Habían pasado algunos años cuando, un buen día, caí
en una obviedad de la que nunca me había percatado hasta entonces, pero
que supuso un cambio radical de visión sobre mi ruptura.
Hasta entonces, yo había asumido el 100% de responsabilidad, o mejor dicho, de culpabilidad sobre mi separación.
Yo creía que era un ser despreciable, horrible, que no valía, y que mi ex, harto de mí, había decidido dejarme.
Este
buen día llegó una tarde mientras estaba en el gimnasio. Yo me sentía
terriblemente angustiada y agobiada aquel día, me faltaba el aire, no
podía respirar, era una de aquellas tardes en las que no paras de darle
vueltas a lo mismo, sin encontrar ninguna respuesta a tus preguntas,
ninguna solución a tu sufrimiento.
Cuando
de repente, una ventana se abrió en mi mente y entró aire fresco. Y lo
hizo a modo de pregunta: “Por qué tienes que cargar TÚ con toda la
responsabilidad?”, acaso, él no cometió fallos…?”.
La pregunta parecía obvia, pero es que yo hasta entonces no me lo había ni siquiera cuestionado.
Justo
cuando la pregunta entró en mi cabeza, me detuve a pensar, y a partir
de entonces fui capaz de analizar la ruptura desde otro prisma, desde
otro ángulo diferente. Fue justo en ese instante, cuando me di cuenta
que solo había visto una parte del todo.
Y si, él también había cometido fallos, y muchos. Y yo no lo había hecho tan mal como él me había hecho creer.
Presa
de la idealización con la que había envuelto a mi ex, asumía que él no
se había equivocado, él, como ser perfecto y maravilloso.
Lo
cierto fue que en aquel momento, vinieron a mi mente episodios tristes
de mi ruptura, momentos tristes y lamentables provocados por él, que
chocaban de bruces con la imagen que yo tenía de mi ex. En apenas unos
minutos, la idealización que yo tenía de él se cayó como un castillo de
naipes.
Recordé
la noche en la que él me llamó por teléfono para dejarme y confesarme
que llevaba meses tonteando con otra persona. Tiempo después, me enteré
que estando aún conmigo, unas 2 semanas antes de dejarme, aprovechó un
viaje que yo había hecho con unos amigos, para quedar con ella a mis
espaldas.
Sabiendo que yo estaría
con mis amigos pasando el fin de semana lejos de casa, se aseguraba de
este modo que no nos pudiéramos ver y así él podría quedar con ella con
tranquilidad. Lo había planeado todo para que yo no me enterase.
Yo nunca di importancia a este episodio, hasta aquella tarde en el gimnasio.
Sé
que nunca he contado en el blog las cosas que de su boca salieron, las
palabras tan duras que tuve que escuchar de sus labios una vez me dejó, y
si, lo haré, debo hacerlo, aunque me duela, para poder dejar de
idealizar a la persona a la que tanto he querido, pero lo dejaré para un próximo post.
Porque
si, él fue lo bonito, lo cariñoso, lo bueno, lo maravilloso y
estupendo… pero también fue lo amargo, lo triste, lo duro. Y no debo
perder de vista esta última imagen de él. Porque él es todo, lo bueno y
lo malo. No es solo el ser perfecto que he creado en mi mente.
Tiempo
más tarde, haciendo limpieza en mi habitación, encontré un fajo enorme
de billetes de autobús que yo no era capaz de coger con una sola mano.
Los billetes de mis viajes de mi ciudad a la suya.
Yo
por aquel entonces, tenía la costumbre de guardar los billetes, quizás
faltase alguno, pero seguro que estarían casi todos. Ellos son la prueba
irrefutable que yo había dado mucho en la relación, viajando
prácticamente todos los fines de semana, 250Km. De idea, y 250km de
vuelta los primeros años, para pasar tiempo después a 650km.
Yo siempre estuve allí, nunca lo abandoné.
Jamás
olvidaré aquella tarde, cuando ya habían pasado algunos años desde que
me dejó, sentada en el suelo de mi habitación, con los billetes entre
las manos, llorando de tristeza y de rabia, por mi incapacidad a ver mi
parte y por lo poco o nada que él valoró de mí: el esfuerzo, aquellos
viajes, el dinero y el tiempo invertidos, (todo ello para no pasar junto
a él ni 48hs. ), las peleas con mi madre por defender a la persona a la
que yo había elegido, mi proyecto de futuro de dejar mi ciudad, mi
familia y amigos para construir una vida en común junto a él. Eso no lo
hace nadie que no te quiere. Y yo lo hice.
A
dónde quiero ir a parar con todo esto?. Pues que es posible bajar del
pedestal a nuestro ex, y devolverlo al planeta de los seres humanos
comunes.
Una vez que hayamos
detectado que estamos idealizando a nuestro ex, y seamos totalmente
conscientes de ello, debemos reflexionar sobre los errores que ellos
cometieron, pero también las cosas buenas que nosotros hicimos.
Una
lista es una buena opción (escrita o mental), señalando en qué puntos
se equivocaron ellos durante la relación y después de ella, y lo mismo
aplicarlo a nosotros.
A mí me
costó mucho tiempo el poder ver cosas malas de él, no me fue fácil,
debido a que la idealización me cegaba hasta tal punto, que sólo era
capaz de ver las cosas malas de mí.
Os
puede llevar varias o semanas o meses descubrir sus errores y vuestras
virtudes, pero el resultado merecerá la pena, porque seréis capaces de
ver la ruptura desde un ángulo diferente.
Analizando
las maneras que tuvo de dejarlo, los motivos que nos dieron, como se
comportaron con nosotros mientras estábamos juntos… podremos ver muchos
detalles que nos abrirán los ojos, y nos ayudarán a dejar de ver a esa
persona como alguien perfecto. Pero también debemos aplicarlo a nosotros
mismos, valorando y analizando lo que hicimos durante la relación y
después de ella.
Sé de sobra que
es remover cosas del pasado, remover porquería que huele mal, pero es
que seguir idealizando al ex nos está estancando en nuestro avance, no
nos deja cerrar la puerta de una relación que se acabó.
No
se trata en ningún caso de auto flagelarse, si no de ver las cosas
buenas y malas de cada uno, poniéndonos a nosotros y a nuestro ex en el
lugar que corresponde de realidad, intentando ser lo más objetivos
posibles.
Cuando
se analizan en profundidad las situaciones, siempre desde la butaca
cómoda de la distancia, se llegan a conclusiones interesantes, que nos
pueden ayudar a dar un pasito más hacia nuestra recuperación y, sobre
todo, a no repetir los mismos errores en otra relación futura.