sábado, 3 de diciembre de 2016

Las comparaciones nunca fueron buenas... (Parte II)

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Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat… Son algunas de las vías que tenemos actualmente para comunicarnos con los demás. Pero también para enterarnos de sus vidas privadas. O lo que estas personas quieren que sepamos de ellas…

Yo tengo Facebook, pero hace años que he dejado de publicar mi vida, cada movimiento de lo que hago, lo que pienso y lo que dejo de sentir… en cada momento. Únicamente lo utilizo para contactar con algunas personas que están lejos y Facebook es mi única posibilidad de contacto con ellas.
Todas estas redes sociales están haciendo mucho daño, porque se combina la sed de querer saber de los demás con el puro exhibicionismo. Un cóctel mortal.
Partimos de la base que lo que se enseña es lo que los demás quieren que veamos: un viaje, una reunión divertida con amigos, un concierto fascinante, unos hijos y un marido o mujer maravillosos… en definitiva: una vida de éxito.

Realmente todo el mundo vive así?, yo creo que no.
Nadie en las redes sociales va a publicar que le han despedido, que su pareja le es infiel, que su hijo es un demonio, o que su trabajo es un asco. Nadie.
Todos tenemos nuestras miserias, algunos más, otros menos…
Mientras los más activos en la redes sociales muestran una vida llena de felicidades y éxito, están los que, ávidos de cotillear la vida ajena, se dedican a comparar su vida con la de los demás, y esto suele suceder con quienes no están demasiado contentos con sus vidas, o creen que son infelices, o simplemente no están pasando por el mejor momento. Y evidentemente el “cotilla” suele perder.
El ver que nuestra vida no es ni remotamente parecida a la de los demás nos hace sentir desgraciados.
Asique de lo que se publique en las redes sociales, creeros la mitad, y quizás estoy siendo demasiado benévola…

Incluso si la información nos llega de terceros, de personas comunes… hay que tener claro que esa información llega ya muy filtrada.

Esto es totalmente aplicable a nuestro ex. Sobre todo si ha roto con nosotros recientemente, no va a publicar que no está pasando por un buen momento anímico porque ha roto con su pareja más que nada porque eso significa un fracaso a nivel personal, se dedicará a colgar fotos o hacer comentarios de sus nuevos amigos, de ese viaje maravilloso… Y eso nos hace sentir que el habernos quitado del medio es lo mejor que le ha podido pasar en su vida.
Una vez más os digo: no todo lo que reluce es oro.

Nos llevan ventaja.
Ellos decidieron romper con nosotros, el momento, las maneras, los motivos que dieron… Y cuando tomaron la decisión ya estaba bien meditada.
A nosotros, en cambio, nos ha tocado escavar desde abajo para ir saliendo del pozo poco a poco, de esa situación de penumbra y oscuridad…
No hay que olvidar nunca que la decisión la han tomado ellos, y nosotros hemos tenido que adaptarnos a una decisión tomada por otro, no consensuada. Y la perspectiva, evidentemente, no tiene nada que ver…
Incluso, puede que hubiese una tercera persona en el medio, que ha hecho que su duelo sea más llevadero que el nuestro, que estamos solos…
En este sentido nuestro estado anímico juega un papel fundamental. Estamos en un momento de recuperación, de reconstrucción, pero no estamos acabados: la vida continúa sin nuestro ex.
Es difícil tener que aceptar esa realidad, pero yo os pregunto: tenemos otra alternativa?, nos han dejado elegir otro camino que no sea asumir que la relación se rompió?.

Las circunstancias, las posibilidades y las capacidades de cada uno...
Juegan un papel importantísimo. Mi ex se marchó a otra ciudad, y las ayudas que él recibió por parte de su familia ya las hubiera querido yo para mí…
No es lo mismo luchar solo que acompañado, y no es lo mismo tener facilidades que no tenerlas. Se juega en ligas distintas. No es justo ni injusto, es así. Y esto no solo es aplicable a la vida en general, sino también a nuestros ex.
Cada uno de nosotros partimos de circunstancias en la vida muy diferentes, y lo digo a nivel social, económico, de educación… lo que afectará evidentemente a lo que podamos alcanzar.
Sin embargo, los que hemos llegado hasta aquí sin ayuda y en situaciones un poco adversas, deberíamos estar orgullosos de nosotros mismos por haber luchado y haber conseguido lo que hemos conseguido!. Aun cuando anímicamente estábamos muy afectados, no bajamos los brazos, y aunque hemos tropezado muchas veces, continuamos nuestro camino. Lo que hoy tenemos (nuevos amigos, nuevas aficiones, el habernos conocido más a nosotros mismos, el valorarnos un poco más, el haber superado una situación difícil… ) es gracias a nuestro esfuerzo.

No solo las oportunidades que se nos presenten a lo largo de la vida jugarán un papel importante, también la capacidad que tenga cada uno de saber elegir correctamente las oportunidades que le interesan y las que no, y de las que elija obtener los mejores beneficios.

Si a nuestros ex, como a cualquier otra persona, han llegado donde han llegado, varios factores han jugado a su favor o en su contra, al igual que a nosotros mismos.
En realidad, cada uno se encuentra donde quiere estar o donde ha podido estar en función de sus oportunidades y capacidades individuales. Y también, por qué no decirlo, de la suerte.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Las comparaciones nunca fueron buenas... (Parte I)

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En muchas ocasiones no podemos evitar el recibir noticias de nuestros ex. Incluso cuando no queramos saber nada de ellos, nos llegan… Gracias a Dios, a mí me llegan pocas novedades de su vida, por no decir ninguna, ya que no tenemos amigos en común, ni vivimos cerca, ni lo tengo en ninguna red social…

Y por qué digo “gracias a Dios”?. Lo digo con todo conocimiento de causa, porque cada vez que he recibido una información, sea la que sea, me ha llenado de tristeza y paso unos cuantos días bastante “tocada”.

No puedo evitar el comparar su vida con la mía, aun cuando han seguido caminos separados y diferentes.

Mientras él ha rehecho su vida sin mayores dificultades, yo aún no he sido capaz de volver a rehacer mi vida sentimental, aun cuando han pasado varios años desde la ruptura.

Hace tiempo que sé que a nivel profesional está bien situado, yo en este tiempo me he quedado varias veces sin trabajo, y si bien en donde estoy ahora me siento bien y contenta, el sueldo no es para tirar cohetes… Apenas me da para llegar a final de mes.

También he sabido que además de compartir su vida con otra persona, ha podido acceder a una vivienda en propiedad de semi-lujo en una ciudad que para mí es absolutamente inaccesible.
Tiene una vida acomodada pues, según parece.
Mientras que mi situación es radicalmente opuesta: vivo de alquiler, en un barrio obrero en una vivienda humilde.

Por otro lado, parece que ha hecho nuevas amistades, con la que comparte aficiones. Yo en este tiempo he perdido a mis amigos y, con mucho esfuerzo, estoy intentando hacer amigos nuevamente, pero no me está siendo una tarea nada fácil…

Si, nuestros caminos se han separado a años luz y han tomado rumbos muy diferentes.

Por qué me comparo entonces?, por qué cuando me llegan noticias suyas siento que él se ha convertido en una persona de éxito mientras que a mí me persigue el sambenito del papel de la dejada, de la fracasada?, por qué siento que a él las cosas le han ido mejor que a mí por no seguir a su lado?...

Estoy segura, que para todos aquellos que han recibido noticias les ha sucedido lo mismo que a mí, y he de decir antes que nada, que no tengo noticias suyas desde hace mucho tiempo.
Pero creo que es un sentimiento bastante extendido entre quienes han sufrido una ruptura.

En este sentido se mezclan vivencias personales de cada uno, ilusiones, mucha fantasía, decepciones, una baja autoestima, oportunidades y capacidades a partes iguales. Y me gustaría hablar de ello en los próximos posts, compartiendo con vosotros algo que parece ser más habitual de lo que se cree…

viernes, 11 de noviembre de 2016

Cuando no te han elegido...



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En esto consiste una ruptura: en asumir que no te han elegido como pareja, o la otra persona no ha apostado ni por ti ni por la relación. Y esto hay que respetarlo. Es lo que nos convierte en personas maduras.

Es la misma situación que cuando estábamos en el colegio, cuando había que elegir quiénes compondrían el equipo de baloncesto o de fútbol, y uno era el último en ser elegido…  (a mí me pasaba con frecuencia…). El grupo que le ha tocado jugar con nosotros no le quedaba otro remedio que asumir que tendría que contar con nosotros entre sus miembros, por muy malos que fuésemos… 

Cuando rompen con uno, cuando no te eligen, volvemos a ser niños de colegio: no te quieren en su grupo. Y se suele creer a nivel inconsciente que si no nos quieren es porque algo malo tenemos… de ahí nace el sentimiento de culpabilidad en el dejado.

Tenemos que ser conscientes que si esa persona no nos ha elegido es porque no nos quiere a su lado, pero no porque seamos mala gente (por lo menos en la mayoría de los casos) o porque valemos poco, o porque no seamos modelos de pasarela, o porque no somos lo suficientemente inteligentes… si no porque no tenemos lo que ellos buscan, o lo que tenemos ya no les interesa porque cambiaron de gustos o de intereses.

Todas las personas evolucionamos con el paso del tiempo, y nuestros ex no son la excepción. Tampoco nosotros somos los mismos que hace años atrás. Es normal. Forma parte de la vida y del crecimiento de cada uno. Pero eso no nos convierte en personas horribles, poco inteligentes o atractivas para otros. 

Lo que un día nuestro ex no valoró, o dejó de importarle, puede resultarle interesante y atrayente a otra persona. No podemos gustarle a todos ni todo el tiempo. 

Recuerdo cuando era niña y en el colegio nunca me elegían mis compañeros para jugar al voleibol, (de hecho llegaron a expulsarme de un partido por jugar tan mal), y sin embargo, recuerdo perfectamente dejar a la clase totalmente en silencio, pensativa y totalmente entregada a mí cuando yo leía mis redacciones en voz alta. Mi expresión, mi sensibilidad y forma de escribir con tan solo 12 años sorprendía tanto a mis compañeros como a los profesores. Un don que por desgracia he ido perdiendo con los años, pero un don que tenía. 

No era buena para unas cosas, pero si para otras… Y eso no me convertía en un ser inferior o mala persona. Simplemente me convertía en humana.

Con las relaciones de pareja pasa igual. Ni yo, ni ninguno de vosotros que me leéis tuvimos o mantuvimos ese algo que les resultaba atrayente a nuestros ex, o simplemente lo que aún tenemos ya no les interesa.

No nos eligieron, decidieron no seguir con nosotros y prefirieron marcharse para no volver, dejaron de sentir ese poder atrayente que los mantenía a nuestro lado, pero seguramente nosotros tenemos mucho que dar, que entregar, que sentir, que vivir, que compartir, que soñar… con otras personas que si pueden vernos como alguien especial y con quienes estarían dispuestas a darlo todo.

martes, 1 de noviembre de 2016

Cuando las palabras hacen daño...



Alguna vez me he preguntado si mi ex fue consciente en algún momento de las malas maneras que tuvo conmigo después que me dejó.
Es imposible tener la respuesta certera de ello, ya que no estoy dentro de su cabeza. Puedo pensarlo, analizarlo y sacar MIS conclusiones, que estas poco o nada pueden tener que ver con la realidad que él vivió de verdad, pero me gustaría hoy hacer un esfuerzo y pensarlo con vosotros, porque seguramente os ayudará en vuestra recuperación si habéis vivido lo que viví yo en su momento.

Cuando él me decía todas esas cosas tan hirientes por teléfono (para recapitular este tema pinchad AQUÍ  y AQUÍ ) después se daba cuenta del daño que me hacía?, era él plenamente consciente de los disparates, de las maneras poco elegantes que tenía conmigo durante la post-ruptura?, realmente se daba cuenta que estaba siendo innecesariamente cruel con una persona que no se había portado mal con él?... No solo me hizo daño con sus comentarios, que fueron muchos, sino también con la manera de decirme las cosas: borde, con desdén, algunas veces alzándome la voz… Tampoco faltaron los desplantes y el desprecio.
En su momento no me di cuenta, pero después que pasó el tiempo fui consciente que se portó mal, muy mal conmigo. Pero, fue él realmente consciente de su comportamiento?, quiero decir, si en algún momento él se arrepintió y se sintió mal por habérmelo hecho?.
En mi caso, debo partir del hecho innegable que él jamás me pidió disculpas por nada. Con lo cual me lleva a pensar que nunca sintió arrepentimiento por su parte, pero por qué no se arrepintió?, es que yo realmente me merecía ese trato?, que le había hecho yo tan grave que justificara ese comportamiento?. Quizás nunca se arrepintió porque en el fondo no era consciente de ello.
Quiero decir, que no era consciente que me estuviera tratando mal, simplemente su mente lo borró todo.

Como ejemplo para que me entendáis, comentaré lo que sucedió a una vieja amiga. Estuvo años con su novio, con el cual convivía. Él nunca le pegó, y sin embargo la maltrataba con palabras. Le decía que era una inútil, que él había tenido que conformarse con alguien como ella, que no servía para esto o para lo otro…

Pueden pegarte un puñetazo en la cara, te curarás de las heridas, te levantarás y seguirás adelante, pero si te maltratan con palabras (ya seas hombre o mujer) el dolor te durará toda la vida. Es un aún peor.

Esta amiga no lo dejaba por miedo. Le tenía pánico. Era tal el control que él ejercía sobre ella que no era capaz de tomar la decisión de abandonarle. Hasta que un día ese día llegó, se armó de valor y rompió la relación.
Años después, en situaciones muy diferentes, volvieron a verse.
Mi amiga le recordó sus palabras, y la reacción de él fue de sorpresa: “En serio yo te dije eso??, pero como aguantaste tantos años a mi lado?”. Y estoy segura que él no le estaba mintiendo, simplemente no se acordaba, lo había borrado de su mente.

Desconozco el mecanismo psicológico que se activa en una persona para borrar algo del pasado, pero yo creo que a mi ex le pasó algo similar. En alguna ocasión yo le reprochaba algunas cosas que me había dicho, y me decía que no se acordaba. Y estoy segura que era sincero conmigo, que no se lo estaba inventando, realmente no lo recordaba.
Aquellos momentos fueron muy confusos para ambos, teníamos las emociones muy revueltas, y además estoy segura que él se sentía culpable por tomar la decisión que estaba tomando. En ese estado de confusión, creo que soltaba lo que sentía sin filtros, tal y como él las sentía en ese momento. No creo que mi ex tuviese el objetivo de hacerme daño, no tiene motivos para ello ya que yo nunca me porté mal con él.

Si hoy me encontrase con mi ex, después de muchos años, estoy segura que él tampoco recodaría nada de las cosas que me dijo en su día. Estoy segura que no podría negármelo, pero tampoco podría afirmármelo.

Cuando uno se encuentra en esta situación, en la que ha sufrido tanto por las palabras del otro, y la otra persona no es capaz de recordar, qué se hace?. Porque para quien soltó aquellas palabras aquello nunca sucedió… pero para quien recibió aquellas frases tan dolorosas aquello ocurrió, y ocurrió de verdad, no se lo ha inventado.

Ante esta situación esperar una disculpa es una espera inútil que nunca sucederá. No podemos  esperar una disculpa de algo que no sucedió para la otra persona.
Cómo se gestiona esto?, cómo se gestiona el perdón?, cómo se puede olvidar aquellas palabras tan crueles?... Ha pasado tiempo y aun no he sido capaz. Aun teniendo asumida y superada la ruptura, el recordar aquellas palabras tan hirientes me llena de rabia, de dolor, de impotencia.

En muchas ocasiones he intentado imaginarme la situación en la que nos volvemos a ver, y yo le recuerdo las cosas tan desagradables que me dijo, y él aunque no es capaz de recordar, me pide disculpas por ello, por el daño que me ha causado injustamente.
Esto me calma, aunque sea durante un tiempo, y me ayuda a seguir adelante. Pero pasado un tiempo, vuelvo a recordarlo otra vez y a preguntarme: por qué lo hizo?... 

No sé porqué, pero hoy he vuelto a sentirme así, buscando despeseradamente un perdón, un "siento haberte dicho aquello", mientras me lleno de rabia, de odio y de rencor por todo lo que en su día tuve que escuchar de sus labios...

domingo, 23 de octubre de 2016

Cuando el contacto 0 es imposible... (Parte II)



Con el correr de los meses, los sentimientos de mi amiga se fueron tranquilizando, si bien ella seguía sintiendo tristeza, vacío, soledad… y no era extraño que tuviera que visitar el cuarto de baño de la oficina y encerrarse allí ahogada en un mar de lágrimas, pero podía controlarlos mejor que al principio. 

Su ex, por su parte, utilizaba la comunicación que tenía con ella por motivos laborales para tontear. Ella, sin dudarlo, se apuntaba al carro y le seguía el juego, recibiendo como respuesta un doloroso silencio. Así estuvieron unos cuantos meses. Mi amiga me comentaba que durante este tiempo ella sufría mucho en silencio, porque veía como él le tiraba el anzuelo con sus tonteos a través de los emails y una vez que ella picaba él desaparecía.
Incluso, mi amiga me decía que su ex se pavoneaba cerca de ella, tonteando con cierto descaro delante del resto de los compañeros de la oficina, lo que desataba los cuchicheos y comentarios del resto. Esto a ella la hacía sentir francamente mal. 

No era nada extraño que la empresa organizara convenciones cada 3 ó 4 meses, a las que tenían que acudir los empleados. En una de ellas, mi amiga asistió un poco por obligación otro poco porque quería ver a su ex fuera del ámbito laboral. Tenía la esperanza que en algún momento de la noche pudieran quedarse a solas y poder hablar, ya que ella sentía esa necesidad después de más de 6 meses de ruptura.

Tanto ella como él acudieron al evento, pero contra todo pronóstico su ex lo hizo acompañado de una chica, que a todas luces mostraba que era su nueva pareja: abrazos, miradas, cogidos de la mano…
Mi amiga ante esta escena se quedó totalmente paralizada sin saber qué hacer. En aquel momento lo que sintió fue un horrible agobio, que le faltaba el aire y se ahogaba, pero nuevamente al estar rodeada de sus compañeros de trabajo, no le quedó otra que encerrarse en el cuarto de baño de la sala de convenciones y romper a llorar en un mar de lágrimas.  
Además, enseguida se dio cuenta que su ex, además de estar con la otra chica, también estaba pendiente de mi amiga, era como si quisiera asegurarse que ella lo había visto con su nueva pareja, y no dejaba de mirarla mientras abrazaba a la otra chica que lo acompañaba.
Incluso mi amiga llegó a tener la sensación que su ex estaba disfrutando con la situación… 

Encerrada y escondida en el cuarto de baño de la sala de convenciones, y viendo que todo la superaba, agobiada y desesperada llamó a su madre buscando consuelo. Cuando le contó lo que estaba sucediendo su madre le dijo lo más lógico que se puede decir en estos momento: “Qué haces ahí?, vete ahora mismo de ese lugar, aléjate y vente para casa”.
Mi amiga hizo caso a su madre, y queriendo evitar que su ex la viera como se marchaba de la convención en el momento del convite, se perdió poco a poco entre la multitud, saliendo con disimulo por la puerta de atrás, como avergonzada, como si hubiera hecho algo malo. Y se fue de allí tan rápido como pudo. 

En los días siguientes de aquello, su ex seguía tonteando, y mi amiga, dolida, cansada y agotada por tanto sufrimiento, decidió tomar la decisión más inteligente que puso haber tomado: ignorarle. A partir de entonces su contacto con él se limitaría a temas laborales y nada más.
A los tonteos de su ex, ella hacía caso omiso. Él, al ver que ella le ignoraba empezó a ser más insistente, y a ser más descarado, tanto los emails como delante del resto de compañeros. Mi amiga, siguiendo su guion a rajatabla, continuaba ignorándole.
Pasadas unas cuantas semanas y viendo que ella no le seguía el juego, él cambió de estrategia, y pasó a tratarla mal. Le contestaba los emails con monosílabos, y por teléfono era frío y distante. Mi amiga, en lugar de claudicar, continuó con su guión, el cual no modificó ni una coma. 

Tiempo después ella se enteraría que su ex y aquella chica se habían ido a vivir juntos, y si bien el palo que se llevó no fue tan tremendo como el verle con ella, la “puñalada” si la sintió y estuvo tocada un tiempo.

Me comentaba mi amiga que su ex siguió bastante frío, distante y borde con ella, aunque había momentos que volvía a los tonteos nuevamente. Así estuvieron unos cuantos meses. 

Una tarde, cuando ya le faltaba poco para terminar y volver a casa, su jefe la llama a su despacho. Cuando mi amiga acude, su jefe le pide que cierre la puerta y que se siente porque quiere hablar con ella. Allí mismo, le comunica su despido. El motivo no tuvo nada que ver con su ex.
Mi amiga tuvo que recoger sus cosas, firmar el finiquito y marcharse a casa.

En plena crisis económica (esto sucedió en el año 2012), con una madre de casi 60 años, separada y sin trabajo, el sueldo de mi amiga era el único que entraba en casa, por lo que su despido empeoraba enormemente su situación económica. 

Unos días después de su despido, y cuando mi amiga pudo recuperar las fuerzas anímicas, le envió un email a sus antiguos compañeros de trabajo para despedirse, incluido su ex.
La mayoría le respondió dándole ánimos y apoyándola. Su ex ni apareció.

Esto último dolió enormemente a mi amiga, ya que él era conocedor de la situación que ella tenía en casa. Sabía perfectamente que si ella se quedaba sin trabajo arrastraba a su madre con ella y a toda la economía familiar, y la dejaba en una situación sumamente delicada.
Mi amiga me comentó que además de tener que digerir el despido en una coyuntura económica difícil, se sumó el hecho de ver que su ex se mostró totalmente insensible ante su situación. 

Unos 8 meses después, cuando mi amiga ya había encontrado trabajo y poco a poco iba saliendo adelante, recibió un email de su ex preguntándole que tal estaba después de tanto tiempo. Le hablaba como un colega, de buen rollito, como si no hubiera pasado absolutamente nada. Como os podéis imaginar no es de recibo que te escriban después de tanto tiempo, más sabiendo, como he comentado, la situación económica tan delicada que ella tenía. 

Mi amiga tomó la decisión más inteligente: no responder. Ante su silencio, su ex volvió a escribirle insistiéndole otra vez que le contestara porque quería saber qué tal estaba. Silencio.

Después de aquello, nunca más volvió a aparecer en su vida.