El haber espiado el Facebook de mi ex me ha demostrado lo lejos que estamos el uno del otro. Ya lo adelanté en mi post anterior.
El tiempo, la lejanía física y de contacto ha hecho que, a día de hoy, seamos dos desconocidos.
Por lo que pude ver en su día, no ha sido él quien ha cambiado, pues creo que lleva más o menos la misma vida que llevaba estando conmigo, con algunos ligeros cambios, pero sigue siendo la misma vida. He sido yo la que ha crecido, cambiado, madurado, evolucionado… o como lo queráis llamar.
Mi cambio, producto del dolor de la ruptura, de las vivencias experimentadas a lo largo de mi duelo, los palos y palmadas en la espalda que me ha dado la vida a lo largo de este tiempo y en el que mi ex no ha estado presente, ha hecho que ver a mi ex en las redes sociales después de tanto tiempo, me genere rechazo.
No es odio ni rencor, es rechazo. Si cuando apenas me dejó deseaba por todos los medios que él contactara conmigo, hoy, no quiero nada.
Sus comentarios me parecen vacíos, infantiles, sobre temas banales…, pese a que cuando éramos pareja me parecía el hombre más inteligente, sereno y cabal del mundo. Hoy, no lo veo así.
Su imagen en las fotografías la veo desmejorada: si bien ha adelgazado mucho, tiene ojeras y ha envejecido bastante (seguramente yo también). Ya no lo veo tan guapo como antes y no sabría decir el porqué, pero cuando estábamos juntos me parecía el hombre más guapo y sexy que jamás había visto. Hoy, no lo veo así.
Lo cierto es que él no ha cambiado con respecto a cuando estábamos juntos. Entonces, qué ha pasado?. Ha pasado que ha cambiado mi perspectiva de cómo veo las cosas.
Asocio a mi ex con el dolor, el sufrimiento, el abandono y la tristeza. Ninguno de esos sentimientos genera sensaciones positivas, de ahí mi rechazo y mi cambio de perspectiva hacia él.
Seguramente él habrá cambiado su manera de pensar en estos años, pero a mí no me llena, porque ese cambio no lo he vivido junto a él, los dos habremos evolucionado cada uno por su lado, no hemos ido de la mano en ese crecimiento personal.
Sin embargo, como yo ya no soy la misma, y es evidente que hemos vivido nuestro desarrollo como adultos de manera distinta y por lo tanto somos muy diferentes, todos los comentarios que provengan de él me parecen banales e inmaduros.
Con su apariencia física me pasa un poco lo mismo: su persona ha quedado pegada más al dolor y al sufrimiento que a la felicidad de la relación. Si alguien pronuncia su nombre, la primera sensación que me viene a la mente es la de sufrimiento y tristeza. Debo hacer un esfuerzo grande para recordar momentos de felicidad, no me vienen solos, debo hacer un esfuerzo totalmente consciente. Es como meter los dedos en un enchufe: lo haces una vez, y la próxima miras el enchufe con el recuerdo del dolor experimentado.
Fue ver sus fotos y leer sus cometarios y darme cuenta lo lejos que estamos el uno del otro: Somos ya dos desconocidos con un pasado común. Y creo que fue por eso que instantáneamente lo bloqueé del WhatsApp: no solo porque no quiero que contacte conmigo (como ya lo ha hecho en una ocasión), sino porque no quiero que sepa nada de mi vida y vea las fotos que pongo en mi perfil. En pocas palabras: quiero que se aleje de mí.
Es curioso, porque nunca pensé que llegaría a este punto: el rechazo.
No puedo en ningún caso hablar de odio o de rencor, porque no es verdaderamente lo que siento. Tampoco es indiferencia, sentimiento que creo que jamás tendré, porque creo que es difícil sentirlo cuando has compartido 6 años de tu vida con una persona. No podrá ser nunca alguien indiferente, siempre será alguien diferente a los demás…
Sinceramente prefiero el sentimiento de rechazo, al de tristeza y dolor del principio, porque me aleja de él aún más y me permite hacer mi vida, eligiendo mi camino y tomando mis propias decisiones.