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domingo, 17 de diciembre de 2017

Lo que queda...

Mi ruptura se produjo hace ya unos cuantos años, y creo que me encuentro en una situación de tal lejanía emocional y física de mi ex, que me veo lo suficientemente preparada como para poder hacer un análisis profundo y objetivo de cómo me encuentro a día de hoy.
No es fácil, de hecho llevo tiempo postergando este post, ya que me es difícil y duro hacer un balance de estos últimos años de mi vida, tanto dentro de la relación como fuera de ella.

Haré un breve resumen de lo que fue la relación con mi ex para que podáis entenderme:
Nuestra relación nunca fue fácil. Estuvimos juntos 6 años y medio, siempre fue una relación a distancia. Los primeros 4 años vivíamos el uno del otro a unos 250Km., de distancia, lo que me permitía ir a verlo prácticamente todos los fines de semana. Cuando él terminó sus estudios, se marchó a trabajar a otra ciudad, a unos 650Km., lo que imposibilitaba que yo fuera a verle muy a menudo. La idea era que yo me fuese allí a vivir con él. Y es precisamente aquí cuando la relación empezó a deteriorarse.  Él comenzó a estar distante conmigo, yo no lo veía muy entregado en la relación… pero yo iba conviviendo con eso poco a poco, tampoco podía saber hasta que punto la relación se estabaaa deterionarndo o era un tem de vernos menos por la distancia mayor que teníamos. 
Hasta que un año antes de que yo me trasladase a vivir con él, me llama por teléfono y me dice que me deja porque lleva meses tonteando con otra persona a mis espaldas, incluso, llegó a quedar con ella.

Mi relación con él fue muy bonita, con mucho cariño, respeto, con muchos proyectos de futuro. Todo lo hablábamos, nunca discutíamos. Yo lo quería con locura, hasta el punto de tenerlo totalmente idealizado, cosa de la que me di cuenta una vez me dejó. Yo sentía que no podía tener más suerte en la vida por estar con él, que me había tocado el Gordo de Navidad, el Sorteo del Niño y el Euromillón juntos… Yo pensaba, incluso, que estando con él tenía más de lo que yo realmente me merecía, que una persona como yo no podía tener a su lado a una persona como él: inteligente, interesante, tranquilo y sereno, de ideas claras, siempre con la palabra precisa en el momento adecuado, un chico muy atractivo y llamativo, que sabía lo que quería en la vida… y además de todo esto, él quería estar conmigo, crear un proyecto de vida a mi lado.
Nos conocimos siendo muy jóvenes, la primera relación seria para ambos, y con la típica ingenuidad de la juventud, en la que sueñas, vuelas e imaginas junto con alguien que te acompaña en tus fantasías.

Sin embargo, todas estas vivencias durante la relación se quedan empañadas por la sombra de la ruptura. De hecho, cuando pienso en mi ex, lo primero que viene a mi mente es la ruptura, más que la relación en sí. Siendo sincera, escribiendo este post, tengo que hacer un gran esfuerzo para poder recordar los momentos cuando estábamos juntos, porque no me vienen solos. O dicho de otro modo, sobre mi inconsciente prevalece más lo negativo que lo positivo.
Para mí la ruptura ha sido muy traumática, un episodio muy traumático en mi vida. Un día lo tenía todo, y al día siguiente no solo había perdido a mi pareja, sino también unos proyectos, unas ilusiones, un futuro en común.

Qué me ha quedado de todo esto?, pues para empezar, una enorme decepción. En mi caso, una decepción por partida doble.
En primer lugar, y partiendo del halo de idealización que yo tenía a mi ex, su comportamiento durante la ruptura dejó bastante que desear. Siendo como él era, o mejor dicho, como yo lo veía, me esperaba otra cosa de él. En el momento de la ruptura yo no era capaz de crear un hilo conductor entre la persona que me dejaba y con la que había estado más de 6 años de relación. Era simplemente incapaz de poder hacerlo porque no encontraba ninguna conexión entre ambos: las maneras, las cosas que me dijo...
En segundo lugar, una decepción enorme porque después de 6 años de relación a distancia, en la que siempre era yo la que viajaba, pues perdí la cuenta de los kilómetros y kilómetros que hice aquellos años, la inversión de tiempo y de dinero, la lucha continua para mantener la relación sin bajar ni una sola vez los brazos, además de albergar la esperanza, la ilusión y el sueño, que algún día pudiéramos labrar un futuro en común, para finalmente recibir como premio a mi esfuerzo una buena patada en el culo.

Qué me ha quedado de todo esto?, pues el preguntarme una y otra vez si esta relación ha merecido realmente la pena. Honestamente, no lo tengo claro. Teniendo en cuenta lo feliz que fui a su lado y lo desgraciada que fui después que me dejó, creo que ha sido una de cal y otra de arena, como se suele decir, y me gustaría poder explicarlo a continuación.
Han sido muchos años de felicidad a su lado, de experiencias vividas y compartidas, lo que me ha aportado mucho a mi saco de vivencias personal, pero también mucho tiempo de ruptura y de dolor, que no justifica ni mucho menos todo lo invertido en la relación.
Aunque es evidente que ese dolor también me aportó mucho a nivel personal, pero como os comentaba antes, me pesa más la parte negativa que la positiva en todo esto, es decir, me ha dejado más huella lo malo que lo bueno, o lo que es lo mismo, me pesa más el tiempo de duelo que la relación.
Y es aquí cuando yo me pregunto si todo esto ha merecido la pena, si 6 años de relación a distancia me han dejado algo valioso.
Si tuviera que valorar algo, creo que sería la experiencia de vida que me dio la ruptura, incluso más que la relación en sí. A través de la ruptura aprendí mucho, me conocí más a mí misma, maduré como persona y crecí.
A través de la ruptura me di cuenta de mis miserias, de lo que fallaba, no solo como pareja, sino también como persona, muchos defectos que yo tenía los he cambiado, y sentirme más auténtica y más “yo-misma” que nunca, porque ahora soy más transparente con lo que quiero y deseo.
La ruptura me dio la capacidad de ver las cosas buenas dentro de las malas. Como os decía antes, me cuesta saber si esta relación ha merecido realmente la pena en mi vida, porque pese a lo mal que lo pasé, a la decepción de lo perdido, también soy capaz de ver lo que me aportó esta ruptura. Y ahí es cuando viene una de cal y otra de arena.

Qué me ha quedado de todo esto?, pues un sentimiento muy ambiguo hacia mi ex.
Yo a mi ex lo he querido con locura, lo veía como a un tesoro dentro de la idealización que yo tenía de él, ha sido la persona a la que más he querido y por la que más he dado en mi vida, ofreciéndole todo lo que tenía y apostando por él sin condiciones. Pero a la vez, ha sido a la persona que más he odiado. Y no me avergüenza decirlo.
A lo largo de esta ruptura, le he deseado lo peor, que le sucedieran cosas horribles, que sufriera lo mismo que había sufrido yo, y sintiera el dolor, la decepción, y la tristeza que yo había tenido durante tanto tiempo, aun cuando tener esos sentimientos me hacía mucho daño a mí misma, y he llorado y he sufrido mucho por haberlos tenido porque me sentía una persona horrible, pero tampoco podía evitarlos...
Él es una persona ambigua para mí, porque la he querido y odiado a partes iguales: dos caras de una misma moneda. Por eso, y porque compartí muchos años con él, nunca será para mí una persona indiferente, por mucho que yo lo desee.
Jamás me imaginé que pudiera odiarlo lo que lo odié. Jamás. Y sin embargo, me sucedió…
Ahora que ha pasado el tiempo, y bastante tiempo a decir verdad, es evidente que ya no lo quiero, que no lo necesito y que no lo quiero a mi lado, ni como pareja ni como amigo (algo que él planteó al poco de dejarme).
Siento que es una persona que ha pasado por mi vida, una persona muy importante, pero que se marchó por decisión propia y ya no está, dejando tras de sí una huella imborrable de felicidad, de tristeza, y de aprendizaje a partes iguales, tal y como os explicaba antes.
Ojalá pudiera decir que lo que me ha quedado ha sido un cariño profundo hacia mi ex, un agradecimiento inmenso por todo lo que me dió, por lo vivido y compartido juntos, que también, no lo niego, pero no puedo despegar de ese sentimiento de cariño y respeto, al gran dolor sufrido durante el duelo que lo acompaña.

Que me ha quedado de todo esto?, pues una gruesa cicatriz. La ruptura la tengo superada, y sin embargo, cuando recuerdo los duros momentos vividos, se me hace un nudo en la garganta. No puedo evitarlo. Forma parte de mi pasado, y no puedo cambiarlo.
No me entristece el no estar ya con él, ni el haberlo perdido para siempre, ni el no tener ya la relación que manteníamos llena de cariño y respeto, sino el haber tenido que pasar por un duro camino lleno de espinas, de senderos llenos de fango que ha sido el duelo para mí.

Que me ha quedado de todo esto?, la sensación que mi duelo fue demasiado largo en el tiempo. 
No sé si no lo supe gestionar bien, si fue el hecho de haber invertido tanto esfuerzo para mantener la relación a flote, las maneras de dejarme, los motivos que me dió, el no haber podido tener nunca charla sincera con él, la enorme decepción que me llevé cuando el rompió conmigo... no sé si fue un motivo de ellos, ninguno, algunos o todos a la vez lo que hicieron que mi duelo fuese eterno.
Estoy segura que de haberlo superado más rápido, no hubiera dejado en mi esa profunda huella de haber sido la experiencia más traumática de mi vida.

Que me ha quedado de todo esto?, pues el sentimiento de haberlo pasado francamente mal para poder superar la ruptura, pero también veo la nueva oportunidad que se me ha presentado de rehacer mi vida.
Estoy escribiendo, desde hace tiempo ya, mi nuevo camino en la vida, con mis tiempos, cubriendo mis necesidades, mis gustos, y con el convencimiento de haber vencido al duelo, de haberlo superado con mi esfuerzo, mi tesón y mi trabajo duro.

Aunque sufrí mucho después que mi ex me dejó, no es menos cierto que al final del túnel, si, si que hay luz, pero hay que trabajar duro y poner mucho de nuestra parte para ser capaces de llegar  a ella, y construir nuestro propio camino con la lección aprendida y aceptada.
Lo que queda al final del todo, una vez superado el dolor, la angustia y la tristeza, es el haber vencido, el sentirse ganador pese haber sido la parte dejada. Por fin, ser libre.