella y a toda la economía familiar, y la dejaba en una situación sumamente delicada.
Mi amiga me comentó que además de tener que digerir el despido en una coyuntura económica difícil, se sumó el hecho de ver que su ex se mostró totalmente insensible ante su situación. 

Unos 8 meses después, cuando mi amiga ya había encontrado trabajo y poco a poco iba saliendo adelante, recibió un email de su ex preguntándole que tal estaba después de tanto tiempo. Le hablaba como un colega, de buen rollito, como si no hubiera pasado absolutamente nada. Como os podéis imaginar no es de recibo que te escriban después de tanto tiempo, más sabiendo, como he comentado, la situación económica tan delicada que ella tenía. 

Mi amiga tomó la decisión más inteligente: no responder. Ante su silencio, su ex volvió a escribirle insistiéndole otra vez que le contestara porque quería saber qué tal estaba. Silencio.

Después de aquello, nunca más volvió a aparecer en su vida.

martes, 13 de septiembre de 2016

Cuando el contacto 0 es imposible... (Parte I)

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He hablado mucho de la importancia del contacto 0 en este blog, sobre todo al principio de la ruptura. Es fundamental curar nuestras heridas, alejarnos del principal foco de dolor para poder centrarnos en nosotros mismos y hacernos más fuertes.

Pero hacía tiempo que tenía muchas ganas de hablar de aquellas situaciones que nos hacen imposibles mantener el contacto 0, como pueden ser tener un bien en común, la custodia de los hijos, trabajar en el mismo lugar que nuestro ex, vivir muy cerca, tener amigos comunes… Sobre todo me surgió la idea a raíz de las vivencias compartidas por muchos de vosotros en este blog, pero como yo no viví esa situación, me vi incapaz de poder tratarlo aquí.

Sin embargo, la oportunidad se me presentó hace unos cuantos días. Me estoy haciendo amiga de una chica de mi clase de inglés, con quien estoy haciendo buenas migas y con quien quedo de vez en cuando. Hablamos de todo, me siento muy a gusto y compartimos confidencias.
Pues bien, esta chica me contó que hace un tiempo pasó por una ruptura tremendamente dolorosa para ella, que le costó mucho superar debido, en gran medida, a que el contacto 0 era imposible: los dos eran compañeros de trabajo.
Si bien no trabajaban en el mismo departamento, incluso ni tan siquiera en el mismo edificio, si se veían muy a menudo porque tenían algunos proyectos de clientes en común, y rara era la semana que no se veían. Además, como la sala de reuniones de su empresa estaba justo al lado de su departamento,  él tenía que pasar por el pasillo muchas veces a la semana.

Cuando esta amiga me contó todo esto, tomé buena nota, le pregunté mucho, e intenté grabar en mi mente toda la experiencia vivida por ella para, sin utilizar ni bolígrafo ni papel para apuntar, poder recordarlo todo y poder compartir la experiencia de esta chica con vosotros. Seguramente a más de uno le sonará y a más de dos les ayudará…

Los motivos, las maneras… de la ruptura me las ahorraré. Me centraré principalmente en cómo vivió la post-ruptura ella, teniendo que ver a su ex día si y día también.

Las primeras semanas fueron las más duras, porque la relación se había roto y ella no había asumido aún la realidad. Si cuando estaban juntos ella en la oficina se centraba en su trabajo, después de la ruptura estaba continuamente pendiente de donde estaba él, qué hacía, con quién hablaba… Se volvió en una locura, pero en una locura imposible de controlar.
De lunes a viernes su sed de saber qué hacía en todo momento se veía más o menos apagado porque lo veía y estaba pendiente de lo que hacía y de lo que no, sin embargo, el fin de semana era el peor momento de todos, porque ahí ella perdía el control: no sabía si se había quedado en casa, si había quedado con amigos, si se lo estaba pasando genial… mientras era lloraba desconsoladamente en la cama.
Ella sabía que se estaba haciendo daño así misma con esa actitud, estando pendiente de su ex continuamente, pero por otro lado, era incapaz de poder evitarlo.

Esta situación la empujaba a estar con continuas crisis de ansiedad, y es que en la oficina, ella veía, intuía, observaba… lo que alimentaba su imaginación, y como estaba en la oficina tenía que tragar con todo sin poder hacer nada.
Ella me explicaba que al principio era como una olla a presión a punto de estallar, un poco porque su mente le jugaba malas pasadas, viendo cosas que muchas veces no eran verdad, solo estaban alimentadas por su propia imaginación, y por otro lado, manteniendo el tipo delante de los compañeros, obligándola a callar y a guardarse todo lo que sentía.
Pero lo peor era que no podía hacer nada, tenía que seguir trabajando como si nada estuviese pasando, intentando, en la medida de los posible, controlar sus sentimientos, sus nervios y sus crisis, sin levantar sospechas entre los compañeros de alrededor.  

No supo decirme cuanto tiempo duró esta situación exactamente, pero no le tembló el pulso en asegurarme que quizás fueron unos 4 – 5 meses… Demasiado tiempo cuando se sufre.