martes, 25 de septiembre de 2018

Los momentos patéticos...

Comenté en un mi anterior post como fue mi vida a nivel laboral teniendo que lidiar con una ruptura, un nuevo trabajo y los problemas familiares en casa. Ciertamente la recuerdo como la peor etapa de mi vida, de hecho, escribir el anterior post fue difícil para mí: tener que recordar aquellos tiempos, en los que no puedes con todo, pero tampoco puedes parar, porque debes seguir…

Hoy me gustaría hablar de los momentos más patéticos de mi ruptura. Algunos son para reír, y otros no tanto… Pero formaron parte de aquellos tiempos oscuros que estoy segura más de uno  habrá vivido antes o después. Son momentos que aparecen, y como estás más débil o sensible de lo normal, eres incapaz de controlar, de responder o de salir airoso de la situación. Recibes la cachetada, y te quedas callado, sin decir nada, aguantando el chaparrón y asumiendo que no vales nada.

El primer momento patético sucedió unos pocos días después que mi ex me hubiera dejado. Creo que no había pasado ni una semana… Me invitaron a un cumpleaños, y allí estaban todos mis amigos. En un principio, intenté pasarlo lo mejor posible, procurando que no se me notase que estaba pasando por un mal momento, no quería estropearle el cumpleaños a mi amigo. Pero, no habiendo pasado ni una semana de mi ruptura, no pude aguantar mucho tiempo, y enseguida comencé a sentirme agobiada, triste y desolada. Se me notaba en la cara, que no estaba bien. Quería irme a mi casa. Mi mejor amiga (por aquel entonces), sabiendo que mi relación de 6 años se había ido por el desagüe hacía apenas unos días, no se le ocurrió mejor idea que llevarme al baño y echarme la bronca. Literalmente me dijo que no podía tener ese careto, y que tenía que pasar página ya… (Pues que me diga cómo se hace eso!!).
En lugar de mandarla muy lejos, me callé, aguanté el chaparrón, con unas ganas de llorar que no podía contenerme. Lo pasé mal, muy mal en aquel cumpleaños, y en lugar de irme a mi casa, que era lo que más deseaba, me quedé allí, aguantando que mi mejor amiga me echara una charla de campeonato… Me sentía tan poca cosa, tan ínfima, que pensaba que yo me merecía recibir aquellas duras palabras vacías, que no aportaban nada ni me ayudaban…

El segundo momento patético sucedió unos pocos días después. Quedé con mi ex en una estación de autobuses, después de haber roto conmigo y después de haberle insistido durante una semana para quedar. Él en un principio se negaba a verme, no me decía que no de forma tajante pero me daba largas. Al final fue tal mi insistencia que terminó accediendo. Fue la última vez que lo vi.
Hacía tan solo una semana que me había dejado, lo hizo por teléfono y aprovechó el momento para decirme que llevaba unos meses tonteando con otra chica a mis espaldas.
Aquella tarde en la estación, me trató francamente mal, con una frialdad y un aire de superioridad que daban asco. Yo no tenía que habérselo permitido. Pero en aquel momento lo hice.
Su autobús salía a las 20:00hs., y conmigo queda a las 19:00hs., es decir, me daba menos de una hora para hablar, para aclarar dudas…
Sentados en una terraza tomando un refresco, me hablaba de tonterías sin ninguna importancia, intentando no sacar el tema y perdiendo el poco tiempo que de por sí yo ya tenía… Cuando, viendo mi reloj veo que era las 19:20Hs. y que el tiempo pasaba y no hablábamos, le saqué el tema. Pues bien, cambió su actitud amable y se puso borde conmigo. Me alzó la voz, me contestaba de manera grosera, y me dijo lo más doloroso que he escuchado de su boca ante mi pregunta: “Y ahora, que voy a hacer yo sin ti?”, a lo que él me respondió: “Y a mí que me cuentas???, ese es tu problema!!!”. Las personas de las mesas contiguas nos miraron al ver que él me gritaba.
Fue un momento patético porque no supe, no pude, o lo que sea, pararle. Dejé que me tratara mal. Que me humillara, que me tratase como un trapo viejo, que me alzara la voz. Jamás debí habérselo permitido.

El tercer momento patético, fue ese mismo día, cuando después que él decide que hablar de la ruptura durante unos 20 minutos ya es suficiente, lo acompaño hasta la parada, y en un arrebato de dolor incontrolado por mi parte, y viendo que lo iba a perder para siempre, me aferro a él y le pido disculpas por todo mientras lloraba a mares.
En realidad, no sabía porqué, pero le pedía disculpas… Él no sabía ni que decirme…

El cuarto momento patético fue también ese mismo día, cuando él se subió al autobús. Yo me quedé esperando, a ver si él se arrepentía como en las películas, y decidía bajarse y volver a mi lado, pero eso nunca sucedió… Cuando el autobús cerró las puertas y arrancó, yo corrí tras él, con tacones y la calle cuesta arriba. Nunca lo alcancé. Cuando volví al coche, tenía las medias completamente rotas, el rímel se me había corrido formando dos largos caminos negros sobre la cara, y el maquillaje, con las lágrimas, se me había quedado un asco dejándome la cara con manchones. Frente al espejo del coche, tenía el aire de un payaso triste. Jamás olvidaré esa imagen de mí misma.

El quinto momento patético lo sufrí ya en la oficina. En una reunión de trabajo, mi jefe me ve que estoy distraída, poco participativa. Delante de todos, me dice: “Pero venga!!!, espabila!!”. Dejándome en mal lugar.
Cuando acaba la reunión, me dice que vaya a su despacho, y así lo hago. Me pregunta qué sucede, porque no participo de las actividades de la empresa… Y en momento de patetismo absoluto, rompo a llorar de manera desconsolada delante de mi jefe. Él no sabe ni qué decirme. Yo no le doy demasiadas explicaciones, solo le digo que no estoy pasando por un buen momento personal. Y no puedo parar de llorar… Hoy, que ha pasado el tiempo, me da mucha vergüenza recordar aquel momento…

Sufrí muchos momentos patéticos, en los que me sentía dolida, insignificante, con el autoestima por los suelos, incapaz de controlar mis emociones, de parar a quienes me trataban mal o me humillaban… porque en el fondo, el dolor por la ruptura y mi pérdida eran tan grandes, que sentía que yo merecía ese trato por parte de los demás. Me sentía tan absolutamente culpable por mi pérdida, porque en mi inconsciente pensaba que había sido yo, por mi manera de ser, por haber hecho o no algo, por haber sido de una manera o de otra, quien, de alguna manera, había empujado a mi ex para que tomase la decisión de dejarme. En definitiva, mi ex me había dejado por mi culpa.
Estos momentos patéticos alimentaban esta idea: el sentimiento de inferioridad, hundirme más en la miseria, ahogarme aún más si cabe en la humillación… y por otro lado, era una manera de autocastigarme por haber sido una mala persona con mi ex. Era mi autocastigo por haber sido una mala pareja.
Soportando humillaciones, situaciones dolorosas y angustiosas, se hacía justicia y yo pagaba mi condena de haber perdido a una persona maravillosa, que había decidido abandonarme por haber sido una persona aborrecible.

Por estos motivos, por un lado por el dolor sufrido y por otro porque pensaba que me lo merecía, tragaba con todo.
Por suerte, y pasado el tiempo, me di cuenta que esto no era cierto, y que yo no había sido ni mejor ni peor que mi ex ni que otras personas que, como seres humanos que somos, también cometen errores. No me merecía ningún castigo, porque yo no había hecho nada malo. Simplemente mi pareja había dejado de quererme, y eso, no me convertía en una persona horrible.

Estoy segura que muchos de vosotros habrá vivido estos momentos patéticos tras una ruptura. Me pasó a mí y a muchas personas que conozco. Son unos momentos difíciles, que no podremos controlar, pero que en mayor o menor medida viviremos.
Hay que ser pacientes con uno mismo, no machacarse ni torturarse, es necesario un tiempo para entender que las relaciones las forman 2 personas, al igual que las rupturas, y ambas partes son responsables de lo que sucede dentro de una relación. Cargar el peso uno solo no es justo ni fácil.

miércoles, 29 de agosto de 2018

El malabarista

Unos dos meses antes de producirse mi ruptura, encontré un nuevo trabajo. Yo llevaba algunos meses en el paro, lo que me generaba cierta inseguridad no solo económica sino también de futuro.
El haberme quedado sin empleo empeoraba, y bastante, la situación que yo tenía con mi ex, porque suponía que todos los planes futuros que teníamos se paraban o se posponían. Cierto es que yo no era totalmente consciente que mi ex llevaba tiempo sin querer formar parte de ellos, pero yo aún no lo sabía...

La cuestión es que por aquel entonces tuve mucha suerte. Encontré un trabajo bien pagado en una de las mejoras empresas de mi sector, y pensé que mi dicha, por fin, había cambiado.
Lo que yo no sabía, me di cuenta tiempo después, es que el sueldo iba a estar acorde con el nivel brutal de exigencia...
Cuando entras a formar parte de una de las mejores empresas, quieres dar lo mejor de ti, quieres demostrar lo que vales, pero yo no conté con el hecho de que mi ex me iba a dejar tan solo unos 2 meses después de haber entrado a trabajar...Y mi situación empeoró notablemente.

No solo estaba emocionalmente inestable, sensible y dolida por todo lo que estaba viviendo, también me sentía absolutamente desbordada por la exigencia del nuevo puesto de trabajo.
Además, mis padres estaban a punto de separarse, y aunque tomaron la decisión final casi un año después, el ambiente que había en mi casa era irrespirable.
Si a eso le sumamos el abandono por parte de mis amigos en muy poco tiempo, esto daba como resultado una auténtica olla a presión a punto de explotar.

Yo viví situaciones kafkianas día si y día tambien. Recuerdo estar en reuniones de trabajo y tener que levantarme en un mar de lágrimas, intentando cubrirme los ojos para que el resto de compañeros no me vieran.
Tiempo después me di cuenta que estaba inmersa en una depresión profunda, pero en lugar de parar, decidí seguir. No sé si fue un error, solo sé que fue la decisión que tomé porque no era realmente consciente de la situación que estaba viviendo en aquellos momentos.

Estaba en el trabajo, pero estaba distraída. Me confundía, cometía muchos errores, y me llevé montones de broncas por parte de mi jefe directo, superiores y hasta de compañeros.
Mi situación de ruptura mermó hasta tal punto mi autoestima, que yo, frente al resto de compañeros de trabajo me sentía insignificante.
Cuando te sientes pequeño, no es raro que los de tu entorno lo noten e, inconscientemente, aprovechen la ocasión para hundirte aún más. Llegué a tener un compañero que no quería trabajar conmigo (no recuerdo el motivo), y así se lo hizo saber a mi jefe. Yo no estuve en aquella reunión, pero estoy segura que no me dejó en un buen lugar ante mis superiores...
Las broncas, reuniones de trabajo con amenazas de despido se sucedieron una y otra vez. Yo quería darlo todo, pero no podí, y la situación que estaba viviendo en la empresa no me ayudaba a levantar cabeza.

Cuando llevaba en la empresa un año, mis padres se separan, y comienzo a sufrir acoso laboral: primero con amenazas continuas de despido, me obligaban a firmar documentos en los que yo me comprometía a vender más (cuando eso no dependía de mí); cuando denuncié a la empresa por acoso, optaron por hacerme lo contrario: me ignoraban. No formaba parte de las reuniones ni de los planes de ventas.

Finalmente me despidieron.

Yo me sentía como un malabarista: en el trabajo tenía que lidiar con una situación difícil, en casa tenía que llegar y escuchar los llantos de mi madre porque su matrimonio se había hundido, mis amigos me dejaron y yo tenía que equilibrar todo este horror en mitad de una tormenta como fue para mí mi ruptura.
Yo no podía más, no podía seguir afrontando más dolor, más exigencias, no llegaba. No era capaz de solucionar nada ni de hacer algo bien. Todo me salía mal.
Había perdido la oportunidad de trabajar en una gran multinacional, de hacer crecer mi carrera, de mejorar mi aptitudes y de llegar lejos a nivel profesional, pero no pude con todo. Y buena parte de culpa la tiene la ruptura, que no mi ex, si no la ruptura en sí. Llegó en el peor momento posible, cuando yo tenía que dar lo mejor de mí misma.


Los momentos eran ajenos a la ruptura, pero relacionados con ella fue numerosos y dolorosos. Estoy segura que todo hubiera ido mejor de no haber tenido yo que afrontar la situación que tuve que afrontar en el momento que tuve que hacerlo.
No sé si a día de hoy seguiría trabajando en la misma compañía, pero estoy segura que no hubiera tenido que hacer de malabarista con el trabajo, mi familia, mi vida personal y amigos, intentándolo todo sin poder hacer nada, mientras veía como se caían las pelotas a mi alrededor, mientras me sentía torpe, incapaz y poca cosa.

Con mi ruptura yo perdí mucho más que a mi ex, perdí unos proyectos de futuro, un buen empleo y la capacidad de sentirme útil.
Sin embargo, cuando pasó el tiempo, me percaté que el haber perdido aquel trabajo es lo mejor que me pudo haber pasado: simplemente no era para mí.
Y gracias a ello, cambié mi concepto y mi idea de lo que es tener un empleo, de mi relación con mi puesto de trabajo y las expectativas de trabajar.

martes, 14 de agosto de 2018

Las secuelas...

Inevitablemente, un duelo que se ha dilatado en el tiempo, si o si, deja un rastro, una secuela en nuestra experiencia personal.
Yo no he sido muy consciente hasta que punto esas secuelas han dejado huella en mí, hasta que me he en visto en determinadas situaciones que me han recordado todo lo vivido estos años.

Recientemente, he conocido a una persona, una persona a quien le he gustado y con quien me siento a gusto. Por su parte, él viene de una separación traumática, difícil, como yo… Pero a él parece no haberle afectado demasiado. O eso es lo que me transmite…
La cuestión es que, por miedo, inseguridades, por recordar lo vivido todos estos años antes, durante y después de la ruptura, no me fío de él. Sabiendo que es una buena persona, pues es lo que percibo en cada momento, sigo sin sentirme segura a su lado.
Continuamente pienso que esta relación, que no ha hecho nada más que empezar, será un fracaso.
Miles de fantasmas se me acercan y me dicen al oído que, con total seguridad, esta persona me traicionará, o bien con otra persona o bien porque tenga una doble vida o porque hay algo que me oculta y no me lo quiere decir.
Lo cierto es que si lo pienso fríamente, esta persona no me ha transmitido nada de eso, pero los fantasmas siguen ahí.

Esta persona, se ha dado cuenta de mis inseguridades, pues así me lo ha expresado. Sabe que tengo miedo, sabe que no me fío al 100% de él. Conoce mi historia, y aunque no le parece algo tan terrible como para que me haya dejado estos miedos, de momento, lo respeta y me deja mi espacio.

No pensé en ningún momento que me encontraría tan asustada, tan insegura… ante una nueva relación. Y tampoco puedo negar que el sentirme de esta manera me llena de rabia, mucha rabia, porque me veo a mí misma muy débil, muy frágil y desprotegida, una situación que la vivo como algo increíble, teniendo en cuenta que mi ex me dejó hace ya varios años, tendría que tenerlo más que superado. Tendría que ser capaz a estas alturas, de permitir que alguien nuevo entre en mi vida, dejar que esa persona me conozca y dejar que esta relación siga su curso, para bien o para mal.
Pero en lugar de eso, mis miedos continuamente están boicoteando esta nueva historia y me despiertan pesadillas del pasado.

Controlar estas inseguridades por mi parte es difícil, pero no imposible. Por el momento, he sabido reconocer cuando entro en estado de pánico y me esfuerzo por ponerles remedio, aunque no siempre lo consigo.
Me he dado cuenta que entro en pánico cuando esta persona me propone situaciones que indican que la relación se va formalizando, como por ejemplo, cuando me dice que me quiere presentar a su familia, o cuando quiere que conozca a sus amigos.
Estas situaciones me recuerdan a cuando yo empecé con mi ex, hace ya muchos años, y me saltan todas las alarmas. Sin embargo, en lugar de evitarlas, las afronto, no exenta de miedo y de inseguridad, pero es que no quiero seguir alimentando el “monstruo” que no me deja avanzar en mi vida.

Como esta persona se ha dado cuenta de esto, le he pedido que sea paciente conmigo, que necesito tiempo, que vengo de un período de mucho dolor, de mucha soledad, y necesito adaptarme nuevamente a la vida después de haber salido del túnel de un duelo por ruptura sentimental. Parece que por el momento, él, lo entiende…

viernes, 13 de julio de 2018

El tiempo que no te mereces...

Una noche de principios de verano recibí una llamada de mi ex.
El contenido de la conversación no fue muy diferente a otras muchas veces: los problemas de trabajo, lo que habíamos hecho aquel día… Y poco más. Nada, absolutamente nada, me hizo sospechar lo que vendría después: una ruptura fulminante de la relación, después de estar juntos más de 6 años.

De esto ha pasado tiempo. Unos cuantos años ya.
Al principio, al verme dejada, la situación me superaba. Pensé que jamás podría superarlo, que jamás saldría del pozo. Me costó un trabajo de titanes, un esfuerzo a nivel emocional inmenso para poder seguir adelante con mi vida.
Ahora que ha pasado el tiempo, recuerdo esta etapa de mi vida como la más amarga, dura e injusta. 
Este tiempo de duelo, que no ha sido ni mucho menos corto para mí, no solo ha significado una búsqueda de mí misma, de nuevas ilusiones y un nuevo camino que seguir, también ha significado la dedicación de un tiempo a una persona que no se lo merece.
Y me explico.

Todo este período de años en el que he luchado para mantenerme a flote y salir adelante, y sobre todo, en pensar en mí misma y en mi bienestar, también ha sido un tiempo de dedicarle a mi ex, en forma de rabia, de pensamientos, de llantos, de frustración... en el fondo, él ha ocupado buena parte de este paréntesis que ha sido mi vida estos últimos años. 
Un tiempo, que a la vista del trato recibido por su parte, no se lo merece. 

Cuando te das cuenta del enorme regalo que le has hecho a esa persona que un buen día te abandonó, con pocas explicaciones, ocultándote la verdad, dejándote por teléfono... te sientes idiota. O yo por lo menos me siento así. 

Él, que no niego que habrá sufrido mucho al principio de la ruptura, al año y medio ya estaba con otra persona, rehaciendo su vida, haciendo planes de tu futuro con ella, en definitiva, pensando solo en él... mientras, yo, lloraba y lloraba esperando que algún día quisiera volver a mi lado, un llanto dirigido a él, a él que ya no me quería, que me había abandonado.
Año tras año, sufriendo por él, por su ausencia, dedicándole horas, horas y horas en pensamientos, en nostalgia, en rabias y tristezas. A él, que ahora que ha pasado el tiempo, me doy cuenta que no se merecía ni una sola lágrima mía.

Cierto es que mi periodo de duelo me lo exigía, y yo hice lo que mejor pude para poder superar el bache. Pero hoy, me doy cuenta de ese tiempo entregado a él, un tiempo que hoy veo tenía que haber sido para mí, para no tener la sensación de paréntesis.

Lo siento ex, pero de aquí en adelante, mi tiempo es MÍO.

sábado, 30 de junio de 2018

Sigo pensando en ti...

Una vez mi ex me había dejado y ya no manteníamos ningún tipo de contacto, los pensamientos sobre él invadían mi mente mañana, tarde y noche. Parecía que lo tenía incluso más presente ahora que cuando aún estábamos juntos…
Y hasta tal punto esto fue así, que limitaba mi toma de decisiones para poder rehacer mi vida y superar la ruptura, porque continuamente ponía por delante las necesidades de él, sus impresiones o sus gustos…, frente a los míos.
Durante muchísimo tiempo manejaba con cuidado todas las publicaciones que yo hacía en Facebook, las fotos que publicaba… por si él pudiese verlo. Aunque yo no tenía perfil de Facebook cuando estaba con él, pues abrí la cuenta después que él me dejó, si tenía temor a que él me buscase por la red y viese lo que yo había colgado en la red social.
Lo mismo me ocurrió con Whatsapp. Siempre cuidadosa de la foto que tenía de perfil para evitar dar más información de la debida a él.
Jamás lo bloqueé de ninguna red social (excepto en Whatsapp hace cosa de dos meses), con el temor de lo que él pudiera pensar de mí, por si él pudiese sentirse ofendido. 

Siempre cuidadosa, siempre temerosa, de que él pudiera tener una mala impresión de mí, o se sintiera molesto por cualquier movimiento mío.
Incluso cuando manteníamos cierto contacto al principio de la ruptura, y estando yo rota de dolor, manejaba mis palabras hacia él con sumo cuidado, no vaya ser que él se fuera a molestar, sentirse incómodo o enfadado conmigo.
Pasado un tiempo, llegué al extremo de no querer salir con ningún otro chico, por tener la sensación de que si lo hacía, le estaría siendo infiel a mi ex, por lo que mi vida amorosa estaba absolutamente estancada.

Todo lo que hacía que podía llegar a sus oídos, sus ojos… lo manejaba son muchísimo cuidado, porque prevalecía lo que él pudiera sentir, frente a mis necesidades, gustos o sentimientos. Una vez más, se ponía de manifiesto mi falta de autoestima.
Para mí, él era una persona extraordinariamente valiosa, y yo, había tenido la inmensa suerte de poder haber estado con él. Es decir, si él era más, yo era menos. Si él era una persona maravillosa, yo era un ser que no merecía la pena. Mi inconsciente colocaba a mi ex y a mí misma en dos posiciones totalmente distintas, cuando, en realidad, ninguno de los dos era más que el otro.
Como yo no tenía derecho a rehacer mi vida, pues, era más importante él que yo, incluso cuando ya no estábamos juntos, centraba muchos esfuerzos en que él siempre tuviera una buena imagen de mí, que él nunca se molestase o enfadase, ponderando así su valor, poniéndolo en un altar y alimentando su idealización dentro de mi mente.

Tened en cuenta que cada minuto que le dedicamos a nuestros ex, es un minuto que nos lo estamos robando a nosotros mismos. Y no solo en nosotros, sino también en nuestra recuperación.
La otra persona nos ha dejado por propia voluntad, nosotros no les hemos echado de nuestras vidas. Si bien es cierto que pueden sentir curiosidad sobre nosotros en algún momento dado y consultar alguna red social, es igualmente cierto que los dejados ya no formamos parte de sus vidas, y tanto derecho tenemos de rehacer la nuestra como ellos la suya.

Que pueden sentirse molestos por algún comentario?, alguna foto?, porque les hemos bloqueado de Facebook o de Whatsapp?, no lo niego. Pero te has parado a pensar en los comentarios dolorosos, los engaños y las malas maneras que tu ex ha tenido contigo?, no es válido eso?, no nos ha dolido a nosotros también?, o solo importa lo que sienten y piensan ellos?.
No debemos vernos como víctimas, como pobres personas sin valor, que han sido dejadas porque no merecen la pena. Nosotros también tenemos nuestras cualidades, nuestros puntos fuertes que la otra parte no ha sido capaz de ver y valorar.
No podemos seguir alimentando este tipo de relación del “tú eres más que yo”, porque además de no ser cierto, pues es una construcción que ha creado nuestra mente para seguir alimentando nuestra falta de autoestima, tampoco nos deja seguir con nuestro camino.

Si a mi ex le molesta que yo lo haya bloqueado de alguna red social, más me ha molestado a mí que me engañase y me dejase por teléfono, por ejemplo.
Hay que partir de la base que ellos no son perfectos, también han cometido errores, y estamos en nuestro derecho, puesto que nos han dejado, de no solo rehacer nuestras vidas, sino también de echarlos de ella borrando su número, bloqueándolo de alguna red social…, porque al fin y al cabo han sido ellos los que han decidido irse por propia voluntad. Tenedlo claro.