Con el correr de los meses, los sentimientos de mi amiga se
fueron tranquilizando, si bien ella seguía sintiendo tristeza, vacío, soledad… y
no era extraño que tuviera que visitar el cuarto de baño de la oficina y
encerrarse allí ahogada en un mar de lágrimas, pero podía controlarlos mejor
que al principio.
Su ex, por su parte, utilizaba la comunicación que tenía con
ella por motivos laborales para tontear. Ella, sin dudarlo, se apuntaba al
carro y le seguía el juego, recibiendo como respuesta un doloroso silencio. Así
estuvieron unos cuantos meses. Mi amiga me comentaba que durante este tiempo
ella sufría mucho en silencio, porque veía como él le tiraba el anzuelo con sus
tonteos a través de los emails y una vez que ella picaba él desaparecía.
Incluso, mi amiga me decía que su ex se pavoneaba cerca de
ella, tonteando con cierto descaro delante del resto de los compañeros de la
oficina, lo que desataba los cuchicheos y comentarios del resto. Esto a ella la
hacía sentir francamente mal.
No era nada extraño que la empresa organizara convenciones
cada 3 ó 4 meses, a las que tenían que acudir los empleados. En una de ellas,
mi amiga asistió un poco por obligación otro poco porque quería ver a su ex
fuera del ámbito laboral. Tenía la esperanza que en algún momento de la noche
pudieran quedarse a solas y poder hablar, ya que ella sentía esa necesidad
después de más de 6 meses de ruptura.
Tanto ella como él acudieron al evento, pero contra todo
pronóstico su ex lo hizo acompañado de una chica, que a todas luces mostraba
que era su nueva pareja: abrazos, miradas, cogidos de la mano…
Mi amiga ante esta escena se quedó totalmente paralizada sin
saber qué hacer. En aquel momento lo que sintió fue un horrible agobio, que le
faltaba el aire y se ahogaba, pero nuevamente al estar rodeada de sus
compañeros de trabajo, no le quedó otra que encerrarse en el cuarto de baño de
la sala de convenciones y romper a llorar en un mar de lágrimas.
Además, enseguida se dio cuenta que su ex, además de estar
con la otra chica, también estaba pendiente de mi amiga, era como si quisiera
asegurarse que ella lo había visto con su nueva pareja, y no dejaba de mirarla
mientras abrazaba a la otra chica que lo acompañaba.
Incluso mi amiga llegó a tener la sensación que su ex estaba
disfrutando con la situación…
Encerrada y escondida en el cuarto de baño de la sala de
convenciones, y viendo que todo la superaba, agobiada y desesperada llamó a su
madre buscando consuelo. Cuando le contó lo que estaba sucediendo su madre le
dijo lo más lógico que se puede decir en estos momento: “Qué haces ahí?, vete
ahora mismo de ese lugar, aléjate y vente para casa”.
Mi amiga hizo caso a su madre, y queriendo evitar que su ex
la viera como se marchaba de la convención en el momento del convite, se perdió
poco a poco entre la multitud, saliendo con disimulo por la puerta de atrás,
como avergonzada, como si hubiera hecho algo malo. Y se fue de allí tan rápido
como pudo.
En los días siguientes de aquello, su ex seguía tonteando, y
mi amiga, dolida, cansada y agotada por tanto sufrimiento, decidió tomar la
decisión más inteligente que puso haber tomado: ignorarle. A partir de entonces
su contacto con él se limitaría a temas laborales y nada más.
A los tonteos de su ex, ella hacía caso omiso. Él, al ver
que ella le ignoraba empezó a ser más insistente, y a ser más descarado, tanto
los emails como delante del resto de compañeros. Mi amiga, siguiendo su guion a
rajatabla, continuaba ignorándole.
Pasadas unas cuantas semanas y viendo que ella no le seguía
el juego, él cambió de estrategia, y pasó a tratarla mal. Le contestaba los
emails con monosílabos, y por teléfono era frío y distante. Mi amiga, en lugar
de claudicar, continuó con su guión, el cual no modificó ni una coma.
Tiempo después ella se enteraría que su ex y aquella chica
se habían ido a vivir juntos, y si bien el palo que se llevó no fue tan
tremendo como el verle con ella, la “puñalada” si la sintió y estuvo tocada un
tiempo.
Me comentaba mi amiga que su ex siguió bastante frío,
distante y borde con ella, aunque había momentos que volvía a los tonteos
nuevamente. Así estuvieron unos cuantos meses.
Una tarde, cuando ya le faltaba poco para terminar y volver
a casa, su jefe la llama a su despacho. Cuando mi amiga acude, su jefe le pide
que cierre la puerta y que se siente porque quiere hablar con ella. Allí mismo,
le comunica su despido. El motivo no tuvo nada que ver con su ex.
Mi amiga tuvo que recoger sus cosas, firmar el finiquito y
marcharse a casa.
En plena crisis económica (esto sucedió en el año 2012), con
una madre de casi 60 años, separada y sin trabajo, el sueldo de mi amiga era el
único que entraba en casa, por lo que su despido empeoraba enormemente su situación
económica.
Unos días después de su despido, y cuando mi amiga pudo
recuperar las fuerzas anímicas, le envió un email a sus antiguos compañeros de
trabajo para despedirse, incluido su ex.
La mayoría le respondió dándole ánimos y apoyándola. Su ex
ni apareció.
Esto último dolió enormemente a mi amiga, ya que él era
conocedor de la situación que ella tenía en casa. Sabía perfectamente que si
ella se quedaba sin trabajo arrastraba a su madre con ella y a toda la economía
familiar, y la dejaba en una situación sumamente delicada.
Mi amiga me comentó que además de tener que digerir el
despido en una coyuntura económica difícil, se sumó el hecho de ver que su ex
se mostró totalmente insensible ante su situación.
Unos 8 meses después, cuando mi amiga ya había encontrado
trabajo y poco a poco iba saliendo adelante, recibió un email de su ex
preguntándole que tal estaba después de tanto tiempo. Le hablaba como un
colega, de buen rollito, como si no hubiera pasado absolutamente nada. Como os
podéis imaginar no es de recibo que te escriban después de tanto tiempo, más
sabiendo, como he comentado, la situación económica tan delicada que ella
tenía.
Mi amiga tomó la decisión más inteligente: no responder.
Ante su silencio, su ex volvió a escribirle insistiéndole otra vez que le
contestara porque quería saber qué tal estaba. Silencio.
Después de aquello, nunca más volvió a aparecer en su vida.