Un “ya no te
quiero” o sus derivados como “ya no siento lo mismo por ti”, “ te quiero pero
no como pareja”, “no sé lo que siento por ti”… tienen más poder que un
Kalashnikov.
Contra ellos
no hay nada que hacer.
No es culpa
de la otra persona, porque a menudo deja de sentir sin darse cuenta y es un
proceso que ocurre poco a poco. Nosotros iremos percibiendo sus primeros
síntomas, a través de su distanciamiento, su frialdad, pero será un
proceso lento, que a menudo enmascararemos (o intentaremos auto engañarnos) con
otros motivos.
Que la otra
persona, llegado el momento, lo exprese abiertamente es un acto de valentía y
sinceridad. No podemos reprocharle en ningún caso que haya dejado de querernos,
eso no es culpa de nadie.
Cuando te
dicen que ya no te quieren, o sus derivados, nos están apuntando directamente
al corazón: no podemos hacer nada, y es una herida de muerte, porque la
relación ya no puede continuar. Debemos asumir, aunque con mucho dolor,
que esta es la realidad que tenemos.
Podemos
analizar los motivos por los cuales se ha llegado a este punto, a veces es un
solo motivo, y en otras hay muchos, y en otras ni siquiera se sabe porqué.
Podemos
buscar un culpable, él/ ella, yo, mis familiares, los amigos… pero no cambiarán
la situación, solo conseguirán apaciguar nuestro dolor durante un breve espacio de tiempo.
Para mi
desgracia, mi ex nunca me lo dijo. Nunca escuché de sus labios un “ya no te
quiero”, un “ya no siento lo mismo por ti”. El haberlo escuchado me hubiera
ahorrado mucho sufrimiento, y me hubiera ayudado a comprender porqué decidió
dejarme.
El haberlo
escuchado me hubiera hecho ver que insistirle el último día que lo ví para que
volviera conmigo, iba a ser una tarea inútil y una pérdida de tiempo. Y sobre
todo, que iba a alimentar en mí la falsa esperanza de un posible regreso
futuro.
Cuando mi ex
decidió dejarme, yo necesitaba imperiosamente escuchar de sus labios esa
fatídica frase. Aunque me doliese, aunque me rompiera el corazón, necesitaba
escucharla. Sin embargo, por más que se lo preguntaba nunca obtuve una
respuesta clara, a veces me decía que si, que si me seguía queriendo, otras me
decía que no lo sabía. Pero nunca me dijo que hubiese dejado de quererme.
Esa
ambivalencia, de si, de no lo sé… me mataba.
Seguramente
ni él mismo sabía lo que sentía o simplemente no quería hacerme daño, de eso
estoy segura, pero lo cierto es que lo único que consiguió fue que yo me
aferrase a ese “nunca me ha dicho que no me quisiese” para seguir
luchando por una relación que estaba herida de muerte.
Cuando la
otra persona te está pidiendo la verdad a la cara, aun sabiendo y asumiendo que
le dolerá, no hay excusas para engañarla. Está adoptando una actitud madura y
valiente también, porque quiere saber ante todo qué es lo que pasa, independientemente
que el resultado no sea el esperado o el deseado.
Estoy segura
que nunca quiso hacerme daño, tampoco tendría motivos, yo siempre me porté bien
con él, lo que pasa es que no utilizó los medios adecuados. Ocultándome que ya
no me quería consiguió precisamente lo contrario: que yo sufriera más y que me
sintiera muy confusa.
Gracias a
ello, durante muchísimo tiempo, más de lo que cualquier persona hubiera podido
aguantar psicológicamente, no dejé de preguntarme una y otra vez, día y noche, por
qué me había dejado… Siempre supuse que lo había hecho porque ya no sentía lo
mismo por mí, pero el no haberlo escuchado de sus labios no facilitó mucho las
cosas.
Por eso ex,
permíteme que te diga una cosa: fuiste un cobarde.