He hablado mucho de la importancia del contacto 0
en este blog, sobre todo al principio de la ruptura. Es fundamental
curar nuestras heridas, alejarnos del principal foco de dolor para poder
centrarnos en nosotros mismos y hacernos más fuertes.
Pero
hacía tiempo que tenía muchas ganas de hablar de aquellas situaciones
que nos hacen imposibles mantener el contacto 0, como pueden ser tener
un bien en común, la custodia de los hijos, trabajar en el mismo lugar
que nuestro ex, vivir muy cerca, tener amigos comunes… Sobre todo me
surgió la idea a raíz de las vivencias compartidas por muchos de
vosotros en este blog, pero como yo no viví esa situación, me vi incapaz
de poder tratarlo aquí.
Sin
embargo, la oportunidad se me presentó hace unos cuantos días. Me estoy
haciendo amiga de una chica de mi clase de inglés, con quien estoy
haciendo buenas migas y con quien quedo de vez en cuando. Hablamos de
todo, me siento muy a gusto y compartimos confidencias.
Pues
bien, esta chica me contó que hace un tiempo pasó por una ruptura
tremendamente dolorosa para ella, que le costó mucho superar debido, en
gran medida, a que el contacto 0 era imposible: los dos eran compañeros
de trabajo.
Si bien no trabajaban
en el mismo departamento, incluso ni tan siquiera en el mismo edificio,
si se veían muy a menudo porque tenían algunos proyectos de clientes en
común, y rara era la semana que no se veían. Además, como la sala de
reuniones de su empresa estaba justo al lado de su departamento, él
tenía que pasar por el pasillo muchas veces a la semana.
Cuando
esta amiga me contó todo esto, tomé buena nota, le pregunté mucho, e
intenté grabar en mi mente toda la experiencia vivida por ella para, sin
utilizar ni bolígrafo ni papel para apuntar, poder recordarlo todo y
poder compartir la experiencia de esta chica con vosotros. Seguramente a
más de uno le sonará y a más de dos les ayudará…
Los
motivos, las maneras… de la ruptura me las ahorraré. Me centraré
principalmente en cómo vivió la post-ruptura ella, teniendo que ver a su
ex día si y día también.
Las
primeras semanas fueron las más duras, porque la relación se había roto
y ella no había asumido aún la realidad. Si cuando estaban juntos ella
en la oficina se centraba en su trabajo, después de la ruptura estaba
continuamente pendiente de donde estaba él, qué hacía, con quién
hablaba… Se volvió en una locura, pero en una locura imposible de
controlar.
De lunes a viernes su
sed de saber qué hacía en todo momento se veía más o menos apagado
porque lo veía y estaba pendiente de lo que hacía y de lo que no, sin
embargo, el fin de semana era el peor momento de todos, porque ahí ella
perdía el control: no sabía si se había quedado en casa, si había
quedado con amigos, si se lo estaba pasando genial… mientras era lloraba
desconsoladamente en la cama.
Ella
sabía que se estaba haciendo daño así misma con esa actitud, estando
pendiente de su ex continuamente, pero por otro lado, era incapaz de
poder evitarlo.
Esta
situación la empujaba a estar con continuas crisis de ansiedad, y es
que en la oficina, ella veía, intuía, observaba… lo que alimentaba su
imaginación, y como estaba en la oficina tenía que tragar con todo sin
poder hacer nada.
Ella me
explicaba que al principio era como una olla a presión a punto de
estallar, un poco porque su mente le jugaba malas pasadas, viendo cosas
que muchas veces no eran verdad, solo estaban alimentadas por su propia
imaginación, y por otro lado, manteniendo el tipo delante de los
compañeros, obligándola a callar y a guardarse todo lo que sentía.
Pero
lo peor era que no podía hacer nada, tenía que seguir trabajando como
si nada estuviese pasando, intentando, en la medida de los posible,
controlar sus sentimientos, sus nervios y sus crisis, sin levantar
sospechas entre los compañeros de alrededor.