La última
vez que vi a mi ex fue en una estación de autobuses.
Una semana antes ya me había comunicado por teléfono su intención de dejarme.
Pero
quedamos aquella tarde aprovechando la ocasión que él iba a pasar por mi
ciudad (ya comenté que lo nuestro era una relación a distancia). Tuve que
insistirle mucho para vernos, pues él no quería hacerlo, pero dada mi
insistencia accedió.
Yo estaba
realmente confusa, porque desde el día que me deja por teléfono hasta el día
que nos vemos cara a cara, no recibo demasiadas explicaciones del motivo por
el cual me deja. Sus pretextos son confusos, cambiantes, y a veces tengo la
sensación que ni él mismo sabe por qué me ha dejado…
Mi idea de
quedar era para ver si conseguía que me explicase un poco mejor el motivo, y
ya puestos de paso, convencerle para que volviese conmigo. Todo fue en vano.
Quedamos a
las 7 de la tarde, y ya desde el primer momento lo que me encuentro es una
persona fría, distante, poco amigable. Sigue sin darme explicaciones exactas
de por qué no quiere estar conmigo. Me cuenta un cuento chino, que nunca me
creí.
Yo sigo
sin escuchar de sus labios ese “ya no te quiero” que tanto necesitaba. Porque
si, yo no quería que suavizara las cosas, no quería que me contara ninguna
extraña historia, yo solo quería escuchar de sus labios aquella fatídica
frase que nunca escuché por más que le pedí que fuera sincero conmigo.
Queda
conmigo a las 7, y él tenía el billete a las 8… una fuga en toda regla… Tan
solo una hora para hablar de nuestra relación de más de 6 años. Una hora que
él convirtió en tan solo 40 minutos, porque se levantó de la mesa de la
cafetería donde estábamos sentados, con la excusa que perdería el autobús.
Bueno, en realidad fue bastante menos, porque de los 40 minutos que estuvimos
sentados en la cafetería, estuvo unos 20 hablándome del embarazo de su cuñada,
del “gañán” de su hermano, del trabajo que acababa de dejar y de cien mil
tonterías que poco me importaban.
Estábamos
a escasos 50 metros de la estación… Tenía tiempo de sobra.
Pero él no
quería estar allí…
Una tarde
horrible, triste y sumamente confusa, porque no reconocía en aquella persona
que tengo delante de mí a la persona con la que he compartido los últimos 6
años de mi vida.
Se
despidió de mí con un abrazo, fue el único detalle que tuvo conmigo. Después
me soltó la mano poco a poco, hasta que se subió al autobús y ya no volví a
tocarle nunca más.
Yo lloraba
y lloraba pegada a la puerta, como esperando por su parte un arrepentimiento,
un “me lo he pensado mejor”, por si bajaba de aquel autobús. Pero lo que
recibí fue un gesto de su mano diciéndome que me marchase y un seco cierre de
puertas indicándome que ya partía.
Yo corrí
detrás del autobús, unos cuantos metros cuesta arriba, pero no pude
alcanzarle. Giró la calle y le perdí de vista para siempre.
Por qué
estoy contando esto?, por qué me estoy acordando de aquella tarde después de
más de un año?. Os comenté en un post anterior, que yo tenía 2 trabajos, pues
bien, uno de mis trabajos es de camarera en una cafetería.
Anoche,
mientras recogía las mesas y las sillas de la terraza, una pareja, o mejor
dicho, una ex pareja, discutía a grito pelado en una de las mesas.
Por lo que
pude escuchar, hacía poco que lo habían dejado, no más de una semana, y no
había sido una ruptura muy limpia que digamos. Había habido infidelidad por
parte de ella, que él acabó enterándose en ese mismo momento.
Hubo
muchos reproches por parte de él hacia ella, por su falta de consideración al
haberse liado con otro chico el mismo día que lo dejan, por su frialdad y de
un largo etcétera que no llegué a escuchar.
Mientras
recogía la barra (la pareja ya se había ido discutiendo por la calle) empiezo
a pensar sobre la importancia de los buenos cierres.
Cuando una
relación se termina y llega el momento de decir adiós, es importante que el
cierre sea lo menos conflictivo posible. Es cierto que si la ruptura se ha
producido por una infidelidad, es realmente complicado hacer un cierre sin
malos rollos.
Un cierre
debería ser un momento en el que se ponen encima de la mesa todos los
sentimientos, los positivos y negativos, de la relación. Expresar libremente
lo que se siente, las frustraciones, las tristezas, pero también las alegrías
y los momentos compartidos.
Es un buen
momento para expresar al otro cómo estamos.
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Pero también es el momento para plantear nuestras dudas,
cualquier consulta que tengamos es el momento adecuado para exponerla.
Y la otra persona, en la medida en que pueda, debería ser lo
más honesta posible con nosotros.
Sé que esto sería lo ideal, pero no siempre es así, tal y
como me sucedió a mí o a la pareja de las que os estaba hablando.
Cuando sucede que la otra persona no es honesta o el cierre
no se ha producido de buenas maneras, ocurre que uno pregunta y repregunta a
amigos, familiares, a personas cercanas a uno (hasta punto de cansarles y
aburrirles) cuestiones que únicamente el ex tiene las respuestas.
Como no siempre podemos acceder a nuestro ex de buenas
maneras para resolver nuestras dudas, lo que esto termina alimentando es la
sensación de odio, de rabia, y en muchas ocasiones de culpabilidad.
Qué hacer ante esta situación?, bueno, a mí cuando me
invaden estas preguntas sin respuestas, intento ser honesta conmigo misma y
responderlas como si fuera mi ex quien me da la respuesta.
No es fácil, porque tengo que ponerme en la piel del otro, y
muchas veces tardo días o incluso semanas en encontrar la respuesta. Pero
siento como mi mente se queda relajada y tranquila al haber solventado su sed.
Es muy difícil ignorar estas preguntas dentro de nuestra
cabeza, porque aunque intentemos no hacerles caso o pasar de ellas, lo cierto
es que allí siguen, dale que te pego unas y otra vez planteando su pregunta,
dando vueltas dentro de nuestra mente esperando ansiosamente encontrar una
respuesta que pueda calmarla.
Haced el intento si estáis pasando por lo mismo, veréis como
cuando encontráis la respuesta os sentiréis mucho mejor.