martes, 25 de septiembre de 2018

Los momentos patéticos...

Comenté en un mi anterior post como fue mi vida a nivel laboral teniendo que lidiar con una ruptura, un nuevo trabajo y los problemas familiares en casa. Ciertamente la recuerdo como la peor etapa de mi vida, de hecho, escribir el anterior post fue difícil para mí: tener que recordar aquellos tiempos, en los que no puedes con todo, pero tampoco puedes parar, porque debes seguir…

Hoy me gustaría hablar de los momentos más patéticos de mi ruptura. Algunos son para reír, y otros no tanto… Pero formaron parte de aquellos tiempos oscuros que estoy segura más de uno  habrá vivido antes o después. Son momentos que aparecen, y como estás más débil o sensible de lo normal, eres incapaz de controlar, de responder o de salir airoso de la situación. Recibes la cachetada, y te quedas callado, sin decir nada, aguantando el chaparrón y asumiendo que no vales nada.

El primer momento patético sucedió unos pocos días después que mi ex me hubiera dejado. Creo que no había pasado ni una semana… Me invitaron a un cumpleaños, y allí estaban todos mis amigos. En un principio, intenté pasarlo lo mejor posible, procurando que no se me notase que estaba pasando por un mal momento, no quería estropearle el cumpleaños a mi amigo. Pero, no habiendo pasado ni una semana de mi ruptura, no pude aguantar mucho tiempo, y enseguida comencé a sentirme agobiada, triste y desolada. Se me notaba en la cara, que no estaba bien. Quería irme a mi casa. Mi mejor amiga (por aquel entonces), sabiendo que mi relación de 6 años se había ido por el desagüe hacía apenas unos días, no se le ocurrió mejor idea que llevarme al baño y echarme la bronca. Literalmente me dijo que no podía tener ese careto, y que tenía que pasar página ya… (Pues que me diga cómo se hace eso!!).
En lugar de mandarla muy lejos, me callé, aguanté el chaparrón, con unas ganas de llorar que no podía contenerme. Lo pasé mal, muy mal en aquel cumpleaños, y en lugar de irme a mi casa, que era lo que más deseaba, me quedé allí, aguantando que mi mejor amiga me echara una charla de campeonato… Me sentía tan poca cosa, tan ínfima, que pensaba que yo me merecía recibir aquellas duras palabras vacías, que no aportaban nada ni me ayudaban…

El segundo momento patético sucedió unos pocos días después. Quedé con mi ex en una estación de autobuses, después de haber roto conmigo y después de haberle insistido durante una semana para quedar. Él en un principio se negaba a verme, no me decía que no de forma tajante pero me daba largas. Al final fue tal mi insistencia que terminó accediendo. Fue la última vez que lo vi.
Hacía tan solo una semana que me había dejado, lo hizo por teléfono y aprovechó el momento para decirme que llevaba unos meses tonteando con otra chica a mis espaldas.
Aquella tarde en la estación, me trató francamente mal, con una frialdad y un aire de superioridad que daban asco. Yo no tenía que habérselo permitido. Pero en aquel momento lo hice.
Su autobús salía a las 20:00hs., y conmigo queda a las 19:00hs., es decir, me daba menos de una hora para hablar, para aclarar dudas…
Sentados en una terraza tomando un refresco, me hablaba de tonterías sin ninguna importancia, intentando no sacar el tema y perdiendo el poco tiempo que de por sí yo ya tenía… Cuando, viendo mi reloj veo que era las 19:20Hs. y que el tiempo pasaba y no hablábamos, le saqué el tema. Pues bien, cambió su actitud amable y se puso borde conmigo. Me alzó la voz, me contestaba de manera grosera, y me dijo lo más doloroso que he escuchado de su boca ante mi pregunta: “Y ahora, que voy a hacer yo sin ti?”, a lo que él me respondió: “Y a mí que me cuentas???, ese es tu problema!!!”. Las personas de las mesas contiguas nos miraron al ver que él me gritaba.
Fue un momento patético porque no supe, no pude, o lo que sea, pararle. Dejé que me tratara mal. Que me humillara, que me tratase como un trapo viejo, que me alzara la voz. Jamás debí habérselo permitido.

El tercer momento patético, fue ese mismo día, cuando después que él decide que hablar de la ruptura durante unos 20 minutos ya es suficiente, lo acompaño hasta la parada, y en un arrebato de dolor incontrolado por mi parte, y viendo que lo iba a perder para siempre, me aferro a él y le pido disculpas por todo mientras lloraba a mares.
En realidad, no sabía porqué, pero le pedía disculpas… Él no sabía ni que decirme…

El cuarto momento patético fue también ese mismo día, cuando él se subió al autobús. Yo me quedé esperando, a ver si él se arrepentía como en las películas, y decidía bajarse y volver a mi lado, pero eso nunca sucedió… Cuando el autobús cerró las puertas y arrancó, yo corrí tras él, con tacones y la calle cuesta arriba. Nunca lo alcancé. Cuando volví al coche, tenía las medias completamente rotas, el rímel se me había corrido formando dos largos caminos negros sobre la cara, y el maquillaje, con las lágrimas, se me había quedado un asco dejándome la cara con manchones. Frente al espejo del coche, tenía el aire de un payaso triste. Jamás olvidaré esa imagen de mí misma.

El quinto momento patético lo sufrí ya en la oficina. En una reunión de trabajo, mi jefe me ve que estoy distraída, poco participativa. Delante de todos, me dice: “Pero venga!!!, espabila!!”. Dejándome en mal lugar.
Cuando acaba la reunión, me dice que vaya a su despacho, y así lo hago. Me pregunta qué sucede, porque no participo de las actividades de la empresa… Y en momento de patetismo absoluto, rompo a llorar de manera desconsolada delante de mi jefe. Él no sabe ni qué decirme. Yo no le doy demasiadas explicaciones, solo le digo que no estoy pasando por un buen momento personal. Y no puedo parar de llorar… Hoy, que ha pasado el tiempo, me da mucha vergüenza recordar aquel momento…

Sufrí muchos momentos patéticos, en los que me sentía dolida, insignificante, con el autoestima por los suelos, incapaz de controlar mis emociones, de parar a quienes me trataban mal o me humillaban… porque en el fondo, el dolor por la ruptura y mi pérdida eran tan grandes, que sentía que yo merecía ese trato por parte de los demás. Me sentía tan absolutamente culpable por mi pérdida, porque en mi inconsciente pensaba que había sido yo, por mi manera de ser, por haber hecho o no algo, por haber sido de una manera o de otra, quien, de alguna manera, había empujado a mi ex para que tomase la decisión de dejarme. En definitiva, mi ex me había dejado por mi culpa.
Estos momentos patéticos alimentaban esta idea: el sentimiento de inferioridad, hundirme más en la miseria, ahogarme aún más si cabe en la humillación… y por otro lado, era una manera de autocastigarme por haber sido una mala persona con mi ex. Era mi autocastigo por haber sido una mala pareja.
Soportando humillaciones, situaciones dolorosas y angustiosas, se hacía justicia y yo pagaba mi condena de haber perdido a una persona maravillosa, que había decidido abandonarme por haber sido una persona aborrecible.

Por estos motivos, por un lado por el dolor sufrido y por otro porque pensaba que me lo merecía, tragaba con todo.
Por suerte, y pasado el tiempo, me di cuenta que esto no era cierto, y que yo no había sido ni mejor ni peor que mi ex ni que otras personas que, como seres humanos que somos, también cometen errores. No me merecía ningún castigo, porque yo no había hecho nada malo. Simplemente mi pareja había dejado de quererme, y eso, no me convertía en una persona horrible.

Estoy segura que muchos de vosotros habrá vivido estos momentos patéticos tras una ruptura. Me pasó a mí y a muchas personas que conozco. Son unos momentos difíciles, que no podremos controlar, pero que en mayor o menor medida viviremos.
Hay que ser pacientes con uno mismo, no machacarse ni torturarse, es necesario un tiempo para entender que las relaciones las forman 2 personas, al igual que las rupturas, y ambas partes son responsables de lo que sucede dentro de una relación. Cargar el peso uno solo no es justo ni fácil.

miércoles, 29 de agosto de 2018

El malabarista

Unos dos meses antes de producirse mi ruptura, encontré un nuevo trabajo. Yo llevaba algunos meses en el paro, lo que me generaba cierta inseguridad no solo económica sino también de futuro.
El haberme quedado sin empleo empeoraba, y bastante, la situación que yo tenía con mi ex, porque suponía que todos los planes futuros que teníamos se paraban o se posponían. Cierto es que yo no era totalmente consciente que mi ex llevaba tiempo sin querer formar parte de ellos, pero yo aún no lo sabía...

La cuestión es que por aquel entonces tuve mucha suerte. Encontré un trabajo bien pagado en una de las mejoras empresas de mi sector, y pensé que mi dicha, por fin, había cambiado.
Lo que yo no sabía, me di cuenta tiempo después, es que el sueldo iba a estar acorde con el nivel brutal de exigencia...
Cuando entras a formar parte de una de las mejores empresas, quieres dar lo mejor de ti, quieres demostrar lo que vales, pero yo no conté con el hecho de que mi ex me iba a dejar tan solo unos 2 meses después de haber entrado a trabajar...Y mi situación empeoró notablemente.

No solo estaba emocionalmente inestable, sensible y dolida por todo lo que estaba viviendo, también me sentía absolutamente desbordada por la exigencia del nuevo puesto de trabajo.
Además, mis padres estaban a punto de separarse, y aunque tomaron la decisión final casi un año después, el ambiente que había en mi casa era irrespirable.
Si a eso le sumamos el abandono por parte de mis amigos en muy poco tiempo, esto daba como resultado una auténtica olla a presión a punto de explotar.

Yo viví situaciones kafkianas día si y día tambien. Recuerdo estar en reuniones de trabajo y tener que levantarme en un mar de lágrimas, intentando cubrirme los ojos para que el resto de compañeros no me vieran.
Tiempo después me di cuenta que estaba inmersa en una depresión profunda, pero en lugar de parar, decidí seguir. No sé si fue un error, solo sé que fue la decisión que tomé porque no era realmente consciente de la situación que estaba viviendo en aquellos momentos.

Estaba en el trabajo, pero estaba distraída. Me confundía, cometía muchos errores, y me llevé montones de broncas por parte de mi jefe directo, superiores y hasta de compañeros.
Mi situación de ruptura mermó hasta tal punto mi autoestima, que yo, frente al resto de compañeros de trabajo me sentía insignificante.
Cuando te sientes pequeño, no es raro que los de tu entorno lo noten e, inconscientemente, aprovechen la ocasión para hundirte aún más. Llegué a tener un compañero que no quería trabajar conmigo (no recuerdo el motivo), y así se lo hizo saber a mi jefe. Yo no estuve en aquella reunión, pero estoy segura que no me dejó en un buen lugar ante mis superiores...
Las broncas, reuniones de trabajo con amenazas de despido se sucedieron una y otra vez. Yo quería darlo todo, pero no podí, y la situación que estaba viviendo en la empresa no me ayudaba a levantar cabeza.

Cuando llevaba en la empresa un año, mis padres se separan, y comienzo a sufrir acoso laboral: primero con amenazas continuas de despido, me obligaban a firmar documentos en los que yo me comprometía a vender más (cuando eso no dependía de mí); cuando denuncié a la empresa por acoso, optaron por hacerme lo contrario: me ignoraban. No formaba parte de las reuniones ni de los planes de ventas.

Finalmente me despidieron.

Yo me sentía como un malabarista: en el trabajo tenía que lidiar con una situación difícil, en casa tenía que llegar y escuchar los llantos de mi madre porque su matrimonio se había hundido, mis amigos me dejaron y yo tenía que equilibrar todo este horror en mitad de una tormenta como fue para mí mi ruptura.
Yo no podía más, no podía seguir afrontando más dolor, más exigencias, no llegaba. No era capaz de solucionar nada ni de hacer algo bien. Todo me salía mal.
Había perdido la oportunidad de trabajar en una gran multinacional, de hacer crecer mi carrera, de mejorar mi aptitudes y de llegar lejos a nivel profesional, pero no pude con todo. Y buena parte de culpa la tiene la ruptura, que no mi ex, si no la ruptura en sí. Llegó en el peor momento posible, cuando yo tenía que dar lo mejor de mí misma.


Los momentos eran ajenos a la ruptura, pero relacionados con ella fue numerosos y dolorosos. Estoy segura que todo hubiera ido mejor de no haber tenido yo que afrontar la situación que tuve que afrontar en el momento que tuve que hacerlo.
No sé si a día de hoy seguiría trabajando en la misma compañía, pero estoy segura que no hubiera tenido que hacer de malabarista con el trabajo, mi familia, mi vida personal y amigos, intentándolo todo sin poder hacer nada, mientras veía como se caían las pelotas a mi alrededor, mientras me sentía torpe, incapaz y poca cosa.

Con mi ruptura yo perdí mucho más que a mi ex, perdí unos proyectos de futuro, un buen empleo y la capacidad de sentirme útil.
Sin embargo, cuando pasó el tiempo, me percaté que el haber perdido aquel trabajo es lo mejor que me pudo haber pasado: simplemente no era para mí.
Y gracias a ello, cambié mi concepto y mi idea de lo que es tener un empleo, de mi relación con mi puesto de trabajo y las expectativas de trabajar.

martes, 14 de agosto de 2018

Las secuelas...

Inevitablemente, un duelo que se ha dilatado en el tiempo, si o si, deja un rastro, una secuela en nuestra experiencia personal.
Yo no he sido muy consciente hasta que punto esas secuelas han dejado huella en mí, hasta que me he en visto en determinadas situaciones que me han recordado todo lo vivido estos años.

Recientemente, he conocido a una persona, una persona a quien le he gustado y con quien me siento a gusto. Por su parte, él viene de una separación traumática, difícil, como yo… Pero a él parece no haberle afectado demasiado. O eso es lo que me transmite…
La cuestión es que, por miedo, inseguridades, por recordar lo vivido todos estos años antes, durante y después de la ruptura, no me fío de él. Sabiendo que es una buena persona, pues es lo que percibo en cada momento, sigo sin sentirme segura a su lado.
Continuamente pienso que esta relación, que no ha hecho nada más que empezar, será un fracaso.
Miles de fantasmas se me acercan y me dicen al oído que, con total seguridad, esta persona me traicionará, o bien con otra persona o bien porque tenga una doble vida o porque hay algo que me oculta y no me lo quiere decir.
Lo cierto es que si lo pienso fríamente, esta persona no me ha transmitido nada de eso, pero los fantasmas siguen ahí.

Esta persona, se ha dado cuenta de mis inseguridades, pues así me lo ha expresado. Sabe que tengo miedo, sabe que no me fío al 100% de él. Conoce mi historia, y aunque no le parece algo tan terrible como para que me haya dejado estos miedos, de momento, lo respeta y me deja mi espacio.

No pensé en ningún momento que me encontraría tan asustada, tan insegura… ante una nueva relación. Y tampoco puedo negar que el sentirme de esta manera me llena de rabia, mucha rabia, porque me veo a mí misma muy débil, muy frágil y desprotegida, una situación que la vivo como algo increíble, teniendo en cuenta que mi ex me dejó hace ya varios años, tendría que tenerlo más que superado. Tendría que ser capaz a estas alturas, de permitir que alguien nuevo entre en mi vida, dejar que esa persona me conozca y dejar que esta relación siga su curso, para bien o para mal.
Pero en lugar de eso, mis miedos continuamente están boicoteando esta nueva historia y me despiertan pesadillas del pasado.

Controlar estas inseguridades por mi parte es difícil, pero no imposible. Por el momento, he sabido reconocer cuando entro en estado de pánico y me esfuerzo por ponerles remedio, aunque no siempre lo consigo.
Me he dado cuenta que entro en pánico cuando esta persona me propone situaciones que indican que la relación se va formalizando, como por ejemplo, cuando me dice que me quiere presentar a su familia, o cuando quiere que conozca a sus amigos.
Estas situaciones me recuerdan a cuando yo empecé con mi ex, hace ya muchos años, y me saltan todas las alarmas. Sin embargo, en lugar de evitarlas, las afronto, no exenta de miedo y de inseguridad, pero es que no quiero seguir alimentando el “monstruo” que no me deja avanzar en mi vida.

Como esta persona se ha dado cuenta de esto, le he pedido que sea paciente conmigo, que necesito tiempo, que vengo de un período de mucho dolor, de mucha soledad, y necesito adaptarme nuevamente a la vida después de haber salido del túnel de un duelo por ruptura sentimental. Parece que por el momento, él, lo entiende…

viernes, 13 de julio de 2018

El tiempo que no te mereces...

Una noche de principios de verano recibí una llamada de mi ex.
El contenido de la conversación no fue muy diferente a otras muchas veces: los problemas de trabajo, lo que habíamos hecho aquel día… Y poco más. Nada, absolutamente nada, me hizo sospechar lo que vendría después: una ruptura fulminante de la relación, después de estar juntos más de 6 años.

De esto ha pasado tiempo. Unos cuantos años ya.
Al principio, al verme dejada, la situación me superaba. Pensé que jamás podría superarlo, que jamás saldría del pozo. Me costó un trabajo de titanes, un esfuerzo a nivel emocional inmenso para poder seguir adelante con mi vida.
Ahora que ha pasado el tiempo, recuerdo esta etapa de mi vida como la más amarga, dura e injusta. 
Este tiempo de duelo, que no ha sido ni mucho menos corto para mí, no solo ha significado una búsqueda de mí misma, de nuevas ilusiones y un nuevo camino que seguir, también ha significado la dedicación de un tiempo a una persona que no se lo merece.
Y me explico.

Todo este período de años en el que he luchado para mantenerme a flote y salir adelante, y sobre todo, en pensar en mí misma y en mi bienestar, también ha sido un tiempo de dedicarle a mi ex, en forma de rabia, de pensamientos, de llantos, de frustración... en el fondo, él ha ocupado buena parte de este paréntesis que ha sido mi vida estos últimos años. 
Un tiempo, que a la vista del trato recibido por su parte, no se lo merece. 

Cuando te das cuenta del enorme regalo que le has hecho a esa persona que un buen día te abandonó, con pocas explicaciones, ocultándote la verdad, dejándote por teléfono... te sientes idiota. O yo por lo menos me siento así. 

Él, que no niego que habrá sufrido mucho al principio de la ruptura, al año y medio ya estaba con otra persona, rehaciendo su vida, haciendo planes de tu futuro con ella, en definitiva, pensando solo en él... mientras, yo, lloraba y lloraba esperando que algún día quisiera volver a mi lado, un llanto dirigido a él, a él que ya no me quería, que me había abandonado.
Año tras año, sufriendo por él, por su ausencia, dedicándole horas, horas y horas en pensamientos, en nostalgia, en rabias y tristezas. A él, que ahora que ha pasado el tiempo, me doy cuenta que no se merecía ni una sola lágrima mía.

Cierto es que mi periodo de duelo me lo exigía, y yo hice lo que mejor pude para poder superar el bache. Pero hoy, me doy cuenta de ese tiempo entregado a él, un tiempo que hoy veo tenía que haber sido para mí, para no tener la sensación de paréntesis.

Lo siento ex, pero de aquí en adelante, mi tiempo es MÍO.

sábado, 30 de junio de 2018

Sigo pensando en ti...

Una vez mi ex me había dejado y ya no manteníamos ningún tipo de contacto, los pensamientos sobre él invadían mi mente mañana, tarde y noche. Parecía que lo tenía incluso más presente ahora que cuando aún estábamos juntos…
Y hasta tal punto esto fue así, que limitaba mi toma de decisiones para poder rehacer mi vida y superar la ruptura, porque continuamente ponía por delante las necesidades de él, sus impresiones o sus gustos…, frente a los míos.
Durante muchísimo tiempo manejaba con cuidado todas las publicaciones que yo hacía en Facebook, las fotos que publicaba… por si él pudiese verlo. Aunque yo no tenía perfil de Facebook cuando estaba con él, pues abrí la cuenta después que él me dejó, si tenía temor a que él me buscase por la red y viese lo que yo había colgado en la red social.
Lo mismo me ocurrió con Whatsapp. Siempre cuidadosa de la foto que tenía de perfil para evitar dar más información de la debida a él.
Jamás lo bloqueé de ninguna red social (excepto en Whatsapp hace cosa de dos meses), con el temor de lo que él pudiera pensar de mí, por si él pudiese sentirse ofendido. 

Siempre cuidadosa, siempre temerosa, de que él pudiera tener una mala impresión de mí, o se sintiera molesto por cualquier movimiento mío.
Incluso cuando manteníamos cierto contacto al principio de la ruptura, y estando yo rota de dolor, manejaba mis palabras hacia él con sumo cuidado, no vaya ser que él se fuera a molestar, sentirse incómodo o enfadado conmigo.
Pasado un tiempo, llegué al extremo de no querer salir con ningún otro chico, por tener la sensación de que si lo hacía, le estaría siendo infiel a mi ex, por lo que mi vida amorosa estaba absolutamente estancada.

Todo lo que hacía que podía llegar a sus oídos, sus ojos… lo manejaba son muchísimo cuidado, porque prevalecía lo que él pudiera sentir, frente a mis necesidades, gustos o sentimientos. Una vez más, se ponía de manifiesto mi falta de autoestima.
Para mí, él era una persona extraordinariamente valiosa, y yo, había tenido la inmensa suerte de poder haber estado con él. Es decir, si él era más, yo era menos. Si él era una persona maravillosa, yo era un ser que no merecía la pena. Mi inconsciente colocaba a mi ex y a mí misma en dos posiciones totalmente distintas, cuando, en realidad, ninguno de los dos era más que el otro.
Como yo no tenía derecho a rehacer mi vida, pues, era más importante él que yo, incluso cuando ya no estábamos juntos, centraba muchos esfuerzos en que él siempre tuviera una buena imagen de mí, que él nunca se molestase o enfadase, ponderando así su valor, poniéndolo en un altar y alimentando su idealización dentro de mi mente.

Tened en cuenta que cada minuto que le dedicamos a nuestros ex, es un minuto que nos lo estamos robando a nosotros mismos. Y no solo en nosotros, sino también en nuestra recuperación.
La otra persona nos ha dejado por propia voluntad, nosotros no les hemos echado de nuestras vidas. Si bien es cierto que pueden sentir curiosidad sobre nosotros en algún momento dado y consultar alguna red social, es igualmente cierto que los dejados ya no formamos parte de sus vidas, y tanto derecho tenemos de rehacer la nuestra como ellos la suya.

Que pueden sentirse molestos por algún comentario?, alguna foto?, porque les hemos bloqueado de Facebook o de Whatsapp?, no lo niego. Pero te has parado a pensar en los comentarios dolorosos, los engaños y las malas maneras que tu ex ha tenido contigo?, no es válido eso?, no nos ha dolido a nosotros también?, o solo importa lo que sienten y piensan ellos?.
No debemos vernos como víctimas, como pobres personas sin valor, que han sido dejadas porque no merecen la pena. Nosotros también tenemos nuestras cualidades, nuestros puntos fuertes que la otra parte no ha sido capaz de ver y valorar.
No podemos seguir alimentando este tipo de relación del “tú eres más que yo”, porque además de no ser cierto, pues es una construcción que ha creado nuestra mente para seguir alimentando nuestra falta de autoestima, tampoco nos deja seguir con nuestro camino.

Si a mi ex le molesta que yo lo haya bloqueado de alguna red social, más me ha molestado a mí que me engañase y me dejase por teléfono, por ejemplo.
Hay que partir de la base que ellos no son perfectos, también han cometido errores, y estamos en nuestro derecho, puesto que nos han dejado, de no solo rehacer nuestras vidas, sino también de echarlos de ella borrando su número, bloqueándolo de alguna red social…, porque al fin y al cabo han sido ellos los que han decidido irse por propia voluntad. Tenedlo claro.

jueves, 28 de junio de 2018

El falso duelo...

Cierto es que cuando rompen con nosotros, nos sumergimos en un proceso de duelo, que dependiendo de las circunstancias, tales como las perspectivas que se tenían de esa relación, las maneras de romper, si hubo o no una tercera persona... puede durar unos meses o años el poder superar.

En el caso en el que nuestro duelo dure bastante tiempo, bien porque no sepamos resolver el conflicto o bien porque las circunstancias en las que se produjo la ruptura son difíciles de digerir, podemos confundir situaciones cotidianas sin importancia con un duelo por separación.
En muchas ocasiones es complicado distinguirlo, pero tenemos tan interiorizada nuestra tristeza por la ruptura, nuestro sentimiento de dejadez y abandono, nuestra tristeza y soledad que, pasado un tiempo, no somos capaces de distinguir un mal día de un duelo real. Aunque parece retorcido, es muy habitual que suceda.

Para que podáis entenderme, supongamos que un día nos levantamos de bajón, sin motivo aparente. A quién no le ha pasado?: pocas ganas de hacer nada, poca motivación, tristes o apáticos.  Una situación que puede estar relacionada con algún motivo en concreto o no. Simplemente estamos de bajón sin saber muy bien por qué.
Pues quienes llevamos mucho tiempo de duelo tendemos ante esta situación automáticamente relacionarla con nuestra dejadez. Relacionamos ese estado de ánimo a nuestro duelo, porque tendemos a pensar que todo lo negativo y malo que nos pasa en nuestra vida es consecuencia de la ruptura.
Pareciera como si nuestra desdicha en la vida comenzara el mismo día en que nuestro ex decide romper con nosotros…

El problema de esta situación radica en dos puntos fundamentalmente.
El primero es reconocer que nos está pasando esto. Y es que llevamos tanto tiempo de ruptura, de tristeza, de frustración porque parece que no avanzamos, que hemos entrado en una dinámica de eterna tristeza y dejadez. No sabemos distinguir el dolor típico de un duelo de una situación cotidiana triste que no tiene importancia alguna.
Y en segundo lugar, esta situación de tristeza eterna por un falso duelo, no deja de retroalimentarse una y otra vez. Como creemos que estamos de bajón porque nos han dejado, automáticamente pensamos que no somos personas válidas, que no merecemos la pena, que de alguna manera nos merecemos ser dejados porque no valemos nada… y un largo etcétera que no hacen otra cosa más que alimentar este falso sentimiento de duelo por separación.

Al final esto termina siendo la pescadilla que se muerde la cola, y entre que es difícil darse cuenta de esto y también es complicado romper el círculo, pues tenemos el atragantamiento asegurado y un duelo perpetuo que no terminar de cerrarse.
Y sobre todo, la desesperante sensación de que nuestro duelo se está alargando demasiado en el tiempo, acrecentando la idea de que tenemos un grave problema con nuestra ruptura y nuestro ex, porque no somos capaces de superarla. Cuando en realidad, no hay nada más alejado de la realidad, es simplemente una visión distorsionada de lo que estamos viviendo, una visión errónea y un mal análisis de lo que estamos sintiendo.

Ojo con esto!.

sábado, 9 de junio de 2018

Ya somos dos extraños...

El haber espiado el Facebook de mi ex me ha demostrado lo lejos que estamos el uno del otro. Ya lo adelanté en mi post anterior.
El tiempo, la lejanía física y de contacto ha hecho que, a día de hoy, seamos dos desconocidos.

Por lo que pude ver en su día, no ha sido él quien ha cambiado, pues creo que lleva más o menos la misma vida que llevaba estando conmigo, con algunos ligeros cambios, pero sigue siendo la misma vida. He sido yo la que ha crecido, cambiado, madurado, evolucionado… o como lo queráis llamar.
Mi cambio, producto del dolor de la ruptura, de las vivencias experimentadas a lo largo de mi duelo, los palos y palmadas en la espalda que me ha dado la vida a lo largo de este tiempo y en el que mi ex no ha estado presente, ha hecho que ver a mi ex en las redes sociales después de tanto tiempo, me genere rechazo.

No es odio ni rencor, es rechazo. Si cuando apenas me dejó deseaba por todos los medios que él contactara conmigo, hoy, no quiero nada.
Sus comentarios me parecen vacíos, infantiles, sobre temas banales…, pese a que cuando éramos pareja me parecía el hombre más inteligente, sereno y cabal del mundo. Hoy, no lo veo así.
Su imagen en las fotografías la veo desmejorada: si bien ha adelgazado mucho, tiene ojeras y ha envejecido bastante (seguramente yo también). Ya no lo veo tan guapo como antes y no sabría decir el porqué, pero cuando estábamos juntos me parecía el hombre más guapo y sexy que jamás había visto. Hoy, no lo veo así.

Lo cierto es que él no ha cambiado con respecto a cuando estábamos juntos. Entonces, qué ha pasado?. Ha pasado que ha cambiado mi perspectiva de cómo veo las cosas.
Asocio a mi ex con el dolor, el sufrimiento, el abandono y la tristeza. Ninguno de esos sentimientos genera sensaciones positivas, de ahí mi rechazo y mi cambio de perspectiva hacia él.
Seguramente él habrá cambiado su manera de pensar en estos años, pero a mí no me llena, porque ese cambio no lo he vivido junto a él, los dos habremos evolucionado cada uno por su lado, no hemos ido de la mano en ese crecimiento personal.
Sin embargo, como yo ya no soy la misma, y es evidente que hemos vivido nuestro desarrollo como adultos de manera distinta y por lo tanto somos muy diferentes, todos los comentarios que provengan de él me parecen banales e inmaduros.
Con su apariencia física me pasa un poco lo mismo: su persona ha quedado pegada más al dolor y al sufrimiento que a la felicidad de la relación. Si alguien pronuncia su nombre, la primera sensación que me viene a la mente es la de sufrimiento y tristeza. Debo hacer un esfuerzo grande para recordar momentos de felicidad, no me vienen solos, debo hacer un esfuerzo totalmente consciente. Es como meter los dedos en un enchufe: lo haces una vez, y la próxima miras el enchufe con el recuerdo del dolor experimentado.

Fue ver sus fotos y leer sus cometarios y darme cuenta lo lejos que estamos el uno del otro: Somos ya dos desconocidos con un pasado común. Y creo que fue por eso que instantáneamente lo bloqueé del WhatsApp: no solo porque no quiero que contacte conmigo (como ya lo ha hecho en una ocasión), sino porque no quiero que sepa nada de mi vida y vea las fotos que pongo en mi perfil. En pocas palabras: quiero que se aleje de mí.

Es curioso, porque nunca pensé que llegaría a este punto: el rechazo.
No puedo en ningún caso hablar de odio o de rencor, porque no es verdaderamente lo que siento. Tampoco es indiferencia, sentimiento que creo que jamás tendré, porque creo que es difícil sentirlo cuando has compartido 6 años de tu vida con una persona. No podrá ser nunca alguien indiferente, siempre será alguien diferente a los demás…

Sinceramente prefiero el sentimiento de rechazo, al de tristeza y dolor del principio, porque me aleja de él aún más y me permite hacer mi vida, eligiendo mi camino y tomando mis propias decisiones.

jueves, 31 de mayo de 2018

No hay pérdida sin ganancia... (Parte III)

Cuando las circunstancias te dan la posibilidad de poder vivir otras experiencias, te das cuenta que la vida que te esperaba junto a tu ex no era tan ideal como pensabas.

Por supuesto, es necesario que pase bastante tiempo para darse cuenta de esto. Y en mi caso particular, llegué a esa conclusión hace algunos meses cuando espié el Facebook de mi ex.  Viendo las fotos, vi como hubiera sido mi vida de haber seguido a su lado: previsible.

Francamente me resultó curioso constatar cómo aquella vida por la que yo tanto había llorado al perderla, ahora simplemente no la quería, no me interesaba, y mucho menos al lado de mi ex. 

Si bien al principio, nada más ver las fotos con su pareja, con los viajes, y actividades varias me hicieron sentir melancólica, pues representaban todo por lo que yo había luchado durante tantos años y nuncalo había obtenido, tiempo después comprendí que esa vida no era para mí. 

Yo deseaba fervientemente vivir en la misma ciudad con él, tener un proyecto de vida a su lado, comprar una vivienda, formar una familia... Ahora que ha pasado el tiempo y ya no estamos juntos, me he dado cuenta que de haber seguido con él me hubiera perdido todo lo vivido estos años, ya hablé de todo lo que descubrí en mi anterior post. 

Sin embargo, hace poco tiempo me di cuenta que el mayor problema no hubiera sido mi vida a su lado, ya que la vida de cada uno, depende, en gran medida, de cada uno. El mayor problema para mí hubiera sido precisamente mi ex.

Si bien en su perfil de Facebook tanto él como su pareja colgaban fotos de viajes y actividades juntos, lo cierto es que estas actividades parecen más algo fuera de lo común que la norma general, y sobre todo, parece que ese tipo de cosas se hacían más al comienzo de su relación que ahora que llevan tiempo juntos. Lo más habitual eran fotos y comentarios de actividades caseras: recetas de cocina, juegos de mesa... Mi ex era una persona a quien le encantaba jugar con la consola, podía pasarse horas y horas jugando. Lo mismo con los juegos de mesa, a los que se estaba aficionando en los últimos tiempos de una manera casi "enfermiza", esto lo que generaba era la sensación de estar perdiendo mi tiempo encerrada siempre en casa. 

Estando aún con él, asumía que la situación era así: siempre en casa; pero ahora me niego a tener esa vida. Me gusta salir a pasear, disfrutar de la naturaleza, salir con la moto... en definitiva, hacer una vida fuera de casa, viviendo y experimentando.
Yo he cambiado, y mucho.

Por otro lado, me llamó poderosamente la atención otro detalle, un detalle en el que no había caído hasta entonces.

Cuando se marchó a vivir a otra ciudad, él creció y maduró a base de vivir en una ciudad desconocida para él, nueva y mucho más grande y donde no conocía a nadie. Evidentemente como él estaba sufriendo unos cambios muy grandes en su vida, cambió y se adaptó a las nuevas situaciones que estaba experimentando. En pocas palabras: maduró. 
Yo, sin embargo, me quedé en casa de mis padres (no había terminado mis estudios aún y no podía moverme),  lo que propició nuestra ruptura: íbamos a dos velocidades distintas, él estaba viviendo unas experiencias totalmente diferentes a las mías en aquel momento.
Cuando él decide romper la relación, yo lo pierdo todo: pareja, proyectos de futuro, la ilusión de continuar a su lado... y teniendo en cuenta que en el mismo momento en el que esto se produce pierdo mi trabajo, mispadres se divorcian, pierdo a mis amigos, empezamos a tener problemas económicos en casa... pues lo que yo no había madurado en su día, me tocó madurarlo en poco tiempo a base de golpes. 

Hoy, que leo los comentarios de mi ex en las redes sociales, me doy cuenta que las tornas se han cambiado. Él maduró en su momento, y sin embargo, se estancó en ese estadio, no evolucionó. Sus comentarios me pareceninfantiles, de una persona que no sale de su burbuja de confort, que en realidad, ha tenido la vida bastante resuelta gracias a sus padres y que todo en la vida no le ha costado nada. 
Sigue con su vida de juegos de consola, de juegos de mesa... y pese a que ya no es un niño, no ha madurado, no ha crecido. 
Yo, de haber tenido una vida junto a esa persona, de no haber sido que mi ex rompió conmigo, seguramente yo sería igual que él. 

Sin duda alguna, y después de analizar la situación con perspectiva, mi ex me desilusiona, y me alegro enormemente de no estar con él. Prefiero la vida que tengo ahora con más actividad, más experiencias... que la que tenía antes. 
Y no es, ni mucho menos,  que mi vida sea perfecta, nada más lejos de la realidad, pero si puedo decir que lo que tengo ahora me llena más que lo he perdido.


sábado, 26 de mayo de 2018

No hay ganancia sin pérdida... (Parte II)

Para mí lo más difícil después de la ruptura, fue crear nuevos hábitos sin mi ex.
Al principio, no podía ni tan siquiera planteármelo, me generaba mucho vértigo pensar que, de aquí en adelante, todo tenía que ser nuevamente construido sin esa persona que durante tantos años me había acompañado a mi lado.

Sin embargo, una vez que me animé, comprendí que todo era empezar, y aunque al principio era duro, desconcertante y extraño a nivel emocional, pronto comprendí que ese era el único camino válido: construir un nuevo camino, buscar nuevas metas sin mi ex.

Lo primero que hice fue irme de vacaciones sola a Italia. Ya lo comenté hace unos cuantos post atrás. Ese viaje, que aparentemente no tenía ninguna importancia, para mí significaba un paso adelante, pequeño, pero un paso adelante en mi recuperación.
Desde entonces, descubrí que viajar era una de mis pasiones. Me encantaba y yo no lo sabía
Mi ex no era un gran amante de los viajes, solo mostraba interés en viajar a la ciudad de sus padres cada vez que teníamos vacaciones, y era lógico, dado que solo los podía ver en esas fechas. Por ello, me perdí la oportunidad de ir a muchos sitios que me hubiera gustado.
Cuando mi ex rompe conmigo, se me abre una ventana enorme de posibilidades: ahora podía viajar donde yo quería y cuando yo quisiera. No tenía que pedirle permiso a nadie…
Gracias a que mi ex me dejó, yo he visitado Italia, Francia, Cuba, México, Egipto, Holanda, Suecia, Irlanda… de haber seguido con él, jamás hubiera pisado esos países. Estoy segura.
Además el viajar sola me ha permitido vivir los viajes de una manera muy diferente a como lo hubiera hecho de haber viajado con pareja. Se vive todo de manera mucho más intensa.

Cuando una relación sentimental se rompe, llegas a una situación emocional límite. Con el tiempo, esa tensión del inicio va mermando, y te da la posibilidad de poder analizar la situación desde otra perspectiva. No sólo reflexionas sobre la relación, sino también sobre uno mismo.
Gracias a la ruptura me conocí mejor a mí misma. Empecé a conocer mis debilidades, mis fortalezas, mis capacidades… Comencé a escucharme más, a tenerme más en cuenta en mis decisiones, cubriendo mis necesidades y no tanto las de otra persona.
Cuando te dejan, debes mimarte y cuidarte como nadie, porque la realidad es esa: nadie mejor que tú para cuidarte.

Cuando te dejan ves otras posibilidades que antes no podías ni plantearte. Yo me marché a vivir a otro país durante una temporada, que no solo me permitió conocer otra cultura, sino también tener otras experiencias y vivencias que de haber seguido con mi ex jamás hubiera tenido. Cuando volví a mi país, ya era otra persona.
Estando con mi ex, no había tocado una moto en mi vida. Después que él me dejó monté en moto por primera vez. La experiencia me gustó tanto que decidí sacarme el carnet para no depender que nadie me llevase. El carnet me costó lo suyo, pero conseguí sacármelo. Primero me compré una moto de baja cilindrada, que hace algún tiempo cambié por una moto deportiva de gran cilindrada, y es con la que me manejo en mi día a día. Si estando con mi ex me hubieran contando todo esto, no me lo hubiera creído…

La lejanía de mi ex me ha permitido plantearme unos proyectos vitales diferentes, con otras posibilidades: la maternidad en solitario, vivir en otra ciudad, cambiar de trabajo buscando otras prioridades…
Y por supuesto, plantearme una relación con otra persona.

Estar solo no es malo, ni es una desgracia. En muchas ocasiones es una opción como la de tener pareja. Para mí está siendo una fuente de nuevas experiencias y posibilidades, el problema es elegir una de las opciones…

sábado, 19 de mayo de 2018

Un pequeño parón...

Antes que nada, quería pedir disculpas porque estos últimos meses he estado un poco ausente del blog. El motivo?: dos pérdidas muy grandes en mi vida, dos familiares muy enfermos que se han marchado, uno en Marzo y el otro en Abril. Dos golpes duros con poco tiempo de recuperación entre ambos.
Aún estoy intentando acomodarme emocionalmente y asumir la situación.

Aunque sabía que este momento iba a llegar, pues ambos estaban bastante enfermos y tenían cierta edad, cuando llega el instante de tener que decir adiós, debes afrontar una situación tremendamente dura y dolorosa para la que en realidad no estás preparada al 100%.

Pese a todo, uno debe asumir que este es el camino de la vida, que es el transcurso normal de las cosas.
Será inevitable, o bien el paso del tiempo, la enfermedad o un accidente, serán lo que nos indicará nuestro punto y final en el camino.

El duelo por una pérdida, es el que me está marcando los tiempos y mi actividad diaria a día de hoy.
Marcada por la tristeza, la desgana y la apatía, recién esta semana he comenzado, muy poco a poco, mis rutinas diarias, y esperando recuperar mi normalidad cuanto antes, aunque respetando el proceso normal de los acontecimientos, ya que luchar contra ellos no hará que me sienta mejor, más bien al contrario…

Con todo esto quiero decir que no me he olvidado de vosotros, claro que no.
Con el ánimo de volver a participar en el blog como he hecho hasta ahora, hoy he comenzado a preparar las siguientes entradas, y continuar por donde lo he dejado.

Asique en los próximos días continuaré con mis reflexiones y me encantará poder seguir leyendo vuestros pensamientos, opiniones y puntos de vista, que me encantan!.

lunes, 2 de abril de 2018

No hay ganancia sin pérdida...

Hace tiempo, me dijeron que siempre que se elige en la vida se gana algo, pero también se pierde a la vez. Es inevitable.
Cuando decidimos, debemos evitar perder lo menos posible y ganar lo máximo alcanzable. En eso consiste tomar una decisión, en sopesar los pros y los contras de elegir.
Por ejemplo, si se me proponen un sábado por la tarde dos planes interesantes, pero debo elegir uno de ellos (pues no puedo estar en dos sitios al mismo tiempo), intentaré elegir el que me parezca más interesante o el que lo pueda compartir con la persona con la que mejor me llevo.
Cuando selecciono una de las dos opciones, inevitablemente estoy perdiendo la otra alternativa.

En el caso de una ruptura, nosotros no hemos elegido ser dejados, no hemos elegido, en la mayoría de las ocasiones, estar en este papel. Otras personas, por el contrario, lo han hecho por nosotros.
Es evidente que el que rompe debe dejar marchar a la otra persona, la persona a la que deja, debe perder a la que durante bastante tiempo ha sido su pareja, para, en su lugar, elegir una mejor opción (otra persona, una vida de solter@...). Es su decisión.

A lo largo del blog, he hablado mucho de la pérdida del ser amado, del dolor que provoca verte abandonado por quien tanto has dado y querido.
Hoy, sin embargo, me gustaría hablar de las ganancias. Porque si, después de un tiempo, eres capaz de ver que dentro de tanto dolor, de tanta pérdida y sufrimiento, también se puede ganar, a pesar de haber sido dejado.

Cuando mi ex decidió romper, para mí fue la experiencia más traumática de mi vida. No solo había perdido a mi pareja de muchos años, sino también, muchos años de lucha por una relación a distancia, mucho tiempo, muchos viajes, pero sobre todo, muchos proyectos futuros que nunca llegaron a concretarse.
Yo había centrado mis ilusiones, mi futuro y mis sueños, en una persona que finalmente decidió que no quería formar parte de esos planes conmigo. Y cuando él decidió marcharse, todo se me fue de las manos, se me esfumó como cenizas en el viento.
En pocas palabras, pasé de una vida llena de expectativas y sueños, a una vida de soledad, de tristeza y a sentirme totalmente perdida en una inmensa oscuridad.
Si, sin duda alguna, la pérdida y el cambio drástico en mi vida fue notable.

Sin embargo, cuando miro atrás, y comparo mi vida de antes con la presente, sin duda alguna, veo un gran cambio. No sólo de vivencias, sino también de crecimiento personal, algo que jamás hubiera tenido de no haber sido porque mi ex, en una noche de finales de primavera, decidió cortar nuestra relación con maestría de cirujano.  
De haber continuado a su lado, hoy, tendría una vida económica resuelta, ya que mi ex tenía una posición económica un poco acomodada, y sin embargo, sería una vida previsible y aburrida. Y sobre todo, me hubiera alejado de todo lo que he aprendido y experimentado durante este tiempo de duelo. Hubiera sido, por decirlo de alguna manera, una persona inmadura, con pocas experiencias personales y poco vivido.

En los próximos posts, me gustaría hablar de lo que mi vida ha cambiado y como hubiera sido de haber seguido a su lado. Creo que es importante valorar lo que se tiene, y no hacer siempre hincapié en lo que se ha perdido, es una manera de ver el lado positivo de todo, aunque aparentemente no exista nada bueno que sacar.

jueves, 15 de marzo de 2018

Con la lección bien aprendida...

Comenté en un post anterior que había cruzado la línea roja, y que había cometido un error de principiante: buscar información de mi ex en Internet.
Tener información de este tipo no ayuda en nada, lo único que conseguimos es hacernos daño a nosotros mismos y estancarnos en nuestra recuperación.

Yo pasé una temporada bastante tocada a raíz de esto, no hundida, pero si tristona. Ver como tu ex ya ha rehecho su vida, ha formado una familia, cuando uno le ha costado tanto salir del agujero y seguir su camino.
Todos nuestros proyectos estaban ahí, en aquellas fotos, pero yo no formaba parte de ninguno de ellos. Yo era historia.

Sin embargo, en este post me gustaría centrarme en un detalle que me sorprendió, y que seguramente también os habrá sucedido alguna vez. Muchas de las fotos que estaban colgadas en su perfil, eran de lugares a los que también había ido conmigo antes.
Los mismos pueblos, las mismas calles, haciendo exactamente lo mismo que había hecho conmigo.
Ver aquellas fotos me sorprendió, me chocó. Como es posible que estuviera haciendo lo mismo con ella?.

Después de pensarlo, llegué a varias conclusiones.
En primer lugar, hay que partir del hecho que los lugares que hayamos compartido con nuestro ex están impregnados de esos recuerdos, de ese halo de único, de “solo nuestro”, que en realidad no es cierto. O en todo caso, se quedaron impregnados de ese halo únicamente para nosotros.
No quiere decir que ellos hayan olvidado aquella tarde maravillosa que pasaron con nosotros, no, en absoluto, seguramente no lo han olvidado, pero para ellos ha dejado de tener ese significado de “solo nuestro”, para convertirse en un espacio con un recuerdo o una vivencia a nuestro lado, y nada más.

Por otro lado, igual de cierto que para ellos ese lugar ha perdido el sentido especial que le damos nosotros, a la vez guardan un buen recuerdo de lo vivido y compartido, de lo contrario no llevaría a su nueva pareja allí.
No es extraño, y puede que haya sucedido, que nuestro ex haya querido, sobre todo al principio de su relación, repetir con su nueva pareja algunas cosas vividas junto a nosotros, porque le traen buenos recuerdos.
Con el tiempo, eso irá cediendo.

Pero como este blog se centra sobre todo en nuestras vivencias, y no en la de nuestros ex, no hablaré mucho más de lo que él piensa, hace o deja de hacer, ya no es asunto mío.
Lo más importante de todo esto es cómo me he sentido yo al ver esa fotos: contrariada, chocada, triste, desilusionada, sentimiento de estafa… Mi pasado volvió a mi presente a golpe de clic, en un instante todo había vuelto a estar delante de mí, pero sin mí…
Protegida en mi burbuja de “contacto 0”, la pared frágil de mi burbuja se rompió y me sentí vulnerable otra vez, con el mismo miedo a ser lastimada, herida… por la persona que más he querido y por la que más hecho en mi vida, todo sin él haber hecho nada.  
He dejado pasar algunas semanas antes de escribir en el blog, para poder aclarar mis sentimientos, asentar el malestar y volver a seguir adelante.
Ahora que ha pasado el tiempo, unas pocas semanas, ya vuelvo con la misma energía de siempre, con la misma ilusión de siempre, y sobre todo con la lección bien aprendida: “cada minuto que le dedico a mi ex, es un minuto que me robo a mí misma”.

sábado, 17 de febrero de 2018

Cruzando la línea roja

Recientemente llegó a mis oídos que mi ex ha sido padre.
Cuando recibes esta noticia, aun cuando han pasado varios años desde la ruptura, te inunda un sentimiento de nostalgia y de tristeza.  
Sabes que es algo que pasará, tarde o temprano, ya que él, al igual que yo, tiene el mismo derecho a rehacer su vida.

Pero la noticia me llegó y me tocó. Y cometí un gran fallo, uno que hacía tiempo que no cometía, crucé la línea roja, pensando, ilusa de mí, que no me afectaría: investigar en redes sociales.
Comencé por Facebook, y a pesar que siempre él ha sido una persona muy cuidadosa en Internet, pues nunca publicaba nada de su vida privada (ya era así estando conmigo también), si descubrí que se había casado, y evidentemente pude ver a su mujer a quien tiene agregada como amiga, o mejor dicho, a la persona que ocupa el que un día fue mi lugar.
Comprendí que, ese espacio está ya ocupado, y lo está hace tiempo, por otra persona que no soy yo.
Comprendí que, todos los proyectos y planes de futuro que un día fueron de los dos, no solo no se han cumplido, si no que pese al enorme esfuerzo invertido por mi parte, se lo ha llevado otra persona con el más mínimo empeño.
Comprendí que, pese a que el pasado para mí sigue estando bastante presente, para él todo es pasado, un pasado que resolvió sin mayores dificultades por su parte, y sin embargo, a mí me costó enormes sufrimientos y esfuerzos.

Contrariamente a lo que él es, su mujer si publica algunas cosas en Facebook, y así fue como me he enterado de algunos detalles.
Me sorprendió el  hecho de no haber sentido odio hacia aquella mujer, es más, me ha parecido una buena persona, una chica bastante sociable y amable. Ella a mí no me ha hecho nada, luego, le guardo todos los respetos que se merece.

Cuando llevaba un rato husmeando, y a la vez que iba descubriendo detalles de la vida ajena, empecé a sentirme angustiada. Percibía que la vida había sido injusta conmigo, pues esa vida que él estaba viviendo con aquella otra persona, era la vida por la que yo había estado luchando durante varios años. Era la vida que yo me merecía como premio a mi esfuerzo, a mi empeño. Y sin embargo,  no tenía nada de eso, pues otra persona lo estaba disfrutando, sin haber invertido nada, pues vive en su misma ciudad.
Recordé nuestros planes, nuestros proyectos, que eran esos mismos planes que yo estaba viendo a través de aquellas fotos, pero en lugar de formar parte de ellos, los veía a través de una pantalla de ordenador, como espectador.
Recordé aquellos viajes, aquellos esfuerzos e ilusiones por juntarnos un día en una misma ciudad, para no tener hoy más que cenizas de aquel pasado.

No contenta con eso, continué mi periplo por Internet, y mi siguiente página fue Linkedln. Se ve que en los últimos años ha cambiado bastantes veces de puesto de trabajo, aunque ahora ocupa un buen puesto en una importante empresa de su sector.
Y en ese instante, recordé sus primeros tiempos de estudiante en la universidad, cuando estaba agobiado con algunas asignaturas que no conseguía sacar, y allí siempre estaba yo, apoyándole cuando llegaban los suspensos, animándole a volverlo a intentar. Y felicitándole el día que consiguió aprobar la última asignatura, y por tanto, ya tenía su ansiado título.
Desgraciadamente, tengo la sensación que de eso, él no recuerda nada.

Whatsapp, Instagram, y varias páginas de su pasatiempo favorito hicieron el resto. Y mientras tanto, yo seguía atragantándome y atormentándome por una vida que nunca llegó a ser. Sintiéndome estafada y desilusionada, pero sobre todo, frustrada.
Entre lágrimas y tristezas, me di cuenta que yo estaba envidiando la vida de otros, a través de lo que ellos mismos enseñaban en las redes sociales, es decir, una vida sesgada y filtrada. Y a la vez que me sucedía eso a mí, otras personas envidiaban la vida que tenía yo, a través de las fotos de viajes que había hecho y que yo había colgado en mi perfil. Increíble!.
Cualquiera que entre en mi página de Facebook podría pensar que me paso todo el día viajando y teniendo una vida plena. Nada más lejos de la realidad. Pues tengo momentos buenos y malos como todo el mundo, lo que sucede es que colgamos en la red solo lo bueno, lo feliz. Por eso hace tiempo que ya no cuelgo fotos de nada. No quiero que la gente tenga una imagen de mi vida que no es.

Fue, precisamente en ese momento, cuando me di cuenta que había cruzado la línea roja: el fisgonear su vida. Saltando de página en página, descubriendo e investigando lo que nunca debí haber hecho, pues cada minuto que le dedico a él, es un minuto que me robo a mí, de centrarme en mi vida, en mis proyectos, en mis ilusiones… en definitiva, en mi camino.
Razonándolo fríamente, nada de lo que estaba leyendo y averiguando, me estaba aportando ningún sentimiento positivo, más bien lo contrario, cada vez me sentía peor.
Para qué?, cuál es el objetivo de haberme enterado de su vida?, qué he sacado de bueno en todo esto?, pues sinceramente nada.

Asique volví a mis comienzos: STOP!, y dejé de buscar e investigar, y bajé la tapa de mi portátil inmediatamente.
Lejos de echarme la culpa, de enfadarme conmigo misma, comprendí que me había equivocado, que había cometido un error, y regañándome a mí misma no iba a ayudar a sentirme mejor, y menos teniendo en cuenta el sentimiento de tristeza que todo esto me había dejado. Tenía que animarme y levantarme.
Cometí un error, si, pero eso no me convierte en una persona estúpida o tonta, solo ha sido un error, y nada más. Nada grave.
Lo importante no es cometer errores, o volverlos a cometer, sino levantarse de cada uno de ellos y tener la capacidad de seguir y aprender de ellos, aunque sea tocado.

Asique a respirar profundamente, relajación y a seguir!, que mi camino sigue ahí adelante, lleno de proyectos, de sensaciones y de experiencias nuevas. Vamos, empecemos a dar el primer paso en este camino…

miércoles, 31 de enero de 2018

La idealización (Parte IV)

Asumir nuestras propias responsabilidades en una ruptura, reconociendo nuestros fallos y también nuestros aciertos es de suma importancia si queremos aprender y seguir avanzando en un duelo.
Quedarnos solo en lo negativo, hará que nos estanquemos en la culpa, en la idealización hacia nuestro ex y en la falta de autoestima.
Quedarnos solo en lo positivo, hará que no tengamos una visión realista de la situación, faltando enormemente a la verdad.

Mi ex, a pesar de haber sido quien me mintió durante varios meses y de haber tenido malas maneras hacia mí, me hizo sentir terriblemente culpable de la ruptura.
Nunca me dijo “es tu culpa”, pero no dudó en sacar a relucir mis errores y mis defectos, minimizando los suyos restando importancia al hecho de haberme mentido, incluso, justificándolo.
En realidad, es una trampa.

Como indiqué en mi anterior post, mi ex nunca se había quejado durante 6 años de determinados defectos que yo tenía, que según parece le molestaban.
Una noche hablando por teléfono, cuando ya hacía unos 2 meses que me había dejado, descargó contra mí todos aquellos comportamientos o ausencia de los mismos que yo tenía: que era poco cariñosa, que no lo llamaba nunca por teléfono, que siempre era él quien lo hacía, que nunca le había dicho que lo quería… Imaginaos la cara que se me quedó a mí, sobre todo cuando al terminar de cantarme el rosario de quejas lo sentenció con un “pero bueno, ya da igual, porque ya no puedes hacer nada…”. Claro que no podía hacer nada, si me lo dice después de haberme dejado.
Desgraciadamente he de decir que muchas cosas que me echó en cara aquella noche eran ciertas, por eso me dolieron tanto, pero yo desconocía que lo estaba haciendo mal, lo estaba haciendo sin darme cuenta.
Aquella noche me quedé tan paralizada, que no dije nada. Me hubiera gustado haberle pedido disculpas por ello… Soy humana, también me equivoco.

Por qué mi ex hizo aquello?, porque nunca me lo dijo?. Sencillo. Seguramente aquellos defectos que yo tenía le molestaban, pero nunca demasiado como para romper la relación, no eran un motivo de ruptura, sino que formaban parte de mi personalidad y él durante años lo asumió así.
En realidad lo que estaba sucediendo era que él estaba dejando de quererme, ya no sentía lo mismo por mí, y esos defectos míos con los que había estado conviviendo durante años ya no le parecían tan bien, dejó de soportarlos, incluso, empezaron a molestarle. Pasaron de ser características de mi personalidad a ser defectos.
Y por si esto fuera poco, él necesitaba justificar que la decisión que estaba tomando de romper era la correcta. Necesitaba sobre todo, justificárselo a sí mismo.
Imaginaos la situación: llevábamos 6 años y medio juntos, con proyectos de irnos a vivir juntos al año siguiente, mucho tiempo, muchos viajes, mucha lucha para mantener la relación. O se rompe la relación por un motivo de peso o a ver como lidias con eso…
Señalándome como una persona indeseable, despreciable, fría… minimiza mi valor como persona, hace que valga menos para él. De ese modo, él no se siente tan mal consigo mismo por haberme dejado, simplemente porque yo no valgo la pena.
Esto que os he descrito, evidentemente él no lo planeó, si no que su inconsciente funcionó de esa manera para hacer frente a la ruptura.

Todo este embrollo que os estoy contando evita el tener que afrontar la temida frase de: “Ya no te quiero”, que hubiera sido lo más fácil, lo más sensato, pero sobre todo, la verdad.
Contra un “ya no te quiero” no se puede hacer nada, pero es la realidad, es lo que hay, y debemos respetar que la otra persona ya no siente lo mismo por nosotros, no es su culpa, es lo que siente. Y ante todo debe haber un respeto.

Pero él también había cometido fallos. Y muchos. El asumir los errores de cada uno supone el tener que asumir la parte de responsabilidad de la ruptura que le corresponde, que muchos confunden con culpabilidad. Y él que deja, inconscientemente, se ve como el malo, como el que rompe y hace daño a otra persona que muchas veces no se lo merece, y por eso mismo, ya carga con mucha culpa.
La culpa es molesta, muy molesta: nos hace sentir malas personas, que hemos hecho algo mal y merecemos un justo castigo. Algunas personas cargan con este peso hasta el extremo de sentirse culpables por todo, otras lo digieren y asumen su parte de responsabilidad en los hechos y aprenden del error, y otras, sin embargo, no quieren saber nada de responsabilidades. Sobre todo las personas que tienen un carácter inmaduro.
Éste último fue mi ex.
Jamás asumió la parte de responsabilidad que le tocaba, y la mejor manera de hacerlo fue justificando su actitud y atacando a la otra persona sobre sus defectos y fallos.
Con frases del tipo “entre aquella chica y yo nunca pasó nada”, “bueno, de todos modos, lo nuestro ya estaba muy mal”… justifica lo injustificable y lo hace sentir mejor, con menos peso por su error.

Esto que os acabo de contar, seguramente os habrá ocurrido a vosotros también. Diferentes actores, diferentes palabras y acusaciones, diferentes situaciones… pero en el fondo es la misma estructura: Minimizar sus errores y maximizar los nuestros.

Una ruptura despierta, tanto en el dejado como en el dejador, el sentimiento de culpabilidad, si a eso le sumamos que nuestro ex nos echa en cara multitud de errores, el sentimiento de culpabilidad crece como la espuma, y si no sabemos gestionarlo podemos tener un serio problema de estancamiento en nuestra recuperación.

La noche en la que mi ex me cantó el rosario de defectos por teléfono, los cuales nunca he negado, pues pienso que tenía bastante razón, olvidó mencionar unos puntos bastante importantes. No lo hizo aquella noche, ni ninguna otra. En realidad, no lo hizo nunca.
Se olvidó de mis viajes para verlo unos días. Se olvidó de los proyectos en común en los que yo tenía que dejar a mi familia, amigos, ciudad, trabajo… para poder estar con él. Se olvidó que nadie hace eso si no te quieren. Se olvidó del dinero gastado durante años en gasolina, billetes de autobús y avión para poder estar con él ni 48Hs.. Se olvidó de las peleas que yo tenía con mi madre (deteriorando bastante la relación que yo tenía con ella) para defenderlo a él, a la persona que yo había elegido. Se olvidó de lo que lo apoyé para que se marchara a otra ciudad para tener un futuro mejor, aun sabiendo que la distancia (650km. ) sería un gran problema a partir de entonces entre nosotros. Se olvidó que yo nunca le mentí, nunca lo engañé, fui una persona fiel y leal. Se olvidó que yo siempre lo apoyé, siempre lo escuché, siempre estuve ahí, a su lado tanto en  su época de estudiante como en su etapa profesional, apoyándole y dándole los mejores consejos, siempre pensando en su futuro, en su porvenir, aun muchas veces por encima de mis deseos… Se olvidó de todo lo que yo había hecho por él y la relación, para sacar a relucir lo malo y negativo.

Mis puntos malos ya los sé, ya los conozco, durante años me eché en cara cada uno de ellos. Ahora es tiempo de ver mis puntos buenos, los positivos. Debo apartar de mí ese sentimiento horrible de ser una persona espantosa, despreciable, que no vale nada, porque el valor como persona no depende de lo que me otorgue mi ex, si no del valor que me otorgue yo a mí misma.