sábado, 11 de junio de 2016

La despedida

Hacía tiempo que no recordaba la despedida de mi ex... Pero hoy he querido compartirla con vosotros.

Una semana antes me había llamado por teléfono para dejarme, y tuve que rogarle durante varios días para que quedase conmigo personalmente, para que me mirara a los ojos y poder escuchar de sus propios labios lo que me había afirmado por viva voz.
Después de varios ruegos accedió...

Si tuviera que decidir el peor momento de mi vida, yo creo que sería este, el último día que le vi... No solo porque sería el último que le vería, sino por el acto humillante, triste y lamentable que fue para mí, el tener que rogarle que no me dejase, que por favor volviese conmigo...

Siempre fui una persona orgullosa y de ideas claras, pero aquel día no sé donde dejé el orgullo y el amor propio... Si, me arrastré hasta el subsuelo, como muchos de los que aquí estamos...

Por qué quiero compartir con vosotros lo que un día, hace mucho tiempo ya, dolorida, triste y abrumada de sentimientos, escribí?, porque lo escribí con la idea de publicarlo en el blog, pero nunca tuve el valor suficiente como para poder colgarlo aquí, siempre me lo guardé para mí, y hoy me apetece compartirlo.

Ahora que ha pasado tanto tiempo y que he vuelto a releer este apartado, analizo lo sucedido desde la cómoda butaca de la distancia... siempre fácil, siempre confortable... y desde donde se pueden sacar las conclusiones más ajustadas a la realidad...

Os copio desde aquí lo que yo escribí en su día en mi portátil a modo de testimonio. Añadir, que si bien ese día lo pasé mal, lo cierto fue que lo peor estuvo por venir pocas semanas después...

LA DESPEDIDA:


Las despedidas siempre son tristes. Y las nuestras en particular, durante los últimos años sobre todo, cobraron ese tinte de tristeza, que contra todo pronóstico, lejos de desaparecer esa sensación comenzó a acentuarse aún más.

El problema de nuestra despedida fue las expectativas que yo tenía de la misma: demasiadas. Ansiosamente esperaba verte aquel día, y parecía que nunca llegaba…
Aquella tarde salí corriendo de la oficina, eran ya casi las 7, y era la hora a la que había quedado contigo en la estación de autobuses.
Por mis prisas, por mis agobios, y en definitiva, porque no tenía la cabeza en mi trabajo, a los 10 minutos de haber salido, recibí la llamada intempestiva de mi jefe, siempre con sus buenos modales, siempre con su saber estar, siempre con su buena educación, para gritarme y decirme que se me había olvidado presentarle un informe.
Obviamente tuve que regresar a la oficina. Allí me esperaban malos modos, malas caras y hasta ciertas burlas. Lo que hizo aumentar mi malestar.

Salí tarde y por razones obvias llegué tarde. Tú me esperabas sentado, tranquilo, en la sala de espera de la estación de autobuses. Rodeado de maletas, mirando a la nada, parecías relajado. Al verme, te levantaste animado, sonriente, para saludarme.

Lejos quedaron tu dulzura, tu cariño y tu ternura. Me agarraste del cuello, no sin cierta violencia y me diste 2 besos, como si fuéramos 2 desconocidos… Yo me quedé un poco aturdida por la situación, pero enseguida comprendí que todo lo tenías totalmente ensayado. Sabías cómo ibas a comportarte, qué ibas a decirme y que ibas a hacer… Estaba claro que durante tu viaje habías estado meditando la situación.

Caminamos juntos, pero manteniendo cierta distancia, por la calle, buscando un lugar donde sentarnos. Cuando lo encontramos, comenzaste a hablar sin parar. Se notaba que estabas nervioso y que intentabas por todos los medios evitar el tema.
Me hablabas de cuestiones, de gente y situaciones que a mí, en aquel momento, apenas me interesaban. Yo me limitaba a mirar a la mesa o al horizonte, evitando en todo momento chocarme con tu mirada. Ya no eras el mismo de siempre, y comprendí en aquel instante, que la persona que tenía a mi lado, la que no paraba de hablar, la que intentaba a toda costa mantener cierta distancia con respecto a mí, había cambiado.

Cansada y abrumada por tantas palabras, cerré mi silencio y decidí hablar. Recuerdo que me lancé al ruedo, sin capota y sin traje de luces con un escueto: “Y ahora que va a pasar…?”. A partir de ahí, no sé muy bien cómo, te convertirse en una especie de monstruo. Tu inseguridad desapareció por completo. Y sólo recuerdo frases del tipo: “Me he enamorado de otra y no puedo estar contigo”, “nuestra relación estaba muy mal”, “yo no te voy a decir lo que tienes que hacer, ese es tu problema…”.
Era evidente que ya no me querías, que ya no querías estar conmigo.

Te pedí explicaciones, pero para todo tenías respuestas, parecía que todo lo tenías muy claro y muy decidido. Mi opinión había dejado de importar, ya no contaba para nada, y en lugar de conseguir mi objetivo, que era que meditaras tu error y volvieras conmigo, lo único que obtuve a cambio fue sentirme peor de lo que ya estaba.
Cuando la charla empezó a ser incómoda, cuando ya no estaba a tu favor, sobre todo, porque yo había roto a llorar, y claro, la escena empezó a molestarte, decidiste darla por acabada y pediste la cuenta al camarero.

De camino a la estación, me sumí en el silencio. Miraba al suelo, un tanto aturdida por tus explicaciones y del modo en el que me dejabas. Cuando llegamos, te marchaste durante un momento. Yo me sujeté a tu maleta. Era lo único que me mantenía de pie, lo único que era estable en mi vida.
Comencé a llorar, primero en silencio, como si no quisiera molestar. Una mujer, que se encontraba a mi lado, se acercó preocupada, y me preguntó si me sucedía algo. Negué con la cabeza y se marchó ante mi negativa.

Luego apareciste, charlando animadamente no recuerdo muy bien de qué, como si ya hubieras realizado tu trabajo, como si ya hubieras superado el trámite del día, que no consistía en otra cosa más que en despacharme lo antes posible.
Recuerdo que no me quité las gafas, porque al igual que dias anteriores, me podía imaginar como tendría los ojos.

Durante un instante mantuviste silencio, como si no supieras muy bien qué decirme. Me pediste que me marchase a casa, y yo me negué. En ese instante sentí, más que nunca tal vez, que querías acabar con este trámite lo antes posible.
Para mi sorpresa, mostraste un sentimiento de humildad, que yo llevaba sin percibir por tu parte desde hacía semanas. Me abrazaste. Y en cierta manera me sentí un tanto aliviada, porque pude comprobar que aun conservabas un lado humano.
Sin embargo, enseguida te convertiste nuevamente en un monstruo.
Cuando parecía que sacabas de dentro de ti ese lado que te hace humano, ese lado en el que yo podía percibir un mínimo de sentimientos, fue en ese instante cuando me dijiste: “no te mereces a alguien como yo, te mereces a alguien mejor”. En pocas palabras, que me fuera con otro. Como si yo fuera un juguete, como una muñeca hinchable vieja, usada, que ya no hace gracia a nadie, que se pasa de mano en mano para divertimento de todos. Así fue como yo me sentí.

Te pedía disculpas una y otra vez. Pero lo más lamentable de todo, era que te pedía disculpas sin saber muy bien porqué…, culpable de qué?, que te había hecho yo?.
Ante mi desesperación, volviste a abrazarme, no sé si para que yo me sintiera mejor o para sentirme mejor tú. La cuestión es que siempre tuve la sensación, que toda la situación que se desarrolló en la estación de autobuses, por más que tú hubieras tenido todo preparado, por más que tú tuvieras todo ensayado, aquello, sin esperarlo, se te fue de las manos.

Una vez más, cuando las situaciones no son de tu agrado, decides ponerle fin. Me dices que el autobús se va a marchar. Me coges de la mano, te vas alejando poco a poco, tu mano se desliza sobre la mía, abandonándola, como despidiéndote de mí, hasta que finalmente me sueltas y me dejas caer la mano.
Te subes al autobús, yo me quedo al lado del cubo de la basura, como una muñeca hinchable vieja, deshinchada, sin gracia y triste.
De vez en cuando me miras por la ventana, pero en realidad no quieres ver el resultado de tus actos: has dejado a una persona destrozada, sin rumbo, confusa y que no puede parar de llorar por culpa de tus malos actos.
Sin embargo, prefieres mirar al frente, a la nada, antes que mirarme a mí. Cuando parece que la situación te supera, me haces una seña para que me marche a casa, y yo nuevamente niego con la cabeza. Me quedo inmóvil, esperando no sé muy bien qué.
El autobús tarda en marcharse, y creo que en ese momento el tiempo se detuvo, y se hizo eterno.

Cuando finalmente arranca, me haces un gesto con la mano, como despidiéndote amigable, como otras tantas veces. Con la diferencia que en esta ocasión para mí, ese saludo carece de valor, no es más que un puro trámite de oficina de funcionario.
Siempre mantuve que en el instante en el que el autobús arrancó, respiraste aliviado, porque seguramente en ese momento deseabas, más que nunca, marcharte cuanto antes, y acabar con todo esto lo antes posible.


El autobús se marchó, y yo corrí tras él. Se paró en un semáforo, y yo seguí corriendo, con tacones y cuesta arriba, con la esperanza de alcanzarle y pedirte que te bajaras y no te marcharas, que te quedaras a mi lado.
Apenas podía ver, tenía los ojos llenos de lágrimas pero yo seguí corriendo con todas mis fuerzas para alcanzar al autobús. Sin embargo, el semáforo se puso en verde, y el autocar arrancó.
Yo no pude llegar, y dejé de correr, mientras veía como te alejabas de mí poco a poco, con la sensación que no podía hacer nada para evitarlo.

Regresé al coche andando lentamente. Fue ahí, cuando comprendí que me quedaba un duro trabajo de meses por delante.
Cuando llegué al coche, me senté en el asiento del conductor. Me miré nuevamente el rostro por el espejo retrovisor, y lo que ví no me gustó.
Tenía la cara completamente blanca, sin maquillaje, el rimel se me había corrido de tanto llorar, y había dejado por debajo de mis ojos dos caminos negros de pintura, lo que me daba el aire de un payaso triste.
Al mirarme los pies, vi que tenía unas carreras enormes en las medias, lo que acentuó aun más mi desdicha. Aquella despedida, no tenía nada que ver con todas las demás. Era aun peor, porque tenía la impresión que sería la última vez que iba a verte en mi vida.

Mientras regresaba a casa, comencé a planear mi recuperación, mi estrategia a seguir para lograr sentirme un poco mejor cada día. Ya no quería seguir viendo esa mirada de payaso triste.
Una o dos horas después de tu despedida, me enviaste un mensaje que nunca respondí, pidiéndome disculpas por todo lo que me habías hecho. Sin embargo, ese mensaje, no me consoló, simplemente me empujó a seguir adelante en mi empeño de encontrarme mejor, en idearme una estrategia para superarme.

Aquel día, quedó grabado en mí como el día de nuestra despedida. Fue la última  vez que te vi, que pude sentirte, que pude tocarte, que pude respirar el mismo aire que tú, que pude estar a tu lado. Pero también fue el día que dio el pistoletazo de salida a mi recuperación, a mi plan de trabajo diario, que es el único medio que me hace sentir viva, que me hace sentir capaz de superarme y llegar muy lejos en lo que me proponga…

sábado, 4 de junio de 2016

Una llamada... y todo terminó.



 Resultado de imagen de telefono 
Mi relación se fue por el desagüe con una simple llamada de teléfono. 

Es cierto que las cosas no andaban bien entre nosotros, ya comenté en un post anterior que él se mostraba frío y distante conmigo desde hacía algún tiempo, situación que empeoró notablemente unos 3 meses antes de dejarme. 

Yo no lo quise ver, me negaba a ver que mi relación de 6 años se iba por el desagüe, pero es igualmente cierto que él estaba pasando por una situación complicada en el trabajo, y que en definitiva terminó afectándole a nivel personal. Yo justificaba su comportamiento con eso. No me equivocaba, pero tampoco estaba siendo el único motivo… 

Yo nunca tuve que escuchar ese temido “tenemos que hablar”, simplemente me llamó por teléfono y me dejó.
Como comenté en algunos post anteriores, nuestra relación era una relación a distancia, nos separaban unos 600km., y las llamadas telefónicas eran habituales, eran nuestro principal medio de comunicación. A mí aquella llamada no me extrañó, fue una más de tantas. Estuvimos hablando de lo que habíamos hecho aquel día, de verdad que yo no noté nada extraño en él. Ni en la manera de hablarme, ni en las cosas que me contaba. Todo estaba normal. Por eso me sorprendió cuando de repente me dice que “lo mejor era dejarlo”. 

Las excusas que me dio para romper conmigo, en su momento no me las creí, y ahora que ha pasado tiempo me las creo menos aún… Según él, no dejaba de pensar en otra chica, un antiguo amor de juventud, y por eso quería romper conmigo. 

Según me entero en ese mismo momento, él se reencontró con ella por casualidad después de muchos años, y habían estado hablando y quedando a mis espaldas desde hacía unos 3 meses, aunque él me juró y perjuró que nunca pasó nada entre ellos. 

Cuando mi ex le dice (aun estando conmigo) lo que sentía por ella, esta chica lo rechaza, no quiere saber nada con él.
Mi ex le contó a sus amigos lo que había pasado, y muchos le animaron a que me dejara. Mi ex, que nunca había bebido, tuvo unas cuentas noches de borrachera y de llegar muy tarde a casa, algo que nunca jamás había hecho…

Cuando mi ex me cuenta toda esta historia rocambolesca, yo siento que me oculta algo, que no me estaba diciendo toda la verdad, pero en aquel momento, entre la confusión, no fui capaz de verlo. 

Él en aquella conversación lloró, lloró bastante, mientras que yo estaba en estado de shock: no era capaz de digerir todo lo que estaba escuchando. Recuerdo que yo aceptaba con total naturalidad lo que él me decía, como si la cosa no fuera conmigo… 

Cuando colgó el teléfono ya no éramos pareja, porque él ya había decidido que no teníamos que estar juntos ya que él no podía parar de pensar en esa chica. Ese fue el motivo por el cual me dejó. No luchó por la relación, no intentó arreglar las cosas… no hizo nada. Simplemente dejó que una relación de más de 6 años se fuera por el desagüe. Y sabéis por qué?, porque el verdadero motivo de la ruptura no fue aquella chica. No, no lo fue. 

En realidad mi ex me dejó porque dejó de quererme. Así se simple. Porque cuando se quiere, se lucha.
Durante aquella conversación telefónica yo tenía la sensación que él no me estaba diciendo toda la verdad, que me estaba ocultando algo, pero en aquel momento yo no era capaz de razonar con claridad, sin embargo, llegué a la conclusión tiempo después: En conversaciones posteriores por más que le preguntaba si me quería o no, nunca obtuve una respuesta clara por su parte: A veces me decía que si, otras que no lo sabía… No dejaba de confundirme…

Es muy importante que te digan que no te quieren, porque ya sabes lo que hay. Cuando enmascaran el verdadero motivo con otros, es así cuando uno tiene la sensación de estafa, de mentira, de falta de sinceridad y que le están tratando a uno como si fuera tonto… Fue lamentable el tener que llegar a la conclusión por mí misma, unos cuantos meses después, que el verdadero motivo por el cual me dejaba era porque en realidad ya no me quería. Nunca escuché de su boca un “ya no te quiero”.

Yo nunca tuve la oportunidad de una charla sincera por su parte. Nunca pudimos sentarnos tranquilamente a hablar, a expresarnos... en definitiva, a dejar las cosas claras.
Muchos temas se quedaron en el tintero por mi parte, nunca se las dije porque no me dio la oportunidad, y muchas cosas yo nunca sabré por su parte porque él tampoco se molestó en expresármelas. 

Estoy segura que a muchos de vosotros os pasará lo mismo, esa sensación que se quedan cosas en el tintero y cosas sin aclarar… Esa sensación de “con esa charla, con esa llamada, con ese mensaje… todo terminó”. Ayer éramos pareja, hoy no somos nada, únicamente personas que hemos compartido un pasado en común.
Ayer te llamaba “cariño”, “mi amor”… y hoy te llamo “mi ex”…

Siempre tuve la sensación que con esa llamada todo terminó de manera muy abrupta.

sábado, 28 de mayo de 2016

El que mucho corre, pronto para...



Un error lo puede cometer cualquiera, y yo no he sido la excepción, yo hice muchas cosas de las que después me arrepentí. Por suerte, nunca me machaqué por ello, simplemente intenté entender mis decisiones en función del contexto en que las tomaba…

Un gran error después de la ruptura, fue correr más de lo que realmente debía. Y es que 6 meses después que mi ex me dejó conocí a una persona, a un chico de mi edad, con el que no tenía nada en común, pero al que yo veía como mi futura pareja.

Conocí a esta persona de casualidad, sin buscarla. Y empezamos a quedar para tomar algo, o ir al cine.
Lo cierto es que esta persona realmente no me aportaba nada, apenas teníamos cosas en común, pero en aquel momento me daba algo de diversión, ya que me sacaba de casa para salir, alimentaba en mí una pequeña ilusión y de alguna manera también me olvidaba de mi ruptura. O eso yo creía…

A los 6 meses de mi separación, yo no lo tenía superado, aún sufría y echaba mucho de menos a mi ex. Notaba su ausencia, y de alguna manera lo seguía esperando. No estaba en condiciones de comenzar una nueva relación con nadie, en embarcarme en una historia de la que, con total seguridad, saldría mal parada…

Una noche, salimos a cenar, él, muy amablemente me dijo que me llevaría a casa, asique acepté a subir a su coche, como ya lo había hecho en otras ocasiones. Pero aquella noche, el chico no quería terminar tan pronto la velada… tenía planes conmigo…
No sé cómo sucedió, ocurrió tan rápido que apenas tuve tiempo de darme cuenta, pero el coche se paró en una especie de descampado. Allí se juntaron la testosterona y el calentón de él, y la soledad, el dolor y el vacío míos. Los dos perseguíamos el mismo objetivo, pero por motivos bien distintos… era evidente, que la cosa no podía salir bien.

En el asiento trasero del coche, ocultos tras los cristales empañados, yo me imaginaba que era mi ex a quien besaba, a quien abrazaba y deseaba. Después de 6 meses, su ausencia y el vacío que había dejado en mi corazón, habían provocado en mí tal soledad, tan necesidad de su compañía, que quise ver en aquella persona a alguien que realmente no era, y mientras me dejaba engañar porque lo quería ver, le besaba tan frenéticamente, que él chico se asustó, pensó que quizás iba a comérmelo... Supongo que en aquel momento habrá pensado que yo era una especie de depredadora sexual, o algo parecido.
Pero haciendo honor a su virilidad, y no queriendo quedar como un hombre asustadizo y cobarde, el chico en cuestión no quiso quedarse atrás. Y prosiguió con la  faena, quizás pensando que aquella noche había tenido mucha suerte al encontrar a una chica tan fogosa, tan dispuesta y tan insaciable como yo…

En un momento, escuché cómo él se bajaba la bragueta. Yo abrí los ojos, y mi sorpresa fue mayúscula cuando me di cuenta que a quien estaba abrazando y besando tan frenéticamente, era un sustituto de mi ex, con quien yo misma estaba intentando engañarme. 

De inmediato paré la situación, le dije al chico que no podía seguir. Imaginaos la situación: él, con una Torre Eiffel entre las piernas a punto de estallar, y yo, con los ojos llenos de lágrimas al verme tan vulnerable.
Sentí que la parte trasera de un coche acompañada por un chico por el que no sentía nada, no era lugar para mí. Estaba confundida, sensible y sobre todo dolida. Miré a través de la ventana empañada y solo vi oscuridad. Pero también me percaté que estar dentro de ese coche no era mucho mejor que la oscuridad que me acechaba en el exterior. 
En esos momentos de silencio, en el que chico no entiende lo que pasa, y parece que yo empiezo a entenderlo todo, comprendo que mi estado anímico está tocado, y que hay que respetar sus tiempos de recuperación. 

Debo afrontar que mi ex me ha dejado, y que no va a volver. Buscar un sustituto para encontrar atajos en mi recuperación, no hará más que hacerme daño, no me aportará nada a nivel personal y sobre todo, conseguirá que me sienta una muñeca de trapo a merced de los chacales dispuestos a despellejarme para sacar una buena tajada del suculento manjar servido en bandeja de plata. 

Con lágrimas en los ojos empecé a abrocharme la camisa, quería salir de allí. No quería atajos, no quería caminos fáciles que no me enseñaran nada, quería aprender, quería aceptar la situación, quería andar el camino difícil, el pedregoso, en donde costaría caminar cada paso, en donde tropezaría varias veces con las piedras, en donde me haría daño, pero volvería a levantarme, para finalmente llegar al final del trayecto, mirar hacia atrás, hacia el camino andado, y no poder reconocer a la persona que comenzó el camino en el pasado, y ver en mí misma a una persona más madura, que ha evolucionado, que ha aprendido, y aunque con algunas cicatrices y heridas, pero con una sonrisa en los labios, pueda decir: “Vencí!”. 

PD: Para los que quieran saber qué pasó con el joven muchacho ardiente en deseos de terminar la faena, les diré que yo me bajé del coche. Él estaba bastante confuso porque no entendía que estaba pasando. Pero comprendió que yo no tenía ningún interés en seguir.
Nos despedimos, pero la situación era muy extraña para ambos. No volvimos a vernos, hasta que semanas después me lo crucé. Él estaba con un amigo, y escuché como, altivo y orgulloso, le decía: “Mira, con esa me enrollé!”.

domingo, 22 de mayo de 2016

Yo no me lo merezco... (Parte III)

Hoy no voy a hablar de mí. Pero si me gustaría compartir con vosotros una historia que le ocurrió a un buen amigo mío hace unos 4 años, y que espero os pueda servir de experiencia.

Mi amigo, vamos a poner que se llama Luis, llevaba casado con su mujer 17 años, y tenían dos hijos en común. Desde hacía unos 2 años el matrimonio estaba pasando por una crisis pero nada grave que no se pudiera solucionar. Él, que aún estaba enamorado de su mujer, no se imaginaba lo que le iba a pasar poco tiempo después.

El 1 de agosto de 2012, a puntito de comenzar las vacaciones, ella le plantea el divorcio. Luis se queda en estado de shock, no se lo esperaba.
Su mujer ya tenía abogada y los papeles medio preparados, por lo que ella llevaba tiempo mascando el divorcio.
Su mujer intentó acelerar la situación lo antes posible, intentó por todo los medios que Luis firmara los papeles del divorcio cuanto antes, y es que ella, quería aprovechar la confusión de mi amigo para sacar una buena tajada...

El día 1 de septiembre de ese mismo año firmaron los papeles y ya estaban legalmente divorciados.
Es decir, en un tiempo record.

Luis, ante la confusión del divorcio que no se esperaba, firmó algo que jamás debió haber firmado.
El matrimonio vivía en un chalet de semilujo que Luis había pagado durante años de trabajo, y del cual fue "echado" nada más firmó el divorcio, y se tuvo que ir a vivir a casa de sus padres, porque no podía pagarse un alquiler.
Ella se quedó con la custodia de sus hijos, por lo que Luis debe pasar una pensión de 1700 € al mes en concepto de gastos alimentarios (sé que muchos de los que entrais aquí lo haceis desde América, pero si haceis la conversión a vuestra moneda vereis que es un dineral, yo no gano eso...).
Además ella se quedó con los dos coches del matrimonio, uno de ellos costaba unos 30.000 €.

Cuando mi amigo quiso reaccionar y darse cuenta de lo que había firmado, ya había pasado un año. Ella dejó de trabajar, y vive de la pensión que le pasa él. Ha rehecho su vida con otro hombre, el cual entra en la casa a la que Luis no puede entrar.
Y para colmo de males, a consecuencia de la crisis, Luis tiene que trabajar al día unas 16 horas diarias, y se las ve en figuritas para poder pagar los 1700 € al mes. Ella le ha denunciado por impagos y a él le han embargado en alguna ocasión.

Desde hace unos 3 años, está de juicios y abogados para poder cambiar la situación. No lo ha conseguido.
Los niños tienen 16 y 12 años, por lo que esto va para largo...

La historia de mi amigo no es una excepción. Conozco a mucha gente que terminó mal parada después de un divorcio.

Por qué os cuento esto?, porque no nos podemos fiar. Si tenemos bienes en común con nuestro ex, hay que andarse con cuidado.
Pensad, que nuestro ex toma la decisión de romper, por lo que nos lleva tiempo de ventaja en relación al duelo, y es precisamente por ello, por lo que podría aprovechar para sacar tajada.
Lo que firmemos, algunas de las decisiones que tomemos en ese momento... podemos estar pagando sus consecuencias durante años...

Es difícil, sobre todo cuando llevamos poco tiempo de ruptura, ver a nuetra ex pareja como una persona que podría aprovecharse de nosotros.
A pesar de que nuestros amigos y familiares nos adviertan que nuestro ex no está jugando limpio, nos cuesta ver que si antes nos quería, era amable y cariñoso con nosotros, ahora sea capaz de hacer una cosa así. Pensamos que "no puede ser", "cómo va a hacer algo así...?".
Estamos en estado de shock, un estado que no nos deja ver la realidad con claridad.

Por ello, si teneis bienes en común, por favor, no firmeis nada sin el consejo de un abogado. Aunque os cueste, no os encerreis a la realidad distorsionada que estais viendo, escuchad a las personas que os rodean cuando os hagan una advertencia.
Aunque es difícil, intentad ver la situación desde una perspectiva alejada y objetiva, es el único modo que tenemos de poder ver con claridad si nos están engañando.

No firmeis nada sin antes estar bien asesorados, vuestra ex pareja os quiso mucho en el pasado, os cuidó, os mimó, estuvo a vuestro lado... pero ahora la realidad es bien distinta, ya no nos quieren, y en algunos casos (no en todos) si hay bienes dejarán los recuerdos, el cariño, el amor, los maravillosos momentos vividos... a un lado, para luchar por algo que les interesa mucho más, y si ese algo supone quitaroslo y sumiros en la desdicha durante mucho tiempo, os aseguro que muchas veces no tendrán escrúpulos.

Nuestros ex ya no son nuestros amigos, no lo olvideis nunca.

lunes, 16 de mayo de 2016

Yo no me lo merezco... (Parte II)

Durante los meses previos a la ruptura, ya había sufrido algún que otro desplante por su parte, malas contestaciones, frialdad, distanciamiento, falta de interés...
En mi caso particular, no fue fácil achacar este compartamiento a una crisis de pareja, ya que por aquel entonces él tenia muchos problemas en el trabajo, de hecho la misma semana que me deja, renuncia a su trabajo, se marcha de la ciudad donde estaba viviendo y se vuelve a casa de sus padres.
Mucho cambio en poco tiempo. Por eso en mi caso no fue fácil verlo, aunque señales daba...

Pese a estar sufriendo desplantes por su parte meses antes de la ruptura, lo díficil, lo gordo, y lo lamentable vino después, después que me dejó.

A mí mi ex me dejó por teléfono. No dudo que romper con alguien es difícil, tener que afrontar la situación cara a cara es todo menos fácil. Pero en qué posición me dejaba a mí?, quiero decir, si te dejan por teléfono, por mensaje o por email, cómo se siente el dejado?. Pues en mi caso sentí que no valía nada, que ni siquiera era merecedora de una explicación cara a cara, que ni siquiera me merecía una charla sincera por su parte. Me despachaba por teléfono, como una llamada de venta de telemarketing, como si los últimos 6 años de mi vida no hubieran merecido la pena.
Romper una relación con alguien no es un camino de rosas, pero si se exigen buenas maneras y elegancia. Pero sobre todo, respeto, por lo vivido, por lo compartido...
Darle a la otra persona la oportunidad de poder preguntar, de poder entender el motivo por el cual te dejan es fundamental para evitar problemas posteriores.
En mi caso desgraciadamente no fue así.

Pero lo peor vino después de esa llamada. Durante una semana intenté quedar personalmente con él, porque había muchas cosas que no me quedaban claras. Se negaba. Me daba largas continuamente.
Hasta que no le quedó otra que quedar conmigo.
Se iba a casa de sus padres, y tenía que pasar por mi ciudad. Esa fue mi oportunidad.

Para que entendais en el lugar que me dejaba, había líneas regulares de autobuses que salían de mi ciudad hacía donde vivían sus padres. Uno cada hora. Pues bien, él sacó el billete de las 8 de la tarde, podía haber sacado más tarde, pero no, sacó a esa hora, el motivo?, porque conmigo queda a las 7... es decir, que me da un margen de menos de una hora para poder hablar, margen que evidentemente acortó en solo 20 minutos, ya que se dedicó a hablar de tonterías durante más de 30 minutos, evitando el tema de la ruptura a toda costa, para largarse 15 minutos antes de que saliera el autobús.Total, casi no se habló de nada.

La corta charla que tuve con él no tuvo desperdicio. De su boca escuché cosas que jamás olvidaré. Cosas a las que me aferré para superar la ruptura.
Cuando le pregunto qué va ser de nosotros, que pasará con nuestra relación, me responde que ya me lo ha dejado bien claro, que no lo va a repetir más veces, que esto es lo que hay. Por supuesto me lo dice de muy malas maneras, con una frialdad que a mí me dejó totalmente descolocada, con un desprecio que jamás olvidaré...
Cuando le digo que no sé que voy a hacer sin él (por favor, tened en cuenta el contexto de esta frase, yo estaba destrozada y hacía menos de una semana que me había dejado por teléfono, con unas explicaciones bastante pobres), su respuesta fue: Y a mí que me cuentas??, ese es tu problema!!.
El tono con el que me dijo la frase, el desprecio, la frialdad... se me quedó grabado para siempre en mi mente. Yo no podía creer que la persona que tenía delante de mí hubiese estado conmigo durante más de 6 años... Simplemente increible.

Después de aquello recibía llamadas o mensajes una vez por semana. Siempre que hablaba con él me trataba con desprecio, con frialdad... En una ocasión me soltó un rosario de quejas hacía mí, me dijo cosas muy duras, que jamás olvidaré, cosas de las que nunca se había quejado en más de 6 años de relación, pero me las soltaba sin anestesia, después de haberme dejado... cosas que yo ya no podía cambiar, cosas que yo ya no podía mejorar, porque ya me había dejado.
Creo que no hay nada más ruin que te hagan eso, que se quejen de ti cuando ya no puedes hacer nada, porque estás fuera de la relación.
Mientras yo escuchaba ese rosario de quejas no podía parar de llorar, no podía parar de llorar por la impotencia, por la injusticia y porque evidentemente me estaba haciendo daño, no solo con lo que estaba escuchando, si no también con la manera que tenía de decírmelas. A él poco le importó que me estuviera lastimando, simplemente me dijo que no volvería a llamarme. Y cumplió su promesa.

En otra ocasión, hacía meses que no teníamos ningún contacto el uno con el otro, ni llamadas, ni mensajes, ni nada. Pues bien, aquella vez fui yo quien contactó con él, hablamos por mensaje, y yo notaba que tardaba muchísimo en contestarme, y por supuesto cuando lo hacía lo hacía con monosílabos.
Cuando le pregunto si puede hablar, si está ocupado, que si quiere hablamos en otro momento, me responde que si, que está muy ocupado porque está jugando a un videojuego en la consola... Me sentí tan humillada, tan despreciada, que automáticamente colgué la comunicación y esa fue la última vez que hablé con él.
No es de recibido que después de 6 años de relación te traten así.

Yo no fui una novia perfecta, soy humana y me equivoco. Pero tengo clara una cosa: Yo lo quise muchísimo, más de lo que realmente yo me imaginaba, daba por él lo que fuera, y si tenía que hacer 1200 km. en un fin de semana para poder verlo lo hacía.
Si, muchas cosas las hice mal, pero no lo hice queriendo, si no porque no me daba cuenta, y porque jamás él se quejó.
Nunca le mentí, nunca lo engañé, siempre lo apoyé en todo, y siempre estuve a su lado, en las malas, en las buenas y en las regulares. Por eso no entiendo ese trato que recibí por su parte después de haberme dejado, ese desprecio, esas malas maneras, porque si bien yo me equivoqué en algunas cosas, y admito mi error, no es suficiente y en ningún caso justifica el trato humillante y lamentable que recibí después.

Yo no me lo merecía.