martes, 13 de septiembre de 2016

Cuando el contacto 0 es imposible... (Parte I)

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He hablado mucho de la importancia del contacto 0 en este blog, sobre todo al principio de la ruptura. Es fundamental curar nuestras heridas, alejarnos del principal foco de dolor para poder centrarnos en nosotros mismos y hacernos más fuertes.

Pero hacía tiempo que tenía muchas ganas de hablar de aquellas situaciones que nos hacen imposibles mantener el contacto 0, como pueden ser tener un bien en común, la custodia de los hijos, trabajar en el mismo lugar que nuestro ex, vivir muy cerca, tener amigos comunes… Sobre todo me surgió la idea a raíz de las vivencias compartidas por muchos de vosotros en este blog, pero como yo no viví esa situación, me vi incapaz de poder tratarlo aquí.

Sin embargo, la oportunidad se me presentó hace unos cuantos días. Me estoy haciendo amiga de una chica de mi clase de inglés, con quien estoy haciendo buenas migas y con quien quedo de vez en cuando. Hablamos de todo, me siento muy a gusto y compartimos confidencias.
Pues bien, esta chica me contó que hace un tiempo pasó por una ruptura tremendamente dolorosa para ella, que le costó mucho superar debido, en gran medida, a que el contacto 0 era imposible: los dos eran compañeros de trabajo.
Si bien no trabajaban en el mismo departamento, incluso ni tan siquiera en el mismo edificio, si se veían muy a menudo porque tenían algunos proyectos de clientes en común, y rara era la semana que no se veían. Además, como la sala de reuniones de su empresa estaba justo al lado de su departamento,  él tenía que pasar por el pasillo muchas veces a la semana.

Cuando esta amiga me contó todo esto, tomé buena nota, le pregunté mucho, e intenté grabar en mi mente toda la experiencia vivida por ella para, sin utilizar ni bolígrafo ni papel para apuntar, poder recordarlo todo y poder compartir la experiencia de esta chica con vosotros. Seguramente a más de uno le sonará y a más de dos les ayudará…

Los motivos, las maneras… de la ruptura me las ahorraré. Me centraré principalmente en cómo vivió la post-ruptura ella, teniendo que ver a su ex día si y día también.

Las primeras semanas fueron las más duras, porque la relación se había roto y ella no había asumido aún la realidad. Si cuando estaban juntos ella en la oficina se centraba en su trabajo, después de la ruptura estaba continuamente pendiente de donde estaba él, qué hacía, con quién hablaba… Se volvió en una locura, pero en una locura imposible de controlar.
De lunes a viernes su sed de saber qué hacía en todo momento se veía más o menos apagado porque lo veía y estaba pendiente de lo que hacía y de lo que no, sin embargo, el fin de semana era el peor momento de todos, porque ahí ella perdía el control: no sabía si se había quedado en casa, si había quedado con amigos, si se lo estaba pasando genial… mientras era lloraba desconsoladamente en la cama.
Ella sabía que se estaba haciendo daño así misma con esa actitud, estando pendiente de su ex continuamente, pero por otro lado, era incapaz de poder evitarlo.

Esta situación la empujaba a estar con continuas crisis de ansiedad, y es que en la oficina, ella veía, intuía, observaba… lo que alimentaba su imaginación, y como estaba en la oficina tenía que tragar con todo sin poder hacer nada.
Ella me explicaba que al principio era como una olla a presión a punto de estallar, un poco porque su mente le jugaba malas pasadas, viendo cosas que muchas veces no eran verdad, solo estaban alimentadas por su propia imaginación, y por otro lado, manteniendo el tipo delante de los compañeros, obligándola a callar y a guardarse todo lo que sentía.
Pero lo peor era que no podía hacer nada, tenía que seguir trabajando como si nada estuviese pasando, intentando, en la medida de los posible, controlar sus sentimientos, sus nervios y sus crisis, sin levantar sospechas entre los compañeros de alrededor.  

No supo decirme cuanto tiempo duró esta situación exactamente, pero no le tembló el pulso en asegurarme que quizás fueron unos 4 – 5 meses… Demasiado tiempo cuando se sufre.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Los sueños, sueños son...




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Los sueños son imposibles de controlar. No podemos hacer nada contra ellos, y sin embargo al despertarnos, en muchas ocasiones, nos dejan un sabor amargo...

Al principio de mi ruptura yo soñaba mucho con mi ex. Recuerdo especialmente uno de los primeros que tuve, cuando llevaba unos 2 meses de ruptura. Por aquel entonces, yo me encontraba viajando sola por Italia, haciendo un viaje fantástico y maravilloso, pero que yo era incapaz de ver y de sentir como tal, debido a mi situación emocional.
Un viaje que íbamos a hacer él y yo, pero que terminó convirtiéndose en un viaje en solitario al dejarme poco antes de las vacaciones. Como yo estaba pasando por un difícil momento personal, decidí no cancelarlo y continuar con el viaje.

En una de mis noches de hotel, soñé que aquel maravilloso viaje lo hacíamos los dos juntos. Íbamos en un coche descapotable, por una carretera. La luz era maravillosa, el sol era radiante, no dejábamos de reír mientras conducíamos aquel coche por tierras italianas.
Cuando abrí los ojos, lo primero que hice fue girar mi cabeza y palpar el otro lado de la cama, el cual noté frío, con las sábanas perfectamente colocadas, sin arrugas, y comprobé, muy a mi pesar, que él no estaba a mi lado, que estaba durmiendo sola, y aquel viaje lo estaba realizando yo sola, sin su compañía.
Rompí a llorar desconsoladamente.

Aquel sueño puso delante de mí toda la soledad, toda la tristeza que yo estaba viviendo. Era un contraste total a la experiencia que yo estaba experimentado aquellos días. 
No fue el único sueño que tuve. Recuerdo otro, en el que me encontraba sentada en la butaca de un cine, al girar mi cabeza, veo que la persona que está sentada a mi lado es mi ex. Pero no, no había venido a ver la película conmigo. A su lado había una chica, con la que no dejaba de hablar, juguetear, tontear… todo delante de mí.

Hubo otro en el que soñé que me cruzaba con él en plena calle. Él, al verme, decide cruzar a la acera de enfrente, darme vuelta la cara y hacer de cuenta que no me había visto.

Al despertar de cada uno de mis sueños, siempre me invadía un sentimiento de profunda tristeza y soledad. Un vacío interno del que era imposible escapar el resto del día. Ese sentimiento de desamparo me acompañaba el resto de la jornada.

Esta noche he vuelto a soñar con él, después de muchísimo tiempo. Soñé que nos reencontrábamos, pero al contrario que en otras ocasiones, esta vez era yo la que seguía mi camino, no con rencor u odio, si no con absoluta indiferencia.
Al despertar, recordé el sueño, y la misma indiferencia fue la que me acompañó los minutos siguientes.

El motivo por el cual soñé con él no lo tengo muy claro, quizás porque ayer recordé las malas maneras que tuvo conmigo cuando un día le enseñé unas gafas nuevas que me había comprado: “estas gafas son unas mierda!”, exclamó cuando las vio y mientras me las devolvía con cierto desprecio. Ayer, mientras las limpiaba pensaba: “Pues mira que mierda que serán, que llevo con ellas 10 años y no tienen ni un rayón…”.