lunes, 2 de abril de 2018

No hay ganancia sin pérdida...

Hace tiempo, me dijeron que siempre que se elige en la vida se gana algo, pero también se pierde a la vez. Es inevitable.
Cuando decidimos, debemos evitar perder lo menos posible y ganar lo máximo alcanzable. En eso consiste tomar una decisión, en sopesar los pros y los contras de elegir.
Por ejemplo, si se me proponen un sábado por la tarde dos planes interesantes, pero debo elegir uno de ellos (pues no puedo estar en dos sitios al mismo tiempo), intentaré elegir el que me parezca más interesante o el que lo pueda compartir con la persona con la que mejor me llevo.
Cuando selecciono una de las dos opciones, inevitablemente estoy perdiendo la otra alternativa.

En el caso de una ruptura, nosotros no hemos elegido ser dejados, no hemos elegido, en la mayoría de las ocasiones, estar en este papel. Otras personas, por el contrario, lo han hecho por nosotros.
Es evidente que el que rompe debe dejar marchar a la otra persona, la persona a la que deja, debe perder a la que durante bastante tiempo ha sido su pareja, para, en su lugar, elegir una mejor opción (otra persona, una vida de solter@...). Es su decisión.

A lo largo del blog, he hablado mucho de la pérdida del ser amado, del dolor que provoca verte abandonado por quien tanto has dado y querido.
Hoy, sin embargo, me gustaría hablar de las ganancias. Porque si, después de un tiempo, eres capaz de ver que dentro de tanto dolor, de tanta pérdida y sufrimiento, también se puede ganar, a pesar de haber sido dejado.

Cuando mi ex decidió romper, para mí fue la experiencia más traumática de mi vida. No solo había perdido a mi pareja de muchos años, sino también, muchos años de lucha por una relación a distancia, mucho tiempo, muchos viajes, pero sobre todo, muchos proyectos futuros que nunca llegaron a concretarse.
Yo había centrado mis ilusiones, mi futuro y mis sueños, en una persona que finalmente decidió que no quería formar parte de esos planes conmigo. Y cuando él decidió marcharse, todo se me fue de las manos, se me esfumó como cenizas en el viento.
En pocas palabras, pasé de una vida llena de expectativas y sueños, a una vida de soledad, de tristeza y a sentirme totalmente perdida en una inmensa oscuridad.
Si, sin duda alguna, la pérdida y el cambio drástico en mi vida fue notable.

Sin embargo, cuando miro atrás, y comparo mi vida de antes con la presente, sin duda alguna, veo un gran cambio. No sólo de vivencias, sino también de crecimiento personal, algo que jamás hubiera tenido de no haber sido porque mi ex, en una noche de finales de primavera, decidió cortar nuestra relación con maestría de cirujano.  
De haber continuado a su lado, hoy, tendría una vida económica resuelta, ya que mi ex tenía una posición económica un poco acomodada, y sin embargo, sería una vida previsible y aburrida. Y sobre todo, me hubiera alejado de todo lo que he aprendido y experimentado durante este tiempo de duelo. Hubiera sido, por decirlo de alguna manera, una persona inmadura, con pocas experiencias personales y poco vivido.

En los próximos posts, me gustaría hablar de lo que mi vida ha cambiado y como hubiera sido de haber seguido a su lado. Creo que es importante valorar lo que se tiene, y no hacer siempre hincapié en lo que se ha perdido, es una manera de ver el lado positivo de todo, aunque aparentemente no exista nada bueno que sacar.

jueves, 15 de marzo de 2018

Con la lección bien aprendida...

Comenté en un post anterior que había cruzado la línea roja, y que había cometido un error de principiante: buscar información de mi ex en Internet.
Tener información de este tipo no ayuda en nada, lo único que conseguimos es hacernos daño a nosotros mismos y estancarnos en nuestra recuperación.

Yo pasé una temporada bastante tocada a raíz de esto, no hundida, pero si tristona. Ver como tu ex ya ha rehecho su vida, ha formado una familia, cuando uno le ha costado tanto salir del agujero y seguir su camino.
Todos nuestros proyectos estaban ahí, en aquellas fotos, pero yo no formaba parte de ninguno de ellos. Yo era historia.

Sin embargo, en este post me gustaría centrarme en un detalle que me sorprendió, y que seguramente también os habrá sucedido alguna vez. Muchas de las fotos que estaban colgadas en su perfil, eran de lugares a los que también había ido conmigo antes.
Los mismos pueblos, las mismas calles, haciendo exactamente lo mismo que había hecho conmigo.
Ver aquellas fotos me sorprendió, me chocó. Como es posible que estuviera haciendo lo mismo con ella?.

Después de pensarlo, llegué a varias conclusiones.
En primer lugar, hay que partir del hecho que los lugares que hayamos compartido con nuestro ex están impregnados de esos recuerdos, de ese halo de único, de “solo nuestro”, que en realidad no es cierto. O en todo caso, se quedaron impregnados de ese halo únicamente para nosotros.
No quiere decir que ellos hayan olvidado aquella tarde maravillosa que pasaron con nosotros, no, en absoluto, seguramente no lo han olvidado, pero para ellos ha dejado de tener ese significado de “solo nuestro”, para convertirse en un espacio con un recuerdo o una vivencia a nuestro lado, y nada más.

Por otro lado, igual de cierto que para ellos ese lugar ha perdido el sentido especial que le damos nosotros, a la vez guardan un buen recuerdo de lo vivido y compartido, de lo contrario no llevaría a su nueva pareja allí.
No es extraño, y puede que haya sucedido, que nuestro ex haya querido, sobre todo al principio de su relación, repetir con su nueva pareja algunas cosas vividas junto a nosotros, porque le traen buenos recuerdos.
Con el tiempo, eso irá cediendo.

Pero como este blog se centra sobre todo en nuestras vivencias, y no en la de nuestros ex, no hablaré mucho más de lo que él piensa, hace o deja de hacer, ya no es asunto mío.
Lo más importante de todo esto es cómo me he sentido yo al ver esa fotos: contrariada, chocada, triste, desilusionada, sentimiento de estafa… Mi pasado volvió a mi presente a golpe de clic, en un instante todo había vuelto a estar delante de mí, pero sin mí…
Protegida en mi burbuja de “contacto 0”, la pared frágil de mi burbuja se rompió y me sentí vulnerable otra vez, con el mismo miedo a ser lastimada, herida… por la persona que más he querido y por la que más hecho en mi vida, todo sin él haber hecho nada.  
He dejado pasar algunas semanas antes de escribir en el blog, para poder aclarar mis sentimientos, asentar el malestar y volver a seguir adelante.
Ahora que ha pasado el tiempo, unas pocas semanas, ya vuelvo con la misma energía de siempre, con la misma ilusión de siempre, y sobre todo con la lección bien aprendida: “cada minuto que le dedico a mi ex, es un minuto que me robo a mí misma”.

sábado, 17 de febrero de 2018

Cruzando la línea roja

Recientemente llegó a mis oídos que mi ex ha sido padre.
Cuando recibes esta noticia, aun cuando han pasado varios años desde la ruptura, te inunda un sentimiento de nostalgia y de tristeza.  
Sabes que es algo que pasará, tarde o temprano, ya que él, al igual que yo, tiene el mismo derecho a rehacer su vida.

Pero la noticia me llegó y me tocó. Y cometí un gran fallo, uno que hacía tiempo que no cometía, crucé la línea roja, pensando, ilusa de mí, que no me afectaría: investigar en redes sociales.
Comencé por Facebook, y a pesar que siempre él ha sido una persona muy cuidadosa en Internet, pues nunca publicaba nada de su vida privada (ya era así estando conmigo también), si descubrí que se había casado, y evidentemente pude ver a su mujer a quien tiene agregada como amiga, o mejor dicho, a la persona que ocupa el que un día fue mi lugar.
Comprendí que, ese espacio está ya ocupado, y lo está hace tiempo, por otra persona que no soy yo.
Comprendí que, todos los proyectos y planes de futuro que un día fueron de los dos, no solo no se han cumplido, si no que pese al enorme esfuerzo invertido por mi parte, se lo ha llevado otra persona con el más mínimo empeño.
Comprendí que, pese a que el pasado para mí sigue estando bastante presente, para él todo es pasado, un pasado que resolvió sin mayores dificultades por su parte, y sin embargo, a mí me costó enormes sufrimientos y esfuerzos.

Contrariamente a lo que él es, su mujer si publica algunas cosas en Facebook, y así fue como me he enterado de algunos detalles.
Me sorprendió el  hecho de no haber sentido odio hacia aquella mujer, es más, me ha parecido una buena persona, una chica bastante sociable y amable. Ella a mí no me ha hecho nada, luego, le guardo todos los respetos que se merece.

Cuando llevaba un rato husmeando, y a la vez que iba descubriendo detalles de la vida ajena, empecé a sentirme angustiada. Percibía que la vida había sido injusta conmigo, pues esa vida que él estaba viviendo con aquella otra persona, era la vida por la que yo había estado luchando durante varios años. Era la vida que yo me merecía como premio a mi esfuerzo, a mi empeño. Y sin embargo,  no tenía nada de eso, pues otra persona lo estaba disfrutando, sin haber invertido nada, pues vive en su misma ciudad.
Recordé nuestros planes, nuestros proyectos, que eran esos mismos planes que yo estaba viendo a través de aquellas fotos, pero en lugar de formar parte de ellos, los veía a través de una pantalla de ordenador, como espectador.
Recordé aquellos viajes, aquellos esfuerzos e ilusiones por juntarnos un día en una misma ciudad, para no tener hoy más que cenizas de aquel pasado.

No contenta con eso, continué mi periplo por Internet, y mi siguiente página fue Linkedln. Se ve que en los últimos años ha cambiado bastantes veces de puesto de trabajo, aunque ahora ocupa un buen puesto en una importante empresa de su sector.
Y en ese instante, recordé sus primeros tiempos de estudiante en la universidad, cuando estaba agobiado con algunas asignaturas que no conseguía sacar, y allí siempre estaba yo, apoyándole cuando llegaban los suspensos, animándole a volverlo a intentar. Y felicitándole el día que consiguió aprobar la última asignatura, y por tanto, ya tenía su ansiado título.
Desgraciadamente, tengo la sensación que de eso, él no recuerda nada.

Whatsapp, Instagram, y varias páginas de su pasatiempo favorito hicieron el resto. Y mientras tanto, yo seguía atragantándome y atormentándome por una vida que nunca llegó a ser. Sintiéndome estafada y desilusionada, pero sobre todo, frustrada.
Entre lágrimas y tristezas, me di cuenta que yo estaba envidiando la vida de otros, a través de lo que ellos mismos enseñaban en las redes sociales, es decir, una vida sesgada y filtrada. Y a la vez que me sucedía eso a mí, otras personas envidiaban la vida que tenía yo, a través de las fotos de viajes que había hecho y que yo había colgado en mi perfil. Increíble!.
Cualquiera que entre en mi página de Facebook podría pensar que me paso todo el día viajando y teniendo una vida plena. Nada más lejos de la realidad. Pues tengo momentos buenos y malos como todo el mundo, lo que sucede es que colgamos en la red solo lo bueno, lo feliz. Por eso hace tiempo que ya no cuelgo fotos de nada. No quiero que la gente tenga una imagen de mi vida que no es.

Fue, precisamente en ese momento, cuando me di cuenta que había cruzado la línea roja: el fisgonear su vida. Saltando de página en página, descubriendo e investigando lo que nunca debí haber hecho, pues cada minuto que le dedico a él, es un minuto que me robo a mí, de centrarme en mi vida, en mis proyectos, en mis ilusiones… en definitiva, en mi camino.
Razonándolo fríamente, nada de lo que estaba leyendo y averiguando, me estaba aportando ningún sentimiento positivo, más bien lo contrario, cada vez me sentía peor.
Para qué?, cuál es el objetivo de haberme enterado de su vida?, qué he sacado de bueno en todo esto?, pues sinceramente nada.

Asique volví a mis comienzos: STOP!, y dejé de buscar e investigar, y bajé la tapa de mi portátil inmediatamente.
Lejos de echarme la culpa, de enfadarme conmigo misma, comprendí que me había equivocado, que había cometido un error, y regañándome a mí misma no iba a ayudar a sentirme mejor, y menos teniendo en cuenta el sentimiento de tristeza que todo esto me había dejado. Tenía que animarme y levantarme.
Cometí un error, si, pero eso no me convierte en una persona estúpida o tonta, solo ha sido un error, y nada más. Nada grave.
Lo importante no es cometer errores, o volverlos a cometer, sino levantarse de cada uno de ellos y tener la capacidad de seguir y aprender de ellos, aunque sea tocado.

Asique a respirar profundamente, relajación y a seguir!, que mi camino sigue ahí adelante, lleno de proyectos, de sensaciones y de experiencias nuevas. Vamos, empecemos a dar el primer paso en este camino…

miércoles, 31 de enero de 2018

La idealización (Parte IV)

Asumir nuestras propias responsabilidades en una ruptura, reconociendo nuestros fallos y también nuestros aciertos es de suma importancia si queremos aprender y seguir avanzando en un duelo.
Quedarnos solo en lo negativo, hará que nos estanquemos en la culpa, en la idealización hacia nuestro ex y en la falta de autoestima.
Quedarnos solo en lo positivo, hará que no tengamos una visión realista de la situación, faltando enormemente a la verdad.

Mi ex, a pesar de haber sido quien me mintió durante varios meses y de haber tenido malas maneras hacia mí, me hizo sentir terriblemente culpable de la ruptura.
Nunca me dijo “es tu culpa”, pero no dudó en sacar a relucir mis errores y mis defectos, minimizando los suyos restando importancia al hecho de haberme mentido, incluso, justificándolo.
En realidad, es una trampa.

Como indiqué en mi anterior post, mi ex nunca se había quejado durante 6 años de determinados defectos que yo tenía, que según parece le molestaban.
Una noche hablando por teléfono, cuando ya hacía unos 2 meses que me había dejado, descargó contra mí todos aquellos comportamientos o ausencia de los mismos que yo tenía: que era poco cariñosa, que no lo llamaba nunca por teléfono, que siempre era él quien lo hacía, que nunca le había dicho que lo quería… Imaginaos la cara que se me quedó a mí, sobre todo cuando al terminar de cantarme el rosario de quejas lo sentenció con un “pero bueno, ya da igual, porque ya no puedes hacer nada…”. Claro que no podía hacer nada, si me lo dice después de haberme dejado.
Desgraciadamente he de decir que muchas cosas que me echó en cara aquella noche eran ciertas, por eso me dolieron tanto, pero yo desconocía que lo estaba haciendo mal, lo estaba haciendo sin darme cuenta.
Aquella noche me quedé tan paralizada, que no dije nada. Me hubiera gustado haberle pedido disculpas por ello… Soy humana, también me equivoco.

Por qué mi ex hizo aquello?, porque nunca me lo dijo?. Sencillo. Seguramente aquellos defectos que yo tenía le molestaban, pero nunca demasiado como para romper la relación, no eran un motivo de ruptura, sino que formaban parte de mi personalidad y él durante años lo asumió así.
En realidad lo que estaba sucediendo era que él estaba dejando de quererme, ya no sentía lo mismo por mí, y esos defectos míos con los que había estado conviviendo durante años ya no le parecían tan bien, dejó de soportarlos, incluso, empezaron a molestarle. Pasaron de ser características de mi personalidad a ser defectos.
Y por si esto fuera poco, él necesitaba justificar que la decisión que estaba tomando de romper era la correcta. Necesitaba sobre todo, justificárselo a sí mismo.
Imaginaos la situación: llevábamos 6 años y medio juntos, con proyectos de irnos a vivir juntos al año siguiente, mucho tiempo, muchos viajes, mucha lucha para mantener la relación. O se rompe la relación por un motivo de peso o a ver como lidias con eso…
Señalándome como una persona indeseable, despreciable, fría… minimiza mi valor como persona, hace que valga menos para él. De ese modo, él no se siente tan mal consigo mismo por haberme dejado, simplemente porque yo no valgo la pena.
Esto que os he descrito, evidentemente él no lo planeó, si no que su inconsciente funcionó de esa manera para hacer frente a la ruptura.

Todo este embrollo que os estoy contando evita el tener que afrontar la temida frase de: “Ya no te quiero”, que hubiera sido lo más fácil, lo más sensato, pero sobre todo, la verdad.
Contra un “ya no te quiero” no se puede hacer nada, pero es la realidad, es lo que hay, y debemos respetar que la otra persona ya no siente lo mismo por nosotros, no es su culpa, es lo que siente. Y ante todo debe haber un respeto.

Pero él también había cometido fallos. Y muchos. El asumir los errores de cada uno supone el tener que asumir la parte de responsabilidad de la ruptura que le corresponde, que muchos confunden con culpabilidad. Y él que deja, inconscientemente, se ve como el malo, como el que rompe y hace daño a otra persona que muchas veces no se lo merece, y por eso mismo, ya carga con mucha culpa.
La culpa es molesta, muy molesta: nos hace sentir malas personas, que hemos hecho algo mal y merecemos un justo castigo. Algunas personas cargan con este peso hasta el extremo de sentirse culpables por todo, otras lo digieren y asumen su parte de responsabilidad en los hechos y aprenden del error, y otras, sin embargo, no quieren saber nada de responsabilidades. Sobre todo las personas que tienen un carácter inmaduro.
Éste último fue mi ex.
Jamás asumió la parte de responsabilidad que le tocaba, y la mejor manera de hacerlo fue justificando su actitud y atacando a la otra persona sobre sus defectos y fallos.
Con frases del tipo “entre aquella chica y yo nunca pasó nada”, “bueno, de todos modos, lo nuestro ya estaba muy mal”… justifica lo injustificable y lo hace sentir mejor, con menos peso por su error.

Esto que os acabo de contar, seguramente os habrá ocurrido a vosotros también. Diferentes actores, diferentes palabras y acusaciones, diferentes situaciones… pero en el fondo es la misma estructura: Minimizar sus errores y maximizar los nuestros.

Una ruptura despierta, tanto en el dejado como en el dejador, el sentimiento de culpabilidad, si a eso le sumamos que nuestro ex nos echa en cara multitud de errores, el sentimiento de culpabilidad crece como la espuma, y si no sabemos gestionarlo podemos tener un serio problema de estancamiento en nuestra recuperación.

La noche en la que mi ex me cantó el rosario de defectos por teléfono, los cuales nunca he negado, pues pienso que tenía bastante razón, olvidó mencionar unos puntos bastante importantes. No lo hizo aquella noche, ni ninguna otra. En realidad, no lo hizo nunca.
Se olvidó de mis viajes para verlo unos días. Se olvidó de los proyectos en común en los que yo tenía que dejar a mi familia, amigos, ciudad, trabajo… para poder estar con él. Se olvidó que nadie hace eso si no te quieren. Se olvidó del dinero gastado durante años en gasolina, billetes de autobús y avión para poder estar con él ni 48Hs.. Se olvidó de las peleas que yo tenía con mi madre (deteriorando bastante la relación que yo tenía con ella) para defenderlo a él, a la persona que yo había elegido. Se olvidó de lo que lo apoyé para que se marchara a otra ciudad para tener un futuro mejor, aun sabiendo que la distancia (650km. ) sería un gran problema a partir de entonces entre nosotros. Se olvidó que yo nunca le mentí, nunca lo engañé, fui una persona fiel y leal. Se olvidó que yo siempre lo apoyé, siempre lo escuché, siempre estuve ahí, a su lado tanto en  su época de estudiante como en su etapa profesional, apoyándole y dándole los mejores consejos, siempre pensando en su futuro, en su porvenir, aun muchas veces por encima de mis deseos… Se olvidó de todo lo que yo había hecho por él y la relación, para sacar a relucir lo malo y negativo.

Mis puntos malos ya los sé, ya los conozco, durante años me eché en cara cada uno de ellos. Ahora es tiempo de ver mis puntos buenos, los positivos. Debo apartar de mí ese sentimiento horrible de ser una persona espantosa, despreciable, que no vale nada, porque el valor como persona no depende de lo que me otorgue mi ex, si no del valor que me otorgue yo a mí misma.

martes, 23 de enero de 2018

La idealización... (Parte III)

A la tristeza del “te han dejado”, en diversas ocasiones hay que sumar las malas maneras de la persona que te rompe el corazón, y si a eso le añadimos una elevada idealización hacia el ex, os garantizo que tendremos el atragantamiento asegurado.

Ya comenté en mi anterior post que sacaría los trapos sucios, aquellos aspectos dolorosos y terriblemente dañinos de mi ruptura, y también, por qué no decirlo?, de lo que fue mi agónica relación en sus últimos meses.
Es doloroso, os lo puedo asegurar, el tener que tocar aquellos palos que prefieres no recordar, pero a la vez, es necesario. 
Él no lo hizo todo bien, ya lo comenté antes, aunque él quiso venderme lo contrario, y sin embargo, el sacar los trapos sucios, es una herramientas poderosa de desmitificación hacia mi ex.

Durante la relación:

No volveré a contar los detalles, ya que lo he hecho en el anterior post. Pero mi ex llevaba tonteando con otra persona desde hacía algunos meses antes de romper conmigo.
Según él, un antiguo amor de adolescencia que apareció sin él buscarla.
Siempre basándome en su versión (lo nuestro era una relación a distancia y para mí es imposible el poder comprobarlo), solo hablaban por teléfono. Él comenzó a enamorarse de ella, y decidieron quedar a mis espaldas en la primera ciudad de mi ex, aprovechando que ese fin de semana yo me iba de viaje.
Él le confiesa a ella lo que siente, y ella lo rechaza. Esa misma semana mi ex rompe conmigo por teléfono.

En mi caso, no hubo ninguna infidelidad (o eso parece), pero si hubo una deslealtad evidente. Él me mintió, y un tonteo inocente lo llevó demasiado lejos.
Al principio, él se sintió culpable por lo que había hecho. Pero, por increíble que os parezca, le dio la vuelta a la tortilla y llegó a justificarme su actitud, no exento de malas maneras, aludiendo que nuestra relación estaba mal desde hacía tiempo, y que bueno, al final y al cabo, entre ellos nunca había pasado nada más que un tonteo… Siempre me he preguntado qué hubiera pasado si hubiera sido al revés, si la que hubiera tonteado con otra persona hubiera sido yo y no él…

Él sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien, sabía que me estaba engañando, ocultándome cosas, asique me confiesa lo que había estado haciendo para quitarse el peso de la culpabilidad, y justifica la ruptura diciéndome que no está bien que él esté conmigo pensando en otra persona. 
Es evidente que me deja porque ya no me quiere, porque de haber querido seguir conmigo, jamás me hubiera confesado el tonteo que tenía con esta chica.

Los meses previos a la ruptura soporté malas contestaciones por su parte. A preguntas simples, recibía un mal gesto, una mala respuesta.
Siempre justifiqué su actitud, achacándolo a que tenía problemas en el trabajo desde hacía tiempo. Ahora que lo veo desde la distancia, no solo me he dado que cuenta que eso no era del todo cierto, pues además de los problemas laborales él estaba dejando de quererme, sino que además yo no me merecía ese trato.

Recuerdo una tarde en la que yo, cansada de los viajes, de la relación a distancia y viendo que por más que luchaba no conseguíamos juntarnos en una única ciudad, me eché en la cama a llorar desconsolada, sinceramente estaba muy cansada de estar así, llevábamos 6 años y medio… Él, en lugar de consolarme, de apoyarme, de ni siquiera darme un abrazo, lo que recibí fue con una voz distante y fría: “venga!, levántate y deja de llorar que tenemos que irnos a casa de mi madre a comer!”. 
Cuando tiempo después le recrimé su actitud (ya me había dejado), me dijo que no se acordada de aquello, y ni siquiera me pidió disculpas.

Eso sin contar la tarde en la que me soltó con frialdad y hasta con cierto fastidio (no recuerdo de que estábamos hablando en ese momento): “A ti lo que te gusta es que te la metan!”. Y si, me lo dijo en el sentido que estáis leyendo.
Creo que nadie en mi vida me había hecho sentir tan humillada…

Pero si durante los meses previos a la ruptura tuve que soportar este tipo de bajezas por su parte, la ruptura fue mucho peor.

Después de dejarme:

Mi ex solo tenía que esperar una semana para poder plantearme la ruptura cara a cara, es decir, romper como un señor, ya que yo iba a viajar a su ciudad al fin de semana siguiente.
Pero pudiendo utilizar una manera elegante de romper, decidió que lo mejor sería dejarme por teléfono, método cutre, solo superado por un mensaje de WhatsApp… Cuando te dejan por teléfono, te hacen sentir que no vales, que eres poca cosa, que ni siquiera eres merecedor de una charla sincera.
Y si, viendo las maneras que él tuvo conmigo es innegable que yo, para él, no valía mucho, porque de lo contrario hubiera obrado de otra manera.
Puede que no haya tenido las agallas de hacerlo cara a cara, que no haya tenido la valentía suficiente para poder hacerlo, quiero pensar que ha sido por eso…

Tras romper conmigo, estuve una semana insistiéndole de vernos para poder hablar personalmente, me dió muchas largas, pero al final accedió a quedar en la estación de autobuses. Por supuesto, se asegura que la charla no se alargue demasiado: queda conmigo a las 7 de la tarde, y saca el billete de vuelta a las 8… Era un finiquitar rápido en toda regla.
La conversación en realidad fue un monólogo por su parte, malgastó 20 minutos de los 60 que teníamos hablando de su cuñada, de su hermano, del trabajo… Miro el reloj. Solo me quedaban 40 minutos. Viendo que él no tenía ni la más mínima intención de hablar de lo nuestro, le saco el tema de la ruptura y se le cambia la cara. A partir de ahí se pone a la defensiva conmigo. Y empiezan las malas maneras, las malas contestaciones y alza un poco la voz.
Le hice la pregunta más tonta, pero a la vez la más sentida y profunda por mi parte: “Que voy a hacer ahora yo sin ti?...” Os lo juro que se lo pregunté sin pensar. A lo que él no dudó en responderme alzándome la voz y haciéndome un gesto de rechazo: “Y a mí que me cuentas??, ese es tu problema!!”.
Las personas que estaban sentadas alrededor nuestro en aquel bar de la estación, se dieron la vuelta a mirarnos.
Creo que no eran ni las formas ni lo que debía decir en aquel momento. Yo lo estaba pasando francamente mal, y estaba siendo terriblemente cruel conmigo.
Por supuesto, 20 minutos antes de la salida del autobus, cortó la conversación y me dijo que se marchaba. 

Los días siguientes solo hablábamos por teléfono. Y si, tuve que escuchar de su boca un rosario de quejas, quejas que nunca había escuchado en más de 6 años de relación. Fue un “me quito mi parte de responsabilidad” en toda regla, para no tener que asumir la parte que me corresponde. Siempre es más fácil echarle las culpas de todo a los demás.
Me hizo sentir el ser más despreciable, más malvado y miserable, todo, después de lo que yo había hecho por él y la relación durante muchos años.
Se quejó que yo nunca lo llamaba por teléfono, que no era cariñosa ni afectuosa con él, que nunca le había dicho que lo quería, y de un listado bastante extenso que ahora no recuerdo, ya que ha pasado bastante tiempo, pero os puedo asegurar que se despachó a gusto, para finalmente sentenciar con un “pero bueno, ahora ya da igual, ya no puedes hacer nada…”. Y claro que ya no puedo hacer nada, si me lo dices después de haberme dejado…

Durante los 2 meses que mantuvimos contacto telefónico después de la ruptura, yo necesitaba aclarar muchas cosas, muchos puntos que no tenía nada claros. Tenía montones de preguntas sin respuestas, que él ya se encargó de no responderme jamás.
Por supuesto a cada pregunta mía, venía una mala respuesta, con malas maneras y malas contestaciones. Me alzaba la voz, aprovechaba para reprocharme cosas de las que nunca se había quejado, me respondía con evasivas, cambiando de tema, me liaba diciéndome que no sabía si la situación era definitiva o no, si iba a volver o no. Le pregunté millones de veces si me seguía queriendo, a veces me decía que si, otras, que no lo sabía. Dos meses en los que me volvió loca. Hasta que desapareció.

Pasados unos meses, quise retomar el contacto para ver la posibilidad de poder hablar tranquilamente con él y poder aclarar mis dudas. Le hice algunas preguntas, que él no tenía ningunas ganas de contestar.
Le hice la pregunta clave de todo este lío: “has dejado de quererme?”, y su respuesta fue: “que él había tenido la sensación que la que había dejado de quererle había sido yo”. Yo no podía creer lo que estaba escuchando. Lo cierto es que no me quiso dar más explicaciones sobre esta afirmación que a mí me había dejado de piedra, cambió de tema y se fue por las ramas.
A partir de entonces la conversación se torna distante, y le pregunto si está ocupado, si le he pillado en un mal momento, a lo que me responde que está “ocupado jugando con la consola”. No haré ningún comentario sobre esto último, porque creo que sobra y es bastante lamentable.
Después de aquel desprecio, no volví a contactar con él.

Mi ex no lo hizo todo bien, como me quiso hacer creer. Ni fue él tan perfecto, ni yo tan mala.
Me echó en cara montones de cosas, y se olvidó  de todo lo que yo había hecho por él y la relación, para sacar a relucir lo malo y negativo, y así poder justificar su decisión, cuando lo más fácil y sincero hubiera sido que me dijera que me dejaba porque ya no me quería. 

Os he hecho, a modo de resumen, una pincelada de lo que sucedió, aunque pasaron más cosas, pero bueno, esto es lo que más recuerdo y lo que más me dolió en su día.
Creo que si estais en la fase de idealización hacia vuestro ex, es importante que podais hacer una lista de sus errores, de sus fallos, para devolverlo al mundo terrenal de los seres humanos comunes, y bajarlo del pedestal donde lo habeis subido.

Cuando ves las cosas desde otra perspectiva, no solo te quitas un peso de encima, si no que además, estás más cerca de la realidad, y ganas la capacidad de sacar conclusiones reales y valiosas para no repetir en una relación futura. Y sobre todo, aprendes a valorar lo que hiciste, lo que eres y lo que tienes, que seguramente no será poco...