sábado, 9 de mayo de 2015

Los buenos cierres...






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La última vez que vi a mi ex fue en una estación de autobuses.


Una semana antes ya me había comunicado por teléfono su intención de dejarme.

Pero quedamos aquella tarde aprovechando la ocasión que él iba a pasar por mi ciudad (ya comenté que lo nuestro era una relación a distancia). Tuve que insistirle mucho para vernos, pues él no quería hacerlo, pero dada mi insistencia accedió.

Yo estaba realmente confusa, porque desde el día que me deja por teléfono hasta el día que nos vemos cara a cara, no recibo demasiadas explicaciones del motivo por el cual me deja. Sus pretextos son confusos, cambiantes, y a veces tengo la sensación que ni él mismo sabe por qué me ha dejado…
Mi idea de quedar era para ver si conseguía que me explicase un poco mejor el motivo, y ya puestos de paso, convencerle para que volviese conmigo. Todo fue en vano.

Quedamos a las 7 de la tarde, y ya desde el primer momento lo que me encuentro es una persona fría, distante, poco amigable. Sigue sin darme explicaciones exactas de por qué no quiere estar conmigo. Me cuenta un cuento chino, que nunca me creí.

Yo sigo sin escuchar de sus labios ese “ya no te quiero” que tanto necesitaba. Porque si, yo no quería que suavizara las cosas, no quería que me contara ninguna extraña historia, yo solo quería escuchar de sus labios aquella fatídica frase que nunca escuché por más que le pedí que fuera sincero conmigo.

Queda conmigo a las 7, y él tenía el billete a las 8… una fuga en toda regla… Tan solo una hora para hablar de nuestra relación de más de 6 años. Una hora que él convirtió en tan solo 40 minutos, porque se levantó de la mesa de la cafetería donde estábamos sentados, con la excusa que perdería el autobús. Bueno, en realidad fue bastante menos, porque de los 40 minutos que estuvimos sentados en la cafetería, estuvo unos 20 hablándome del embarazo de su cuñada, del “gañán” de su hermano, del trabajo que acababa de dejar y de cien mil tonterías que poco me importaban.
Estábamos a escasos 50 metros de la estación… Tenía tiempo de sobra.
Pero él no quería estar allí…

Una tarde horrible, triste y sumamente confusa, porque no reconocía en aquella persona que tengo delante de mí a la persona con la que he compartido los últimos 6 años de mi vida.
Se despidió de mí con un abrazo, fue el único detalle que tuvo conmigo. Después me soltó la mano poco a poco, hasta que se subió al autobús y ya no volví a tocarle nunca más.

Yo lloraba y lloraba pegada a la puerta, como esperando por su parte un arrepentimiento, un “me lo he pensado mejor”, por si bajaba de aquel autobús. Pero lo que recibí fue un gesto de su mano diciéndome que me marchase y un seco cierre de puertas indicándome que ya partía.

Yo corrí detrás del autobús, unos cuantos metros cuesta arriba, pero no pude alcanzarle. Giró la calle y le perdí de vista para siempre.

Por qué estoy contando esto?, por qué me estoy acordando de aquella tarde después de más de un año?. Os comenté en un post anterior, que yo tenía 2 trabajos, pues bien, uno de mis trabajos es de camarera en una cafetería.
Anoche, mientras recogía las mesas y las sillas de la terraza, una pareja, o mejor dicho, una ex pareja, discutía a grito pelado en una de las mesas.
Por lo que pude escuchar, hacía poco que lo habían dejado, no más de una semana, y no había sido una ruptura muy limpia que digamos. Había habido infidelidad por parte de ella, que él acabó enterándose en ese mismo momento.
Hubo muchos reproches por parte de él hacia ella, por su falta de consideración al haberse liado con otro chico el mismo día que lo dejan, por su frialdad y de un largo etcétera que no llegué a escuchar.

Mientras recogía la barra (la pareja ya se había ido discutiendo por la calle) empiezo a pensar sobre la importancia de los buenos cierres.
Cuando una relación se termina y llega el momento de decir adiós, es importante que el cierre sea lo menos conflictivo posible. Es cierto que si la ruptura se ha producido por una infidelidad, es realmente complicado hacer un cierre sin malos rollos.

Un cierre debería ser un momento en el que se ponen encima de la mesa todos los sentimientos, los positivos y negativos, de la relación. Expresar libremente lo que se siente, las frustraciones, las tristezas, pero también las alegrías y los momentos compartidos.
Es un buen momento para expresar al otro cómo estamos.


Pero también es el momento para plantear nuestras dudas, cualquier consulta que tengamos es el momento adecuado para exponerla.
Y la otra persona, en la medida en que pueda, debería ser lo más honesta posible con nosotros.
Sé que esto sería lo ideal, pero no siempre es así, tal y como me sucedió a mí o a la pareja de las que os estaba hablando.

Cuando sucede que la otra persona no es honesta o el cierre no se ha producido de buenas maneras, ocurre que uno pregunta y repregunta a amigos, familiares, a personas cercanas a uno (hasta punto de cansarles y aburrirles) cuestiones que únicamente el ex tiene las respuestas.
Como no siempre podemos acceder a nuestro ex de buenas maneras para resolver nuestras dudas, lo que esto termina alimentando es la sensación de odio, de rabia, y en muchas ocasiones de culpabilidad.

Qué hacer ante esta situación?, bueno, a mí cuando me invaden estas preguntas sin respuestas, intento ser honesta conmigo misma y responderlas como si fuera mi ex quien me da la respuesta.
No es fácil, porque tengo que ponerme en la piel del otro, y muchas veces tardo días o incluso semanas en encontrar la respuesta. Pero siento como mi mente se queda relajada y tranquila al haber solventado su sed.

Es muy difícil ignorar estas preguntas dentro de nuestra cabeza, porque aunque intentemos no hacerles caso o pasar de ellas, lo cierto es que allí siguen, dale que te pego unas y otra vez planteando su pregunta, dando vueltas dentro de nuestra mente esperando ansiosamente encontrar una respuesta que pueda calmarla.

Haced el intento si estáis pasando por lo mismo, veréis como cuando encontráis la respuesta os sentiréis mucho mejor.

miércoles, 15 de abril de 2015

Mi ex en un pedestal (parte II)

Pasado un tiempo después de una ruptura, cuando hemos asimilado que la situación ya no tiene vuelta atrás, además de la tristeza, de la frustración, de la sensación de fracaso, de la culpabilidad y en muchos casos la sensación de soledad, también se apunta al carro otro invitado: el sentimiento de inferioridad.

Comentaba en un post anterior que tengo a mi ex en un pedestal. Él es todo virtud y perfección, mientras yo todo lo hago mal.
A simple vista, pudiera parecer muy evidente, sin embargo a mí me ha costado darme cuenta de esto mucho tiempo, y es que ha sido a raíz de una conversación con una amiga quien me hizo ver que evidentemente tengo un problema de autoestima. Y si, así es. Y lo tengo precisamente a raíz a la ruptura.

Después que mi ex decidió romper la relación me quedé muy tocada, y no he sido capaz de ver más que defectos en mí y virtudes en él. Claramente tengo a mi ex idealizado. Y esto, no es bueno… Porque mientras esto siga así, yo seguiré enganchada a una relación que se terminó hace tiempo, dándole vueltas y más vueltas a por qué no funcionó, qué es lo que YO hice mal para perder a una persona como él, culpándome una y otra vez de la ruptura y haciéndome sentir que yo a él no me lo merecía porque él era una persona estupenda y yo fui la responsable de la ruptura al no haber hecho esto o lo otro. Esto me coloca siempre en una posición peor que la suya.

Está claro que la sensación de inferioridad va muy de la mano con la de culpabilidad, y es normal que aparezcan a la vez y se entremezclen. A decir verdad, en cierta forma creo que una no puede vivir sin la otra… por lo tanto, para que desaparezcan estas negatividades es importante reforzar nuestra autoestima. Asique empezaremos por el sentimiento de inferioridad.

Pues bien, el otro día estaba en el gimnasio pensando precisamente en esto. Esta situación está siendo muy dañina conmigo, no me está ayudando a avanzar. Me siento atrapada en una espiral de preguntas: “por qué ya no me quiere?, “qué es lo que he hecho mal?”, “ por qué me ha dejado?”, “por qué no hice esto o lo otro?”…  Definitivamente tengo que acabar con esta espiral!.
Y mientras estaba haciendo ejercicio una idea me atacó: “la lista de aportaciones”.

En qué consiste?. Pues es muy sencillo, consiste en hacer una lista de todas las cosas buenas que hemos aportado a la relación, cosas que no solo se ha beneficiado nuestra pareja, sino también nosotros y por tanto la relación también. Esto nos ayudará a ver las cosas buenas que hemos hecho, reforzarnos, hacernos ver que no todo ha sido malo.

No es fácil hacer la lista de aportaciones, a mí me costó varios días y al principio no sabía ni qué poner. Aunque todavía no la he terminado, pues ya llevo tiempo haciéndola, sí puedo decir que estoy sacando en claro muchas cosas y me está haciendo ver de otra manera la relación. Aquí va mi lista inacabada:

-          Era siempre yo la que viajaba para poder vernos (era una relación a distancia), esto quiere decir que yo puse mucho de mi parte en la relación.
-          Pese a las discusiones con mi madre (pues a ella no le gustaba mi ex) siempre le defendí a él, siempre le apoyé y estuve a su lado. Todo pese a ponerme en contra de mi propia madre.
-          Cuando decidió marcharse de su ciudad yo le apoyé de manera incondicional, no le puse ningún obstáculo para que se fuera, pese a que nos veríamos menos.
-           Le animé a que hiciera un master para mejorar su currículo
-          Dejé a un lado mi sueño de vivir en el extranjero para estar su lado, ya que si me marchaba ya directamente ni nos hubiéramos visto.
-     Le quise muchísimo

Aún mi lista está sin terminar, y con esto no quiero decir que él no haya hecho o no haya puesto de su parte, pero con mi lista de aportaciones estoy valorando lo que he hecho yo, que no fue poco.
De esta manera alejo de mí esa sensación de inferioridad que tanto me persigue.
 

sábado, 21 de marzo de 2015

Mi ex en un pedestal (Parte I)


Este escueto título simplifica como tengo a mi ex. Y no me había dado cuenta de ello hasta que lo hablé con una amiga hace unos días.

Mi ex era una persona muy inteligente, una persona cauta que siempre tenía la palabra precisa, el gesto que nunca se salía de tono, siempre acorde a la situación y al momento.
Mi ex era una persona con las ideas muy claras, que sabía lo que quería y luchaba por ello.
Mi ex siempre tenía una sonrisa en la cara, siempre estaba de buen humor y pocas veces se enfadaba o perdía la calma.
Mi ex era una persona muy sociable, muy abierta y cercana.

Le gustaban los planes tranquilos: quedarse en casa jugando con la consola o a algún juego de mesa.
Le gustaban las reuniones con la familia y pasar la tarde con los suyos.
Le gustaba ver películas, ir al cine y hacer crónicas en su blog sobre el último videojuego o juego de mesa.

Además, era un chico muy guapo, alto, rubio, de enormes ojos verdes, vamos que llamaba mucho la atención...

Yo por el contrario tengo bastante carácter, si algo no me gusta o alguien no me cae bien, se me nota y no lo disimulo.
No siempre estoy de buen humor, puedo cambiar de estado ánimo con facilidad, y aunque soy una persona sociable, me cuesta mucho mantener las amistades.
Además, tampoco soy demasiado atractiva. Lo normal.

Es evidente que tengo a mi ex en un pedestal: Él es toda perfección, virtud y una persona absolutamente maravillosa. Si pongo a mi ex en esta situación, me estoy poniendo yo en unos cuantos escalones más abajo... 
Es decir, si él es más, yo soy menos.

Esto lo que me está generando es una sensación de que he perdido algo muy grande, algo muy valioso que seguramente yo no me merecía. Y que evidentemente lo he perdido por mi inaptitud y mi poca valía. 

Esto está entorpeciendo mi recuperación. No me está permitiendo pasar página con más facilidad. Porque tengo la sensación de que perdí el billete ganador de la Bonoloto...

Como me veo que esto me está produciendo un gran estancamiento, en el próximo post comentaré al detale qué estoy haciendo para combatirlo.

Os está pasando a vosotros también?...